Capítulo 17.

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No debería estar arreglándome tanto hoy. No debería tener casi media hora en el baño de la clínica, mientras me miro y doy vueltas frente al espejo.

Hoy he terminado temprano el trabajo y eso me ha dado tiempo a invertirlo en mi frente al espejo y encerrada en el cuarto de baño. Los pacientes que he tenido hasta el momento han sido bastante tratables, personas que si están dispuestas a recibir ayuda; y es por eso que el trabajo no se me dificulta tanto. En realidad estoy muy cómoda con todos ellos.

Doy vuelta una vez más, mirándome.

Frente al espejo soy muy bella. Pero debajo de la ropa ya no está la misma chica de la que se enamoro Ruggero. Hay muchos cambios y cosas distintas.

Horribles en verdad.

—Karol —se escuchan los golpecitos en la puerta a quien aludo es mi jefa—. Tu novio está afuera —¿mi... qué? —Deberías moverte rápido.

—¿Señora, Rebecca?

—Rebecca —corrige con un fastidio fingido.

—Rebecca —digo al abrir la puerta y verla—, él no es mi novio.

—Ah, ¿no? Pues se ve muy nervioso como si lo fuera. Parece que tendrá un colapso.

Sonrío al espejo.

Bueno, ya somos dos nerviosos.

Respiro profundo y me aventuro fuera del baño. Rebecca me mira con un sonrisa que sé que insinúa de todo, menos que Ruggero es solo un amigo. Dejo un beso en su mejilla despidiéndome de ella.

—Suerte linda.

—Gracias...

Pocas veces llego a coincidir en el mismo lugar con Sara, la psicóloga del turno de tarde pero esta vez lo he hecho, así que la saludo con la mano y sigo derecho mi camino a la salida.

Ahí está él, recostado en el capó del auto y viendo a Artemisa dar brincos a su alrededor.

—Creo que fuiste muy puntual —digo como introducción, frente a él—. Hola.

Lo primero que hace es dar una mirada disimulada por todo mi cuerpo. La simple acción me hace erizar la piel.

—Hola, para ti también —dice finalmente.

—¡Karooool!

El grito me lanza desprevenida. Arti se lanza sobre mi, abrazándome como si no me hubiera visto en años y sonrío correspondiendo su tierno abrazo bajo la atenta mirada de su padre.

—Me siento celoso —se queja.

—No lo hagas. Esto va a repetirse muy seguido.

Él esboza una pequeña sonrisa.

—¿Eso que significa? —dice sin borrar su sonrisa.

—Que debes tener cuidado y, que en cualquier momento te la quito —sonrío.

Claramente podría decir otra cosa. No lo sé, tal vez asegurar que nos reuniremos más veces que esta y que será más a menudo.

—¿Comerás con nosotros? —la niña me mira desde abajo, con su enorme sonrisa.

—No lo sé. No creo que haya algo de comer en mi casa cuando no he estado ahí en todo el día.

—Pero puedes venir con nosotros —ofrece su padre—. En casa Lucy cocina lo suficiente para una personas mas, ¿no quieres venir?

La naturalidad con la que lo dice me sorprende.

—¿E-estás seguro? —titubeé—. No quiero molestarte. Ni a ti ni a la señora.

DIOSA 3 | El hechizo final.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora