Dicen que el mundo es tan grande como un pañuelo de papel. Que nada es tan inmenso, ni nada tan pequeño, que al universo nada se le pierde, y que muchas veces el pasado, que uno cree enterrado, nos golpea dónde más nos duele y dónde menos esperamos. Incluso en una gran metrópolis, como lo es la ciudad de Londres, donde dos puntos parecen totalmente alejados uno del otro... están a punto de colisionar, y tanto Rebecca como Freen tendrán que sortear los designios del azar, pero ésta vez el choque incluirá a alguien completamente inocente...
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Rebecca suspiró, ya con dolor de cabeza antes de entrar siquiera. Estacionó el auto frente al colegio de sus tres hijos más grandes. Era un viernes nublado, como siempre en esas fechas. La lluvia caía fina, y aunque parecía no ser la gran cosa siempre terminaba mojando si uno andaba sin paraguas bajo ésta. Corrió hasta la puerta, encontrándose con el suave murmullo de voces de adolescentes cada uno en sus propias aulas. Sacudió sus botas marrones, y entró.
La castaña fue convocada por el director del colegio —otra vez. Ya no se sorprendía, simplemente le molestaba que siguiera sucediendo. Le tendría que decir a Freen que hablara con sus hijos, puesto que se habían vuelto a internar en una pelea, en donde Richie había terminado —palabras del director —con un labio partido y la mano hinchada.
Su hijo mayor tenía ya 15 años, ya solo parece ayer cuando se enteró de que estaba embarazada en aquel oscuro baño gracias a un test que había comprado a escondidas.
La secretaria del director lo recibió, con una ceja levantada y una inclinación de cabeza invitándolo a entrar al despacho. Agradeció y, con un suave golpe en la puerta, entró. Se encontró con una cabeza castaña ya muy conocida y unos ojos severos que lo miraban con ansias.
Rebecca lo ignoró, dirigiendo su atención hacia su Richie que estaba sentado, con la cabeza gacha y un poco de hielo apretando en su mano. Le acarició el hombro, despacio, y llamó su atención.
—¿Te encuentras bien, Richie? —preguntó, y el menor asintió en respuesta. Rebecca tomó asiento a su lado.
—Ma, puedo explicar qué fue lo que sucedió —se apresuró a decir, buscando los ojos oscuros de su madre omega. Antes de que esta pudiera decir algo, el director, un beta, pidió que el menor se callara con un gesto y después le ordenó que esperase afuera.
De mala gana Richie salió a la sala de espera, y se sentó frente al despacho. Dejó de lado el hielo derritiéndose en su pequeña bolsa. En ese momento el timbre de salida se escuchó y el barullo corrió por los pasillos, para cuando todo se calmó pudo ver fuera de la puerta a dos personas más que conocidas, que la miraban con ojitos expectantes. Luego de varios minutos más de espera, Rebecca salió del despacho y se dirigió hacia el chico y le sonrió suave. Le acarició apenas el labio lastimado.
—¿Te duele aún? —el chico negó, mientras se ponía de pie y seguía a la mayor —el director dice que no te va a suspender, pero si te va a dar un par de amonestaciones, Richie —la voz de la omega no era molesta, lo que sorprendió al chico.
—¡Pero, mamá...! —explotó —estaba defendiendo a mis hermanos, no es justo —se quejó, llegando a la puerta y saliendo ambos. Primero Richie y luego Rebecca.
El ojimarron se encontró con sus otros dos hijos frente a la puerta, y todo lo que puedo escuchar fue un montón de palabras, de ambas, lanzadas al aire intentando explicar lo que había sucedido.
—Tranquilo, tranquilas. No los entiendo así, chicas. De a una... —hizo un ademán para ir hacia el pasillo a la salida, no sin antes besar la frente de sus gemelas.
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BURDEL •Freenbecky•
أدب الهواةSarocha Chankimha es una alfa, fuerte y segura, concurre una noche al burdel Petit Omega para culminar el día de su cumpleaños, casi obligada por su amiga de la vida, pero está está seguro que es mala idea. Lo que no sabe, es que conocerá a una ome...