olvida...

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Ni siquiera sabía por dónde empezar a vestirse. Miraba su armario y podía sentir como si su ropa lo mirara de vuelta preguntándose por qué les habría tocado vivir en el guardarropa de un chico como él. Checo no solía salir, eso era más que obvio, sin embargo Carlos había amenazado con ir a buscarlo y vestirlo él mismo si era necesario, así que para ahorrarse ese engorroso momento, lo mejor sería estar listo a tiempo. Finalmente se decidió por lo que le pareció más cómodo y adecuado. Ya se estaba terminando de vestir cuando sintió que alguien tocaba al timbre de su apartamento.

¿Carlos?

No. Aún quedaba tiempo para la hora a la que habían acordado verse.

El timbre volvió a sonar, una, dos incluso tres veces más. Insistentemente. Checo se dirigió hasta la puerta. Ya tenía más o menos una idea de quien podría ser. Cuando abrió, lo primero que notó fue él penetrante olor a perfume caro que se sintió como una bofetada en sus fosas nasales.

—Déjame adivinar... ¿Ya estás vestido?

El recién llegado se quitó las gafas oscuras y le dedicó a Checo una mirada a medio camino entre la decepción y la lástima.

—Hola para ti también, Lando .- respondió Checo mirándolo de arriba a abajo. El chico llevaba unos jeans negros, una camisa rojo vino. Incluso Checo tuvo que admitir que lucía genial. Pero claro, cuando eres británico de ojos verdes y delgado como un modelo de alta costura por supuesto que todo te queda de maravilla.

—Dime. ¿Planeabas salir así?- insistió Lando señalando su atuendo despectivamente con las gafas que aun sostenía en su mano derecha. Checo se miró a sí mismo.

—Sí. ¿Qué tiene?

Lando lo miró fijamente durante más de cinco segundos.

—No.- dijo finalmente entrando en el apartamento y tirando de Checo rumbo a su cuarto.

Checo simplemente se resignó en silencio. Sabía que ahora no iba a poder salir hasta que su atuendo no cumpliera con los extremadamente específicos estándares de moda de su amigo. Aunque eso sí, maldijo en secreto a Carlos, porque aunque era verdad que no había ido él a encargarse del asunto, había mandado a Lando que equivalía a lo mismo, o incluso peor.

Después de casi una hora de lucha, durante la cual el armario de Checo terminó vilipendiado, sus ropas regadas por todo el cuarto, algunas incluso en una pila que, según Lando, definitivamente tenía que tirar, lograron llegar a un consenso sobre lo que Checo iba a usar. Y esto incluía todos los demás aspectos como accesorios, peinado, zapatos, etc... Checo sintió que probablemente aquella hubiera sido la parte más agotadora de la noche.

Cuando agarró sus llaves, dispuesto a salir Checo notó que Lando se había quedado de pie en medio del living.

—¿Qué sucede?

El chico suspiró y, acercándose a él, lo abrazó con fuerza.

—Hace meses que no te veía, Checo.

La expresión de Checo se ablandó y lo rodeó con la mano que tenía libre.

—Carlos me contó lo que te pasó con Andrea.- continuó Lando. —Lo siento.

Una sonrisa amarga se dibujó en el rostro de Checo.

—Gracias, Lando. Yo también te extrañé.

—Eiii... No mientas.- Lando se separó un poco y lo miró, incrédulo.

—No me creas si no quieres.

—Vámonos, anda. - Lando lo sujetó por el hombro. —Te prometo que por esta noche te haremos olvidar todas tus penas.

White thrill; checlerc. AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora