Capítulo 20

1.3K 105 27
                                    


Esto ya se está volviendo frecuente, sentarme para esperar a Hunter. Emma está en la cocina preparando un café, pero sé que sólo lo hace para darme intimidad y estar atenta por si algo sale mal. No sé cómo acabará ésta situación. Escucho la puerta, tomo aire y me levanto para abrir, él no sabe que lo he descubierto. Cuando entra me envuelve rápidamente en sus brazos y me besa, me quedo tiesa para no devolverle el mismo afecto, mi traicionero cuerpo lo desea con todo su ser, estar entre sus brazos me tienta a olvidar todo por un segundo. Él nota que no respondo a su muestra de cariño, cuando se aparta y puede ver en mi rostro que algo anda mal.

—¿Qué sucede, preciosa? —pregunta entrando a mi casa para ver si alguien está adentro, cuando no consigue nada me vuelve a mirar.

—Necesito que tomes asiento —le ordeno, me sorprende que mi voz salga con tanta calma.

Él me vuelve a mirar, esta vez detallando cada parte de mi cuerpo esperando encontrar algún daño, pero hace lo que le pido.

Cierro la puerta, para prepararme, me doy la vuelta y camino sentándome junto a él. Emma y yo planeamos no decirle que ella se encuentra allí. Él piensa que estamos solos en casa.

—Preciosa, me tienes asustado ¿Dime algo? —vuelve a preguntar.

Que me llame preciosa me hace recordar otra vez en el diario, cuando escribió que me solía llamar así en su mente.

—¿Hunter, tienes algo que contarme?

Quiero darle otra oportunidad a ver si es sincero y me ahorra este interrogatorio y además las dudas que me generan sus mentiras.

—Por qué preguntas eso, te he contado todo —miente otra vez.

—¿Qué significa ésta foto? —pregunto sacando la foto debajo de la almohada de mi sofá. Cuando la ve todo cambia en él. Sus ojos proyectan un miedo aterrador, casi lo compadezco.

—No es lo que parece, Sara —asevera, tratando de tomar mis manos, pero no lo dejo.

—¿No es lo que parece? —grito, enfadada—. Que encuentro esto en tu casa y un diario dónde escribes sobre mí, como un enfermo. Que me conociste y no lo habías comentado. Me has dicho que eres sincero y es una puta mentira.

Nunca me imaginé hablarle así, pero estoy muy molesta.

—No quería que te enteras de esta forma. Te lo iba a contar.

—No me mientas, tuviste mucho tiempo de decirlo. Confié en ti, quiero que me lo expliques ahora, si omitir nada —contesto con vehemencia.

Le salen unas lágrimas y las seca rápidamente.

—No sé qué tanto leíste en mi diario, pero te contaré. Era un niño que sufría maltratos de parte de mis compañeros de escuela por ser gordo, tanto que no quería asistir más a la escuela. Pero todo empeoró cuando mi abuelo murió,  todo lo lindo se fue con él —respira con calma—, a partir de ese momento  me encerré en mi mismo y dejé de hablar,  no dejaba que nadie me consolara, mi madre quiso ayudarme, por eso me convenció de escribir mis días en un diario. Pasaron unos meses de mi aislamiento, hasta que finalmente mi madre me obligará a ir con ella a visitar a su amiga Isabel. Recuerdo que ese día estaba molesto por tener que escuchar a ambas hablar de repostería. Salí a tomar el aire, allí fue que te vi por primera vez. Sentí que mi corazón volvió a latir nuevamente. Ver a esa chica con su cabello salvaje negro, tan feliz de la vida —me vio como recordando ese momento —. Eras mucho mayor que yo,  sabía que nunca te fijarías en mí y que tenías novio, pero no me importó. Enamorarse no lo podemos controlar.

—Entiendo esa parte —lo interrumpo —leí que yo te abracé.

—Lo hiciste, sé que no lo recuerdas aún —dice con tristeza en su voz. Como si escucharlo de mí le doliera.

—¿Cuándo? —pregunto tratando de recordar.

—Fui varias veces a acompañar a mi madre para volver a verte, pero no apareciste más, sólo veía al chico que te beso y supuse que esa era su casa, no la tuya. Un día en la escuela me golpearon otra vez, no se lo dije a mi familia. Ese día tocaba ir a visitar a Isabel. Salí a llorar por la frustración de no poder defenderme y no me percaté que estabas allí en el frente de la casa de tu novio y me viste. Cruzaste la calle como si te hubiera llamado, me dió un poco de vergüenza  que me vieras así, no era la forma en que soñé conocerte—sonríe mirando mi rostro apenado —. Me preguntaste que me sucedía y para mi sorpresa te conté lo que me hacían en la escuela y cuando terminé me abrazaste. Fue el día más feliz de mi vida.

—Te recuerdo —susurro, interrumpiendo su explicación —Eras tú ese niño con preciosos ojos grises —digo soltando una lágrima.

Su cara cambia con una alegría en ella que no puedo describir.

—Sí, así me llamaste. Luego me contaste la historia del patito feo, me pareció infantil que me contaras un cuento, pero sólo por escuchar tu voz no te interrumpí. Me dijiste que, aunque todos se burlaran de mí, cuando creciera, sería el más apuesto de los chicos. Le Conté a mi madre esa tarde que quería que me ayudará a cambiarme de escuela y tener un nuevo comienzo, en lo académico siempre se me daba bien, sin embargo, en el deporte era fatal, trabajé y pude ser un chico más atlético y desde allí pude comprobar que eran ciertas tus palabras —finaliza.

—Me alegro de haber influido en ti — respondo con sinceridad.

Puedo recordar esa vez que vi a un chico llorando mientras esperaba a Henry en frente de su casa. No sabía como consolarlo y se me ocurrió narrarle ese cuento. Él me escuchó atentamente, era de la misma de edad que Christian, unos doce o trece años le calculé. Lo abracé y desde ese día no lo volví a ver.

—¿Y por qué no me lo contaste? Te hubiese recordado.

—No quería que me recordaras como ese niño feo, e inseguro.

—Eras un chico —contesto.

—No lo entiendes, es duro para mí.

—¿Me has espiado desde ese tiempo?

Tengo que preguntar esa parte.

—No, tenía años sin verte, hasta que me mudé y te reencontré. Era la vida poniéndote nuevamente en mi camino.

Guardé silencio tratando de ver alguna mentira.

—Sabes, lo que me duele de todo esto es la mentira. Te confié lo más grande que tengo,  mí hijo. Tenías que habérmelo dicho, no enterarme de este modo.

—Lo sé preciosa. Por favor perdóname —súplica con lágrimas en sus ojos.

Verlo llorar me confirma que está arrepentido.

—Necesito tiempo para procesar todo.

—De acuerdo, pero por favor no me saques de tu vida —pide poniéndose de pie y marchándose.

Verlo saliendo de mi casa de esa forma me asfixia, quisiera correr y besarlo. Pero me quedo sentada sin detenerlo.

Mi  Vecino Me Enloquece ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora