Capítulo 02. Ánimo.

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Justo como lo predije, la única interacción con alguien el resto de la semana fue con mi amigo Uriel y bueno, sonrisas que le daba a Alejandro antes de huir a toda velocidad.

Así fue como logré esquivarlo por días, pero el viernes decidió ser más intenso y cuando subí al autobús, él estaba sentado en el asiento que ahora solía usar, apartando un lugar y casi maldije cuando miré que era el único vacío.

Alejandro se levantó para dejarme pasar al asiento de la ventana, sabiendo que era mi asiento favorito, y dijo—: has estado ignorándome, ¿hice algo tan malo que tuviste que mudarte?

Nunca le dije exactamente por qué me estaba alejando de él, en realidad no dije nada en absoluto, solo dejé de responder sus mensajes, huía de él si llegábamos a encontrarnos y me sentaba en otro asiento del autobús. Tampoco me había confesado directamente sus sentimientos, así que no podía hacerse la idea de que era por eso.

Probablemente sueno como una perra, pero de alguna manera se lo merece. Los últimos meses del semestre pasado comenzó a tomar responsabilidades y con ellas, derechos que no le correspondían.

Comenzó trayendo galletas cuando se enteró que no desayunaba, después a pagar mi comida en la cafetería antes de que yo pudiera hacerlo y cargar mi mochila cuando a veces me dolía la espalda, pero conforme más hacia por mí, más exigía. Algunas veces llegó a hacer comentarios de mi ropa, especialmente de los escotes las pocas veces que llegué a usarlos y había hecho comentarios celosos sobre Uriel o sobre las chicas cuando las llegaba a mirar.

—No me mude por ti.

—¿Entonces por qué ya no quieres hablar conmigo? —su tono fue lo suficientemente alto para que las personas de alrededor lo escucharan y eso comenzó a irritarme.

No me gustaba llamar la atención solo por existir, menos me gustaría por un escándalo.

—Estamos en un lugar público, Alejandro, cállate.

Subí el volumen de la música al cien y cerré los ojos para pretender que estaba dormida.

Cuando el camión llegó y logré salir, Alejandro me siguió hasta mi aula, que en ese momento estaba sola.

—Tara, habla conmigo, por favor.

Traté de ignorarlo otra vez para que se fuera ya que rechazar a las personas no es algo que soliera hacer a menos de que mi paciencia haya sido colmada. Las pocas veces que eso llegó a pasar me convertí en alguien desconocido para mí.

En mi defensa fui criada por una mujer que estaba acostumbrada a complacer a todos menos a ella misma y otra que predicaba el egoísmo como religión.

—Tara, no te enojes conmigo, por favor, cambiaré lo que tenga que cambiar, sé mi amiga.

Ahora me miraba como un perro arrepentido y muriendo de hambre al mismo tiempo, pero en lugar de lastima, una sensación de asco me inundó.

Recargué mi lengua en el interior de mi mejilla tratando de contener mi molestia y todo lo que quería decirle.

—Tara… —se sentó en el asiento frente a mí y me miró a los ojos—. Por favor.

—Deja de humillarte, Alejandro.

—Vale la pena si logro que me quieras otra vez —respondió con seguridad, como si eso fuera a hacer que me enamorara de él.

Ella: Amar y ProtegerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora