TESTIGO
Pensé en mi primera y única orgía en casa. Afortunadamente sólo podía contar una, si exceptuábamos algunos de los tríos que más de un cliente pidió que le hiciéramos cuando compraba los servicios de dos chicas a la vez.
Y por supuesto, pensé en el general John.
Cabello entrecano, medio alto, entrado en años, poco atractivo y siempre en uniforme. Y con esa nariz bulbosa. Con cada objeto que me obligaba a introducir en mi zona genital, me concentraba en esa nariz roja y deformada, imaginando que en cualquier momento se le reventaría. Eso me distraía del dolor en ese entonces. No quise recordar dichos objetos, pero siempre que pensaba en él no sólo me invadía el asco, sino también la imagen de una Tania débil y lastimada que se retorcía bajo sus caricias, como si de un animalito herido se tratara. No conforme con eso había invitado a varios de los guardias a participar, y, cuando por fin pareció haber satisfecho su fetiche morboso, ordenó que nos pusiéramos en cuatro para luego introducir de manera aleatoria él mismo los objetos, a veces con tanta violencia que más de una terminamos desgarradas.
Sin embargo, también era un hombre que apreciaba la rutina, por lo tanto, al llegar a casa lo primero que hacía era entregarle a Lucian informes de lo que sea que se le hubiera pedido. Durante ese lapso de tiempo Karla aprovechaba para preguntarle a Tiana si podía atenderlo ella sola o si necesitaba que las demás la acompañáramos. Una especie de acuerdo que ambas tenían, según me contó Lia. Generalmente Tiana aceptaba ir sin compañía, pero en contadas ocasiones no podía negarse a la ayuda.
Había bastado una sola vez para que me resultara repulsivo la presencia de ese hombre. El profundo asco que le guardaba era tan grande que siempre me salía una mueca al mencionarlo; pero también me intimidaba, no más que Lucian claramente, no obstante, su presencia era un recordatorio constante de que no podíamos contar con nadie del exterior, ni siquiera con la policía.
Hasta ahora.
"—¿Cómo se enteró de la ubicación de la señorita Grove y Lia?
Silencio.
—General John, no alargue más su condena. Sabe que ya no tiene más salida.
—Me matarán.
—¿Quién? ¿Quién va matarlo?
Silencio."
Su imagen seguía provocándome arcadas, pero en ese momento al ver el video de su interrogatorio, lo vi como realmente era: un gusano cobarde.
Las señales de su nerviosismo eran evidentes: se reacomodaba en la silla, se pasaba una mano por la cara y encorvaba la espalda. No era para nada el mismo tipo que se presentaba en las mañanas y dedicaba una mirada lujuriosa a cualquier chica que se le cruzara en el pasillo. Ni siquiera vestía su uniforme impoluto, sino una arrugada camiseta. Traía una barba de hace días y el cabello un completo desastre.
—Hemos intentado por horas hacerlo hablar —explicó a mi lado el detective Ferenz. Estábamos en su pequeña oficina, llena de cachivaches, frente a una pequeña pantalla donde se proyectaba el interrogatorio—. Pero como pueden comprobar, difícilmente podemos sacar poca información. Quien sea que lo esté manipulando, lo tiene muy aterrado.
—¿Cree que Lucian esté detrás? —inquirí—. Siempre se han relacionado.
—No ha nombrado para nada al señor Jones desde que lo arrestamos. De hecho, cuando lo mencionamos, parece que ni siquiera le presta atención.
"—¿Lo mandó Lucian Jones? ¿Sabe dónde está?
—Ellos me matarán si se los cuento. No van a perdonarme."
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Liberada | Bilogía Mentiras #2
General FictionSegundo libro de la bilogía "Mentiras" El pasado duele. El presente es un error. Y el futuro es incierto. Samanta Grove ha conseguido lo que quería: huir. Pero el precio que pagó para lograrlo fue demasiado alto. En medio de todo el caos que gira su...