CAPITULO 24

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Hela

Decir que mi tobillo se fue a la mierda cuando salté por la ventana de mi pieza era algo vergonzoso, es por eso que cuando llegué junto a los salvajes mentí descaradamente diciendo que me peleé con alguien y ese alguien me torció el tobillo.

La mentira salió tan natural que hasta yo me la creí, y los salvajes estuvieron apunto de hacer lo posible para pasar la barrera e ir a matar a todos los faes de este reino.

Menos mal después volví a mentir diciendo que yo ya me había encargado de ese problema y eso no volvería a suceder.

Clark me ayudó a ponerle una venda a mí tobillo y para cuando terminó de atarla por completo , se lanzó a darme un abrazo.

—¡ Te extrañe muchísimo! — dijo sobre mi hombro. Con los brazos rodeando mi cuello con fuerza.

— Eh... ¿ Gracias  ? — le di palmaditas en su espalda incómoda, sin saber que más decir.

Riéndose se apartó. Me ayudó a levantarme e ir a ver qué tal estaba la gente.

— Parece que se han instalado bien aquí afuera.

Clark se encogió de hombros y tomó mi mano saliendo de la carpa que nos ocultaba del resto.

— Si algo así, mis amigos dicen que este lugar es mucho mejor que el otro.

— ¿ Tus amigos, eh ? — levanté una ceja — ¿ los mismos que te dejaron solo conmigo?

Con un gesto de asco negó.

— Ellos no, — me guió hacia donde estaban todos sentados junto a una fogata — Tengo otros , los cuales son mucho más geniales.

Sonreí.

— Debes enseñármelos algún día.

— Pues aquí están.

Nos detuvimos en la fogata y todos los presentes agacharon su cabeza en forma de respeto. Levanté mi mano e hice una señal para que siguieran con lo suyo.

— Mi reina , venga a sentarse en su trono. — dijo uno de los soldados.

Negué con la cabeza.

— Hoy me sentaré entre ustedes.

Entonces le pedí a Clark que nos buscará un lugar en los troncos que usaban como asientos  aquellas personas, y me senté en donde había espacio, mientras mi amiguito se sentaba con los otros niños.

Sin ser para nada disimulado levantó las manos y me señaló a los que estaban a su alrededor.

Mis amigos artículo con la boca, y yo apreté los labios para no soltar una carcajada.

Algunos por falta de troncos estaban tirados en el suelo y otros ya se habían ido a sus carpas a resguardarse del frío nocturno, pero seguíamos siendo un gran número al rededor de la fogata.

— Le han puesto un apodo. — comentó una chica a mi lado con la voz un poco aguda.

Su cabello era rubio pero la mitad de su cabeza estaba rapada , y la otra mitad tenía su cabello de un lado.  Sus ojos verdes oscuros observaban las llamas de la fogata y en su barbilla había una cicatriz que alcanzaba hasta su labio inferior.

El Secreto De Las BrujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora