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Harry estaba despierto desde las cuatro de la mañana, con un permiso especial de Quirón para que las Arpías no se lo comieran mientras estaba fuera de la cabaña para prepararse para la escuela.

Harry se había tomado el tiempo de leer cada uno de los libros que estaba por estudiar, sobre todo el de Historia de la Magia y Pociones, sentía que Pociones era muy parecido a cocinar en el sentido de que la manera en la que presentabas los ingredientes te daría diferentes resultados.

Harry odiaba cocinar, porque los Dursley lo había hecho cocinar toda su vida, pero la familiaridad del tema le traía una sensación de tranquilidad que no se esperaba, aunque ni siquiera creía poder ser bueno en el tema.

A las cinco y media estaba completamente vestido, su baúl fue llenado con sus camisas del campamento y pantalones tanto largos como cortos... pero no tenía nada más, aparte de su ropa de invierno. Estaba vestido con las antiguas ropas que había tratado de olvidar porque habían sido de segunda mano y demasiado grandes para él, su camiseta gris debajo de su camisa de franela a cuadros, sus pantalones al menos eran de su talla, se consoló.

Tal vez, después de terminar su primer año en Hogwarts, se iría al Londres muggle a comprar ropa de su talla, gastaría su dinero en algo realmente responsable, como había aconsejado la profesora McGonagall cuando le entregó la llave de su bóveda de fideicomiso.

Clarisse se había despedido de él la noche anterior, la hija de Ares era desagradable con la mayoría, pero a Harry lo trataba sorpresivamente bien, aunque era blanco favorito de los matones.

Bruce estaba con Quirón en la casa grande cuando Harry se preparaba para partir, lo abrazó y le revolvió el cabello con cariño, era el primer amigo de Harry, aunque le hubiese ocultado que era mitad cabra por un año entero.

Entonces Harry tomó entre sus dedos la primera cuenta que había recibido en el campamento y la giró dos veces, tomó con una mano su baúl y con la otra la jaula de Hedwig y suspiró.

—Andén nueve y tres cuartos.

La sensación de ser succionado por una aspiradora volvió con menos fuerza que antes, en unos pocos segundos, Harry se encontraba frente a una locomotora de apariencia antigua pero bien cuidada, los niños y adolescentes iban y venían, había algunos ya en la locomotora, asomándose por las ventanas para despedirse de sus familiares.

Harry se preguntaba... si Lily y James estarían ahí para él, si alguno de los dos lloraría porque se iba de casa para estudiar en el colegio al que ambos también asistieron, si se quejaría porque irse a Hogwarts en el papel de alumno había sido alucinante, pero en el papel de padre era doloroso y nostálgico.

Harry anhelaba aquello, aunque sabía que no podía tenerlo porque era un huérfano y a su progenitor inmortal no le importaba para nada, ni siquiera lo suficiente para ser reclamado como su hijo, para sacarlo de la cabaña once, de Hermes. De los niños no reclamados.

Harry anhelaba el día en el que pudiera ir a una misión tanto como anhelaba tener a sus padres mortales vivos, quería probarse ante su progenitor divino, mostrarle que era suficiente, que valía la pena tenerlo como un hijo.

Harry estaba teniendo dificultades para subir sus cosas al tres cuando dos niños pelirrojos se acercaron a él y le sonrieron de manera idéntica, uh, porque ambos eran, de hecho, idénticos.

—¿Necesitas ayuda? —dijo uno de los gemelos pelirrojos.

—Sí, por favor —dijo, de repente un poco tímido.

—Vamos Fred, hay que ayudar —dijo el niño que había hablado antes.

—¿Te quieres sentar con nosotros, compañero? —Harry sonrió por la palabra, en Estados Unidos era extraño que alguien dijese compañero, era más común escuchar tipo en su lugar, era tan Americano que a Harry le daba asco.

Mr. Lightning [Hiatus]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora