Fantasmas del pasado

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Barcelona

Cuando entré en casa los abuelos me esperaban bastante cabreados, primero por no contestarles al mensaje que me pusieron y segundo, por las horas.

Eric me había dejado a algunas calles de casa, pero no llegué hasta casi las doce. Había paseado un rato por el parque que teníamos en la urbanización para pensar y tomar el aire.

- Val, ¿en que quedamos con las horas?

- Lo siento.

Intenté subir a mi cuarto, pero su voz me dejó de piedra.

- Se estaría viendo con su novio. -dijo Matheo con tono irónico.

- ¿Tienes novio Val? - preguntó el abuelo.

Estaba cansada. Cansada de que se metiera en todo y me hiriera como siempre.

- Mira Matheo, he aguantado esto muchos años y nunca te he dicho nada por respeto, pero ya basta. ¿Sabéis porque he llegado tan tarde? -miré a los abuelos- Matheo me ha dejado tirada en el bar donde habíamos ido a tomar algo.

Mis abuelos miraron a mi hermano.

- Sabes perfectamente porque lo he echo.

Los abuelos me volvieron a mirar.

- Se ha enfadado porque estoy teniendo citas con un amigo suyo y Pedri ha soltado que me gusta. ¿Será eso un delito?

- Joder Val, es mi amigo.

- Lo se, pero es que no todo tiene que ver contigo. ¿Preferirías que fuera tu amigo o alguien que no conoces?

- Preferiría que no salieras con ninguno.

- Pero es que no todo tiene que ser como tú quieras. - lo miré muy cabreada.

- ¡Eres mi hermana!

- Tu también eres mi hermano y no me meto en tu vida, ni te prohíbo hacer cosas. Así que si vas a seguir así, será mejor que me vaya de aquí.

No esperé a escuchar su respuesta, solo subí a mi habitación y me encerré.

Ni si quiera bajé a cenar.

Busqué vuelo a Milán, pero después pensé que si lo hacía, él estaría ganando y consiguiendo lo que quería.

Luego me fui a dormir.

Era de madrugada cuando me levanté, Eric me había escrito hacía unas horas.

Miré su mensaje y no pude evitar sonreír como una tonta.

Me preguntaba que tal todo por aquí y me dejó caer una posible tercera cita.

No tarde en contestarle y decirle que quería una cita pronto.

Al menos antes de que Matheo volviera a la carga con su intento de terminar con mis citas.

Cuando me levanté los abuelos desayunaban en silencio en la isla de la cocina.

Me vieron llegar y me hicieron un sitio.

Solo comí unas fresas con un zumo de piña.

- Habla con tu hermano, Val.

Los miré, sus caras me decían que algo pasaba y no me lo estaban contando así que pregunté.

- ¿Que ha pasado?

- Matheo quiere que te vayas. Puedes venirte a Sevilla con nosotros si quieres, así estás con los primos.

Me quedé de piedra. Matheo era un egoísta y quería arruinarme la vida de nuevo.

Respire intentando tranquilizarme pero esto era mucho para mi.

Comencé a llorar con los abuelos que me abrazaron.

Después escuché un portazo y supuse que se habría ido.

Estuvimos un rato abrazados hasta que decidí subir a por mis cosas.

Antes de entrar a mi habitación miré de reojo el cuarto de Matheo.

Tenía que sacar algunas cosas de allí.

Entré sigilosamente, luego me di cuenta de que él no estaba.

Fui a su escritorio donde dejaba siempre sus cosas.

Y cogí la caja donde le había puesto todos los regalos, él siempre los dejaba ahí.

Cuando estaba apunto de llevármela alguien me cogió del brazo.

- ¿Que estás haciendo?

Me solté como pude y me aferré a la caja.

- Vengo a coger lo que es mío.

- Son regalos tuyos Val. Para mi.

- Eran para el hermano que me apoyaba en todo, no para el que me quiere echar de su casa. ¿Para esto querías que aceptara?

El me miró fijamente pero no dijo nada. Tome ese silencio como una respuesta y salí de su cuarto para encerrarme en el mío.

En cuanto entré a mi habitación, abrí el ordenador que seguía en la web de vuelos.

Compré el primero que encontré.

Volvía a Milan pero esta vez sin ninguna ilusión, pues estaba dejando de lado lo que yo quería para complacer a mi hermano.

Lloré en el baño para evitar hacer mucho ruido.

Luego empecé a hacer mi maleta y cuando la tuve echa bajé a la sala de estar donde mis abuelos me esperaban.

Me despedí de ellos y después salí de la casa de mi hermano.

Esperé dos minutos a que llegara el Uber que había pedido y tras ayudarme a meter las maletas nos pusimos rumbo al Prat.

Este tiempo había sido maravilloso junto a los chicos y me había dado tiempo de ver cómo sería mi vida cuando esté completamente recuperada, cuando consiga sanarme.

Cuando llegamos al aeropuerto, me pareció ver a Eric, o a alguien muy parecido a él.

Seguí mi camino hasta que, caminando por los pasillos del aeropuerto, le vi.

Era Eric, ¿de verdad?.

Iba con una chica, a la que abrazaba con ímpetu.

Dejé de mirar para no sentirme peor por mi misma. Después fui a buscar mi puerta de embarque.

¿Eric había jugado conmigo?

Quizá Matheo si tenia razón y no debía haberme implicado con uno de sus amigos, al final, es él quien lo conoce más.

Me lamenté, pero no me eche para atrás en mi plan de volver a Italia.

Solos suspiré intentado contener las lágrimas y cogí mis cascos para ponerme música.

No me había despedido de nadie. Ni siquiera de Gavi, Ferran o Ansu.

Ni siquiera de Ana, Roció o Sira.

Esas personas que se habían convertido en mi familia, y que al final yo estaba abandonando como siempre.

Fui de las primeras en montarme en el avión.

Cuando llegue a mi sitio no pude evitar llorar. Nadie me preguntó pues lloré en silencio y con las gafas puestas para que no me reconocieran.

Llore por la gente a la que quería y que estaba dejando.

Llore por la tristeza que me estaba consumiendo de nuevo.

Llore porque creía que me había recuperado.

Llore por tantas cosas que no me enteré de cuando llegamos a Milán.

Entonces bajé y Danila me esperaba.

No pude evitar el impulso de echarme a llorar en sus brazos.

Después de todo, él siempre me había apoyado desde que nos conocimos.

El era, junto a mis amigas, un pilar fundamental aquí en Milán, donde no tenia a nadie.

Estaba sola de nuevo.

Algo me gusta de ti | ERIC GARCÍADonde viven las historias. Descúbrelo ahora