Estiro mi cuerpo una vez más sobre la silla del escritorio.
Hoy ha sido un día muy cansado.
He recibido durante el día a 3 casos distintos, todos citados y cada uno con una magnitud más grande que el anterior, los cuales fueron mi recibimiento a mi nuevo trabajo.
Tuve que recibir a una niña con problemas de conducta debido al hogar con características agresivas al que pertenecía, a una madre de familia agobiada por el estrés de la familia y a una adolescente de 19 años que fue abusada por su hermanastro desde los 15 años, hasta que habló, denunció y fue encerrado en la cárcel gracias a todas las pruebas. Con todas y cada una de ella tuve charlas extendidas y con horarios ya programados.
Sin duda cada uno de esos casos era peor que el otro, y no por la magnitud de los problemas, sino por el sufrimiento de las propias víctimas.
Al menos, después de todo eso, me alegra saber que congeniáramos tan bien y que la confianza se formó bastante bien, lo suficiente como para que se sintieran cómodas y tuvieran la confianza de contarme lo que sentían.
Me gusta este trabajo y me gusta como lo estoy llevando. Para esto me preparé, para ayudar a personas que creen estar en ese hoyo sin fin, como alguna vez yo lo estuve. No estaba mal reconocer que estamos mal, o que aún nos faltan cosas por mejorar, lo que está mal es estancarnos ahí, sin pedir ayuda ni apoyo.
Miro al reloj colgado en la pared, el cual marca mi hora de salida y posterior relevo de Madeleine, la psicóloga del turno siguiente. Recojo todas mis cosas y las guardo, dejando todo listo para el día de mañana. Salgo del consultorio y tan solo he dado dos pasos cuando el teléfono suena en mi bolso.
Ruedo los ojos cuando veo el nombre marcado en la pantalla.
—¿Qué quieres Ezra? —pregunto al contestar
—No te emociones mucho, hermanita...
—No es para menos.
—¿Por qué?
—Porque últimamente eres tú el que me llama, y solo a pedir favores —blanqueo los ojos, fastidiada.
—Eso no es cierto.
—¿Miento?
Por el silencio que se forma sé que lo está pensando.
—Vale, tú ganas.
—Ya dime que quieres —pido un poco cansada.
—Necesito... que vayas al restaurante donde hice la reserva para la pedida de mano. Hay algo que debes hacer por mi.
—¿Y por qué no vas tú? —pregunto, confundida.
—No puedo, tengo una reunión en minutos, y la de recepción solo me colocó en el plazo de hoy.
—¿No le explicaste?
—Si, pero no es muy amable. Me dio la oportunidad de que alguien más fuera en mi representación.
—¿Y tenía que ser yo, cierto?
—Eres la única que lo sabe —explica—. No me digas que no, por favor.
—Pero tengo hambre... ¿has visto la hora que es? Es súper tarde y necesito comer.
—Te juro que será rápido.
—Ni siquiera tengo auto, y es hora pico —me quejo.
Necesito excusas válidas en este momento.
—Ruggero irá por ti al regreso. Ahora no puede porque estará en la reunión, pero a la salida puede ir por ti.
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DIOSA 3 | El hechizo final.
FanficNadie más que nosotros sabe cuanto nos dolió la despedida. La historia tormentosa nos persigue, pero ahora que he vuelto, ¿Lograremos escribir un final que nos guste?