Jugadora del equipo español

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Milán

Cuando me levanté eran más de las doce y mi vuelo salía en menos de 50 minutos.

Salí disparada de la cama, me di una ducha rápida y salí de casa con ropa cómoda para el viaje.

Pedí un uber y llego en apenas cinco minutos por lo que no me dio tiempo a ponerme histérica por las horas.

Durante el trayecto mi hermano me mandó otro mensaje, el viajaría a Sevilla hoy por la noche con el equipo para jugar un partido de Liga contra el Betis.

Cuando llegue al aeropuerto pase a la zona de seguridad en la cual varias personas me pedían fotos y autógrafos. No me negué pero sabía que debía correr para llegar a mi vuelo.

Tras una larga espera con el check-in y el control pude ir a mi puerta de embarque y esperar lo que creo que fueron cinco minutos para poder ingresar al avión.

En cuanto estuve dentro me senté en mi asiento, me puse los cascos y dormí.

No sé cuánto tiempo paso pero una azafata me levanto cuando aparentemente teníamos que aterrizar.

Me removí en mi asiento adormilada mientras intentaba despejarme. A mi lado una chica de más o menos mi edad me miraba con una sonrisa.

Me sonrió y habló.

- Menuda siestecita te has echado chiquilla.

- Tenia mucho sueño la verdad -comenté entre risas.

- Soy Ana, ¿es tu primera vez en Sevilla?

Negué.

- Mi madre es de Sevilla y mi padre de Milan. Vengo a visitar a mi familia.

- Yo soy sevillana.

Estuvimos hablando lo que quedaba de vuelo, que a penas fueron 15 minutos.

Ana era una chica realmente agradable.

Cuando ambas salimos del avión intercambiamos números. Salimos juntas del aeropuerto y cogimos un taxi, que nos llevó a la ciudad.

Cuando salí del taxi mi primera idea fue ir a la finca de mi familia, pero terminé reservando una habitación en un hotel céntrico.

Cuando llegue a la habitación me tumbe pensando en que haría mientras estaba en Sevilla.

Pasé la tarde viendo Netflix en el iPad por lo que ese día, o lo que quedaba de él, lo pasé en el hotel.

A la mañana siguiente me levanté pronto a por el desayuno, me subí y como tranquila.

Me recreé en la ducha y después me tumbé en la cama con el móvil.

Cuando llegó la hora de comer salí del hotel y caminé por las calles hasta que encontré un comercio en el que vendían bocadillos de jamón ibérico. Compré uno y volví al hotel.

Tras comérmelo no supe que más hacer, me tumbé en la cama decidida a echarme una siesta pero no pude.

Cinco minutos después cogí el teléfono y llamé a Marcos, que contestó sorprendentemente rápido y aceptó mi propuesta de ir a tomar un café mientras me contaba todo lo relacionado con el contrato.

Quedamos a las seis en una terraza cerca de la catedral.

Cuando Marcos llegó no dejó de comentarme lo bien que me sentiría estando en la selección de España.

En apenas 15 minutos y con un café en mano acepté reunirme en una junta oficial con el equipo directivo.

Marcos se fue a casa visiblemente feliz. Yo volví a mi hotel ilusionada.

A penas eran las ocho y media y tuve que bajar a por algo de cenar en el buffet del hotel.

Cogí alguna loncha de fiambre y tortitas de postre para llevármelas directas a mi habitación.

Cuando ya eran casi las diez, decidí darme una ducha, el calor de Sevilla era inaguantable a pesar de estar dentro de un hotel con aire acondicionado y las ventanas cerradas a cal y canto.

Me recreé en la ducha mientras cantaba alguna que otra canción que me salía en Spotify, mas no tarde en salir del baño, ya cambiada para echarme a la cama tras un largo día de calor.

A pesar de lo sueño que tenia, mi subconsciente no dejaba de repetir una y otra vez que por fin me había decidido a ser una jugadora del equipo español.

Nunca se me había pasado por la cabeza pero quizá si era una gran oportunidad laboral.

Esperaba que si, sino habría venido aquí sin razón.

Al día siguiente me levanté temprano, Marcos había llamado diciéndome que los de la junta tenían un hueco para reunirnos hoy y que sería rápido.

Apenas me arreglé. Baje al parking y cogí un coche que había alquilado nada más llegar.

Me dirigí lo más rápido que pude por las céntricas calles de la capital andaluza hacia las oficinas de la selección en Sevilla.

El Google Maps por alguna razón dejó de funcionar mientras yo intentaba adivinar la calle a la que me debía dirigir. Que infierno.

Peleé con el móvil hasta que al guapote le pareció bien. Entonces cuando levante la vista, pisé rápidamente el freno, casi mato a alguien.

Salí del coche apurada, buscando signos de atropello. Entonces vi a Gavi y fruncí el ceño.

- Pero que haces loca, que casi me matas.

Cuando me reconoció se relajó un poco, pues su ceño fruncido ya no era tan notorio.

- Joder Pablo, que haces aquí. - pregunté con el corazón en la boca.- Casi te mato.

- ¿A si? No me había dado cuenta, porque para nada casi me matas eh.

- Anda sube.

- Como mínimo debías llevarme hoy contigo. Con el calor que hace me podía haber dado una insolación o algo. Ahora me podría estar pudriendo en el suelo tras ser atropellado por una loca que a saber que estaba haciendo. - me miro mal- Por cierto, ¿que estabas haciendo que no me has visto?

- El Google maps no me funcionaba.

- Ah bueno, imagínate que tú hubieras seguido peleándote con el Google, al final sí que me habrías atropell-

- Gavi por dios, me ha quedado totalmente claro que casi te atropello, ¿quieres un zumo o algo para compensarte tremendo susto?

- Nono, no quiero molestarte no vaya a ser que atropelles a alguien más mientras buscas el zumo.

Reí con ganas mientras Gavi me miraba extrañado.

- ¿A donde ibas?

- Tengo que firmar un contrato.

- ¿Firmar un contrato?

- Si, me uno a la selección española.

- Ah mira, que callado te lo tenías. Y no me lo habías contado.

- Gavi te conocí el otro día.

- Ah, ¿acaso no somos amigos? Oye guapa que no se me ha olvidado que casi me atropellas. Como mínimo un poco de empatía.

- Sisi.

Miré el teléfono, que indicaba que acababa de llegar a mi destino. Miré a mi alrededor.

- Vamos, que haces ahí parada.

Gavi salió del coche tan tranquilo, mientras me metía prisa para salir.

<acoplado> murmuré.

Gavi fue el primero en entrar, yo tarde un poco más a causa de los nervios.

Entramos a la oficina donde supuse, debían estar esperándonos.

Suspiré antes de entrar por la puerta que segundos antes, Gavi había abierto.

Veamos que sale de aquí.

Algo me gusta de ti | ERIC GARCÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora