Una nueva vida

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Milán

Cuando llegué a mi apartamento me eché a la cama a llorar. Dejar a mi familia una vez fue difícil, dejarla dos veces más complicado.

Saque el móvil y desbloqueé a todas las personas de mi familia de las redes sociales.

Abrí Instagram y estaba petado de fotos de Pablo y mias, las que nos echaron en el hotel.

Publiqué la foto que me había echado horas antes con mis primos, mi ultima publicación había sido hace un año.

Le escribí a mi manager Danila, diciéndole que había decidido tener unas cuantas sesiones con la psicóloga, que desde hace algunos meses, me había recomendado.

El contestó al instante.

Intente dormir pero no pude, baje a la sala a ver la tele para distraerme. Lo conseguí, luego me quede dormida.

Cuando me levanté, tenía un dolor de espalda terrible.

Danila me llamó para decirme que tenía cita con Alessandra, la psicóloga, hoy mismo.

Lo agradecí internamente, cuanto antes me recupere, antes volveré a ser yo misma.

Pasé la mañana y parte de la tarde nerviosa por la cita con Alessandra. Iba de un lado para otro sin saber que hacer.

Pero cuando llegó el momento de salir de casa, la presión me hizo pufff y tuve que armarme de valor para salir por la puerta, coger el coche e ir a la clínica.

Cuando llegue, me puse una gafas y salí casi corriendo del coche para que nadie me reconociera.

Lo conseguí.

Cuando llegó el momento de la verdad, me senté en el sillón y comencé a soltarlo todo, lo que no había podido ser capaz de contar nunca. Un chisme tremendo que no tenia final, pero que me mataba interiormente para poder salir a la luz.

Solo lo dejé salir.






























                         2 meses después







Habían pasado a penas 2 meses en los que, según yo, estaba volviendo a ser la misma.

Después de varias sesiones, Alessandra y yo empezamos a salir a por cafés y bollos casi todos los días, puedo decir que era la primera amiga que tenía en esta nueva etapa de mi vida, la etapa de sanacion.

Alessandra me ayudaba con todo lo que cruzaba por mi mente mientras que a la vez me intentaba enseñar una nueva visión de la vida.

La etapa de aceptación ya la habíamos superado, acepté que estaba mal, y que lo perdido perdido estaba.

La estampa de la sanacion, en la cual estaba ahora estaba llegando a su fin. Durante todo el mes aprendí a sanar mis heridas, esas que me dolían para buscar una nueva forma de enterderlas y de vivirlas.

La etapa que empezaríamos la semana que viene sería la etapa del nuevo comienzo. Alessandra decía que esa era en la que yo debía ver que toda mi vida estaba cambiando y que debía comenzar de nuevo,, pero sin presiones.

Hablaba todos los días que tenía tiempo con mis abuelos, primos y tíos, pues la noticia corrió de boca en boca entre nuestra familia.

Matheo se había alegrado por mi y me había dicho que estaba orgullosos por lo que estaba consiguiendo, muchas de las veces en las que hablaba con él por videollamada, aparecían los chicos, incluido Eric, con los cuales me llevaba de maravilla, para hacer más divertida la conversación.

Con Gavi todo iba bien, era mi brazo derecho en todo esto, me apoyaba, me aconsejaba y me escuchaba.

Con Pedri, aunque no hable mucho de él, es una persona muy importante para mi. Tanto él como Fer, se habían preocupado por mí tras no saber de mí después de la cena del partido que jugaron el Milán. Comenzamos a hablar día a día y son un pilar fundamental para mi.

Aquella tarde-noche la pasé recogiendo un poco el desorden, pues mi amiga Giselle se había ido urgentemente de viaje para ver a su abuela a Inglaterra, de donde es ella, y me había tenido que dejar a su perrito Zuzu que era un diablillo.

Me fui a dormir no muy tarde con Zuzu siguiéndome.

A la mañana siguiente, me levanté como siempre, preparé la comida del Chihuahua y me lo lleve de paseo mañanero a la cafetería donde Alessandra y yo desayunábamos.

Cuando llegué me senté en la mesa esperando por mi amiga, mientras Zuzu miraba a su alrededor.

No pasaron más de dos minutos para que Alessa llegara súper emocionada.

- No sabes lo que me ha pasado.

Reí negando.

- Un tío guapísimo se me ha cruzado mientras venía para acá, me ha dado su número. -presumió.

Ambas no pudimos evitar reírnos por las situación.

Pasamos la mañana charlando.

Cuando volví a casa, me llamó Fer, que resulta que estaba cocinando, me habló de su día y me preguntó por el mío. Más tarde, Pedri se unió a la llamada desde su cuarto, del cual no quería salir.

Reímos y charlamos durante unas horas, hasta que mi abuela me llamó y tuve que dejarlos para atender la llamada.

Con la abuela solo hablé de mi, me preguntó si había comido, que hacía y cuando volvería a verlos.

Le dije que todo iba bien y que dentro de poco me tendría allí durante un tiempo.

La abuela solía viajar a menudo a Barcelona para saber que tal estaba Matheo, se quedaba algunos días allí con el abuelo parra vigilar a mi hermano.

Comí junto a Zuzu. Más tarde, Gavi me llamó e hicimos videollamada con Mario, Fermín, y Javi.

Nos reímos durante horas hasta que les dije que tenia que ir a hacer unos recados y a regañadientes aceptaron.

Salí a dar un paseo con Zuzu y a comprar unas cosas para la casa y cuando volvimos, ya era de noche.

Zuzu durmió de nuevo a mi lado mientras yo me veía una serie de Netflix.

Este era mi día a día desde que empecé con la ayuda.

Esta era mi nueva vida y mi nueva historia.

Algo me gusta de ti | ERIC GARCÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora