Ruggero.
—Ella no va a ir a una celda —aseguro.
Derman frunce el ceño de inmediato, sorprendido tal vez por la determinación de mis palabras. No es de su agrado y se nota.
—Hay una persona muerta —me recalca—. Eso es más que suficiente para que ella pise una celda mientras la investigan.
—Y eso no va a pasar.
—Es el protocolo cuando sucede este tipo de situaciones. Lo sabes.
—Y tú sabes muy bien que esa no era persona común. Era un delincuente que se metió a nuestra casa y se atrevió a amenazarla. Tú mismo viste las grabaciones de la cámara de seguridad —lo señalo—. Ella solo se defendió. Y si el tipo terminó muerto fue en defensa propia. No hay más caso que seguir.
—Quizás él la amenazó, pero cuando lo vio reducido no se detuvo. Te recuerdo que también la vi accionar el gatillo cuando el tipo estaba en el piso.
—¿Y qué querías? ¿Qué jugará a las luchitas o se pusiera a conversar con él? —pregunto irónico, y Derman me mira con mucho más fastidio. Lo tenía en contra mía—. Le estás echando la culpa a la víctima, lo que siempre ocurre en la sociedad.
—¿Qué es lo que hace la sociedad?
—¡Culpar a la víctima que se defiende!
—Yo no la estoy culpando, solo menciono los hechos. Pueden defenderse, lo sabes. Pero no pueden matar. No como ella lo hizo.
—¡¿Me puedes explicar que demonios querías que hiciera?! ¡Había un tipo en nuestra casa que la amenazaba!
—¡Pudo habernos llamado!
—¿Y esperar todo el tiempo cuando lo tenía al frente suyo? —murmuro irónico—. Claro, porque es lo lógico. Además, sabes muy bien que no puedes llevarla a una celda. Es vulnerable, los doctores lo dijeron.
—La estás cubriendo.
—Y voy a seguir haciéndolo —mascullo—. No me importa cuantas sean tus ganas por verla en una celda como si ella fuera un criminal, pero te juro, escucha bien te juro, que no voy a permitir que hagas eso. No me importa a cuantos abogados haya que pagar apara que tu estúpida idea se venga abajo. Ella no va a pisar una celda nunca en su vida.
Ríe bastante burlón, tanto que estoy a punto de tumbarle los dientes si vuelve a reírse.
—¿Vas a ocupar el poco dinero que tienes en una causa sin razón? Te recuerdo que ya gastaste demasiado en la bendita custodia de tu hija. A este paso terminarás en la banca rota, Pasquarelli.
¿Qué sabe él de lo que tengo y lo qué no?
—Sabes muy bien que ese dinero fue solo parte de mi trabajo policial. Eso no tiene nada que ver.
—Oh, si. Lo olvidaba. Tu familia es de las más influyentes del medio.
—Tal vez. No me va importat mucho usarlo a mi favor. Nunca lo he hecho pero no me va a importar usar lo que sea por evitar que la sigan lastimando.
—Suenas como un bendito héroe. O maldito. Da igual lo que seas —se pone de pie, como si nada aquí pasara, de lo más tranquilo—. Espero de verdad que todo tu poder y dinero sirva para que tu mujer no termine en la cárcel por asesinato. Las leyes no tiene preferidos y se cumplen con todos.
Maldito imbécil.
—Y quiero darte una recomendación —alardea cuando va de salida. Puede guardar sus recomendaciones en donde quiera—. Protégela de la prensa o se la comerán viva.
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DIOSA 3 | El hechizo final.
FanfictionNadie más que nosotros sabe cuanto nos dolió la despedida. La historia tormentosa nos persigue, pero ahora que he vuelto, ¿Lograremos escribir un final que nos guste?