CAPITULO 22

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Ascian

Los guardias del castillo gritaban desde afuera que buscaran las armas entre tanto yo con una tranquilidad descabellada cogía un abrigo y un par de guantes para luego sostenerlos por debajo de mi brazo  mientras bajaba e iba hasta donde se encontraban mis hombres en posición de ataque.

Arbel llegó hasta mí con rapidez y con los ojos abiertos me entregó mi espada.

— Majestad, los guardias han visto y escuchado varios caballos acercándose al reino.

Asentí lentamente.

— Quiero verles a todos en sus lugares...— dije continuando con mi camino, pero luego me detuve y miré al fae que tenía atrás mío. — Tráeme mi caballo.

— Por supuesto, majestad. — se retiró con la cabeza inclinada hacia abajo.

Tarareando fui hasta donde mi comandante general se encontraba. Arwan levantó una ceja desconcertado.

— No te veo preocupado porque los salvajes se estén acercando a tus tierras — inquirió.

— ¿ Por que debería ? — bufé — Si ellos intentan hacer algo los mataremos y ya.

— Ascian...

— No quiero más problemas , si hacen cualquier movimiento en falso haces la señal. Fin de la discusión.

Kyler llegó antes de que Arwan me contradijera.

— Los soldados están listos con sus arcos en la parte superior del castillo y los demás esperan con sus armas afuera, — se quitó una gota de sudor que caía de su frente con los dedos — Todos se encuentran en posición de ataque, Ascian.

— Bien — asentí con la cabeza — es hora de esperar entonces.

— ¿ Que... ?

Le mandé una mirada a Kyler que hizo que cerrara su boca al instante.

Caminé hasta donde mis soldados esperaban listos para luchar y me detuve en frente de todos ellos, en donde Arbel tenía el caballo que había pedido.

— ¿ Quiere que le sostenga sus cosas, Majestad?

— No. 

El fae pestañeó varias veces desorientado pero siguió mis órdenes sin replicar.

Me subí al caballo con las manos ocupadas y tomé la soga con un poco de torpeza. Mi gente me miraban raro como si hubiera perdido la puta cabeza pero me importaba una mierda. La sonrisa que tenía en el rostro salía involuntariamente y no estaba ni dando un poco de esfuerzo en ocultarla.

Mis orejas puntiagudas se movieron al sentir el sonido de los galopees de los caballos, el como los pájaros huían y en cómo , hombres y mujeres gritaban palabras al ritmo de un canto, un himno.

En menos tiempo del pensado , salvajes rodearon la pequeña barrera que dividía mi reino con el exterior en donde ellos vivían libremente.

Miles de millones de hombres, mujeres y niños aparecieron, con sus características ropas de piel de animales, sus mejillas pintadas en finas pero largas líneas que terminaban en sus frentes siguiendo el mismo patrón. Algunos tenían rastras en el cabello y otros con sus famosas trenzas que cada una señalaban las batallas que habían ganado.

El Secreto De Las BrujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora