Capítulo 11

16.1K 1K 77
                                    

ㅡSí ㅡafirmó Freen. ㅡQuiero saber cuánto antes, todo lo que puedas conseguir. Cualquier información ㅡdemandó. Tenía al alfa en frente. ㅡNecesito absoluta discreción, nadie tiene que saber absolutamente nada. Lo que sea que averigües es conmigo. Y únicamente conmigo con quién tienes que hablar.

Su tono era severo. No había juegos, no había sutilezas. Joseph, el alfa que era bajo para su casta, asintió sin emitir ninguna palabra. Freen sabía. Confiaba en que pudiera llevar a cabo lo que le había mandado a investigar; la familia de Rebecca.

La Pelinegra, desde hace unos días viene recabando información sobre la familia de su omega. Algunas preguntas, algún nombre o lugar. Pudo sacarle algo, Rebecca es un poco reacia a hablar de ellos, pero por las noches, cuando la oscuridad las cubre con su manto de protección, luego de oírla sollozar en silencio, es cuando la menor habla. Cuando cuenta, cuando se quiebra, y es cuando Freen lo hace por dentro, también.

Necesita hacer algo. Lo que sea. Aun qué sea saber sobre ellos, qué fue o, que hicieron. Así que ahora, con una persona de confianza como Joseph y con los recursos de la empresa, pueden hallar un lugar. Un número de teléfono, una dirección. Lo que sea, Freen está desesperada por calmar el dolor de Rebecca.

Suspiró. Miró a su alrededor.

Se encontraba tapada de trabajo. Literalmente. Su escritorio había dejado de ser ese pulcro lugar, reluciente, para pasar a ser uno lleno de trabajo atrasado. Documentos que revisar, que releer, que reescribir y firmar.

Estaba cansada. Quería volver a su casa. Al que ahora era su hogar.

Sonrió.

Eran las 10 de la mañana, y quería el aroma de su hermosa omega. Quería esa esencia dulzona, esa que se queda impregnada detrás de su paladar cuando la besa, o cuando lame su cuello por las noches para que logre dormir, porque ahora le duelen los pies, y también la espalda. Y que llora porque su ropa no le queda, y tiene hambre a las 2:50 de la madrugada y no la quiere despertar. Que se contenta con cualquier cosa para comer a esa hora que Freen, con amor, se lo prepara.

Y es que ahora, con tres meses y medio, su pancita se nota más. Está más grande, y ya empiezan las molestias. Y sonríe, porque Rebecca la mira con ese amor bajo sus pestañas, y la mira como nadie nunca antes, como si fuera un súper héroe y Freen se siente así cuando la mira de esa forma porque no quiere que la mire de otra distinta, nunca jamás en la vida.

Bendice a las hormonas del embarazo que la ponen tan sentimental, porque la omega se deshace bajo su toque y es toda una mimosa andante y le demanda su cariño y si pudiera le daría la vida porque no se merece absolutamente nada menos que eso.

No puede más, necesita hablar con ella. Escuchar su voz y entonces decide llamarla. Toma su celular, y va directo a su contacto.

Tres tonos y Rebecca atienden su propio celular, y si, uno que Freen le compró para poder mandarse mensajes cuando están desocupada, o algún que otro audio. La omega es de los vídeos, y Freen ama que se grabe cocinando y se lo mande, que se grabe tocando el piano que le regaló y se lo mande, o que le hable desde el nido, lugar donde se pasa la mayoría del tiempo entre los cojines, y las colchas, los acolchados. De variados colores, y tamaños, donde se pierde entre los pliegues.

Desde que lo hizo, duermen allí todas las noches y cuando está cansada. Rebecca lo disfruta, y Freen disfruta ver que lo hace.

Freen se queda mirando cada uno, con una sonrisa boba cada vez que puede.

Ya no se lo pudo ocultar a Noey, porque, según sus propias palabras, la chismosa de Nam no se quedó callada y Varrokittkun se lo tomó a mal que no la incluyera para compartir que tiene una omega y que está esperando un cachorro, pero es que a Freen cuando está con Rebecca se le pasa el mundo por al lado, las horas desaparecen para ambas. Nada más existe, ni nadie.

BURDEL •Freenbecky•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora