tristeza...

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Checo sintió como si su pecho estuviera siendo apretado brutalmente. Era un dolor sordo e insistente que de alguna manera le producía ganas de llorar y gritar al mismo tiempo. Era la primera vez que pasaba por una ruptura. De cualquier tipo. Para él hubiera sido más fácil si hubiera sido una de esas rupturas dramáticas que no dejan lugar a ningún otro sentimiento que no fuese odio o ira. Sin embargo se había separado de forma completamente tranquila. Su novia desde que tenía quince años había sido la única persona a la que había amado. Tal vez, viéndolo de forma retrógrada, sus sentimientos por ella habían surgido de forma forzada, llegando a convencerse a sí mismo de que amaba a esa chica. Y llegó a amarla, claro que sí. Pero ahora, a sus veinte años, tuvo que darse cuenta de que eso ya había sido suficiente para su primera relación. Ya ambos habían cambiado demasiado, no eran más aquel par de adolescentes inexpertos, ya eran casi adultos, unos adultos capaces de darse cuenta de lo que implicaba una relación en la que ya él amor no tuviera la voz cantante. Ambos lo sabían, lo entendían, pero aun así no dejaba de ser doloroso.

Su primera vez había sido con ella, a los pocos días de hacerse novios, y ya a los cuatro meses de estar saliendo, se había convencido a sí mismo de que la amaba. Todo había fluido como miel desde entonces. Hasta que el tiempo se impuso y Checo se dio cuenta de que cuatro años juntos habían sido más que suficientes.

No lloraba tanto desde que era niño. Y, a lo largo de la noche, apenas durmió preguntándose por enésima vez si lo que había hecho era lo correcto. Si podría vivir con la culpa de haberla hecho llorar de esa manera. Alrededor de las seis de la mañana había logrado convencerse de que había sido la mejor decisión posible. Era mejor hacerlo así que continuar juntos hasta lastimarse, y ya lo habían empezado a hacer en sus más recientes discusiones.

Decidió levantarse entonces, sin ganas de salir pero sin ganas de seguir durmiendo tampoco. Su vida debía continuar, a pesar de que él estuviera estancado en un bache, confiaba en que él paso indetenible del tiempo iba a tirar de él hasta sacarlo. Se duchó y desayunó como si fuera un cuerpo sin vida. El espejo le devolvió una imagen distorsionada de lo que usualmente era Checo. El rostro apuesto y suave, de ojos marrones y sonrisa dulce había sido sustituido por un semblante pálido y ojeroso, incluso sus labios estaban resecos. Se sentía triste, inundado por la desagradable sensación de que todo era un sueño y, sin embargo, tenía que confesarse a cada rato que no lo era. Cuando se puso su bata de estudiante de medicina y agarró su mochila se preguntó por un instante como demonios iba a vivir su vida a partir de ahora. Sacudió la idea con un movimiento de su cabeza. Tenía que seguir adelante, no solo debía hacer lo mejor para ella, sino para él también.

Cuando llegó al hospital universitario, un poco más temprano de lo normal, su amigo Carlos ya estaba allí. Había llegado antes con la intención de estar ahí para Checo cuando él llegara. Ya sabía lo que había sucedido, Checo lo había llamado llorando durante la medianoche y se lo había contado todo.

—¿Cómo estás?- le preguntó al verlo, pero había poco en la cara de Checo que no contestara la pregunta por sí misma. Él solo se encogió de hombros. ¿Cómo iba a estar?

—¿Dormiste?- otra pregunta tonta. Carlos no sabía exactamente qué decir. Nunca había tenido que consolar a Checo, al menos no de algo tan grande como aquello.

—Un poco.- finalmente susurró Checo. Su voz reseca y apagada. Sin embargo apreciaba él esfuerzo de Carlos.

—Eso es bueno. - El chico se alegró al ver que su amigo al menos era capaz de hablar. —Deberías hacer todo lo posible por salir adelante. No me gusta verte tan apagado.

Checo se encogió de hombros, por el momento no había mucho que pudiera hacer al respecto.

—¿Qué vamos a hacer hoy por fin?- intentó desviar el tema.

—Oh, cierto. - Carlos pareció volver a la realidad, se notaba que ver a su amigo así también lo estaba afectando. —Hoy comenzamos el trabajo en la sala de Medicina Interna.

—¿Era hoy?- Checo lo miró confuso mientras empezaban a caminar hacia el ascensor.

—Si, Checo. Es hoy. ¿Vas a estar bien? Tendremos que trabajar con pacientes reales.

—Mientras no les moleste tener un estudiante con mala cara y ojeras de medio metro haciéndoles preguntas... Si, voy a estar bien.

Carlos lo miró de reojo, supuso que un poco de sarcasmo pesimista era mejor que nada.

—Si tú lo dices.

El resto del día logró pasar sin penas ni glorias. Checo sintió que era una lástima pues, algo que había esperado con ansias, ahora solo le resultaba tedioso. Les habían instruido sobre el trabajo en la sala, la atención a los pacientes, el protocolo a seguir y esas cosas. Sin embargo, Checo solo quería volver a casa, meterse en su bañera y no salir hasta que su cuerpo pareciera una esponja usada. De alguna forma estar tan deprimido lo ponía de mal humor. Tenía ganas de poder anteponerse a todo el asunto, superarlo, y volver a ser quien era antes. Aquel dolor en su pecho era demasiado molesto.

Pero no pudo.

La semana continuó su avance y él cada vez parecía estar más y más alejado de la realidad. Ya no lloraba, y dormía un poco más, pero seguía muy deprimido. No prestaba atención en la escuela y ya había cometido varios errores mientras le realizaba el examen físico a los pacientes o revisaba sus fichas médicas.

Durante el almuerzo del viernes, Carlos se sentó frente a él en la mesa y le dedicó una mirada iracunda.

—¿Hasta cuándo vas a estar así?

Checo lo miró algo sorprendido. Carlos solía ser muy calmado, era raro que le hablara a alguien con ese tono.

—¿Así cómo?

—Sé que lo que te pasa es algo difícil pero no puedes tirar tu vida por la borda así. Sé que estás triste y que la extrañas mucho. Pero recuerda que fuiste tú quien decidió terminar las cosas.

-¿Estás insinuando que debería estar dando saltos de alegría?- él tono de Checo sonaba duro.

—No te pongas a la defensiva, Checo. Eso no es lo que quiero decir, y tú lo sabes. Estoy hablando de tu actitud. Si tomaste una decisión que te pareció la más correcta, no debes andar tirado por los rincones sintiendo lástima de ti mismo. Date una oportunidad.

—¿Y se puede saber que propones?

—Salgamos este sábado, por la noche...

—No.- la negativa de Checo fue rotunda, ni siquiera lo dejó terminar la oración.

—¿Por qué no?- Carlos dejó caer su cubierto sobre el plato, se estaba empezando a alterar, pero aun así no iba a ceder tan fácil. —Dame una buena razón.

—Porque no quiero.

—Esa no es una razón. Te estoy diciendo que salgamos precisamente porque no quieres hacerlo.

—De verdad no tengo ganas, Carlos.- Ya Checo sonaba cansado, su comida estaba casi intacta.

—Mira, hagamos algo. Sal conmigo, adonde yo te lleve, te prometo que no será a ningún lugar extraño. Si resulta que la experiencia no te distrae entonces dejaré de insistir con eso y solo seguiré aquí para ti como un buen amigo. Piénsalo.-Carlos le dedicó una mirada aguda mientras entrecerraba sus ojos, consiguiendo que las comisuras de los labios de Checo temblaran un poco ante su graciosa expresión.

—De acuerdo...- Susurró. Carlos se apresuró a dar una palmada de victoria pero Checho lo interrumpió—...pero prométeme que no será nada raro.

—Claro, Checo. ¿Alguna vez te he metido en algún asunto extraño?

Checo solo lo miró de reojo. Su amigo Cherry tenía un doctorado en asuntos raros, de la índole que fuera, era un imán ambulante de problemas.
—Además...- Continuó Carlos retomando su almuerzo.—...Lando también va.

Genial, él imán de problemas 2.0. Checo rodó los ojos dándose por vencido. Sería una noche tediosa, pero si podía sacarse a Carlos de encima entonces no debería ser en vano él sacrificio.

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Espero que les agrade esta nueva adaptación, los tqm<3

Subiré actualización diariamente. Contará con 45 capítulos este fanfic.

White thrill; checlerc. AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora