Capítulo 2.

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Ruggero.

Estoy agotado.

La vida adulta me está resultando muy difícil, pero no puedo hacer nada en contra de ella.

Cuando la alarma suena, y aún con la flojera encima de mi cuerpo me obligo a levantarme despacio hacia el baño para poder bañarme y alistarme para el trabajo.

Trabajo.

Bendita palabra.

Casi media hora después por fin estoy vestido como se debe y parece que tengo una cara con menos sueño.

¿A quién engaño? Sigo viéndome fatal. Trabajar hasta muy tarde es agotador.

—Señor, buenos días —Lucy me saluda amable desde la cocina—. ¿Lo mismo de siempre?

—Buenos días, Lucy —murmuro—. Y si, lo mismo de siempre, por favor.

Asiente tranquila mientras se mueve por toda la cocina preparando el desayuno. Me siento uno de los taburetes listo para degustar.

—Aquí tiene —tiende la taza de café cargado y las tortillas de queso que me gustan tanto desde que las prepara para mí.

No podría vivir sin eso.

—Gracias.

Me sonríe y después se retira para seguir haciendo sus labores.

—Creo que hoy será un día cansado para usted —murmura sin dejar de ordenar—. Tiene cara de estrés puro.

—Ya ni me lo digas —me quejo—. Todos los días son agotadores. Más aún cuando hay nuevos miembros en el equipo.

—Si sirve de algo, usted es un gran hombre. Y todo lo que tiene es gracias a su trabajo, así que supongo es un buen reconocimiento y motivación para que no se detenga.

—Lo sé, Lucy. Es cansado pero hay recompensas.

—Así es.

Sonrío poniéndome de pie para dejar los platos sucios en el lugar del lavadero. Tomo mi saco y acomodo el reloj en mi muñeca.

—Debo irme, Lucy —aviso encaminado hacia la puerta—. Ya sabes, llevas a Arti a la escuela y si algo sale mal no dudes en avisarme, ¿de acuerdo?

—Claro que si, señor.

—Bien, eso es todo. Nos vemos en la noche.

Me despido de ella y camino hacia la cochera para sacar el auto. Subo tranquilo y antes de conducir me permito estirarme en este. En serio necesito más horas de sueño. Ahora mismo quiero matar a todo el mundo.

Mientras conduzco bostezo alrededor de unas cinco veces. Paso varias señales y semáforos, hasta que al fin estoy fuera de la empresa. Me encargo de colocar la alarma al auto y sin prisa camino hasta la entrada. Lo bueno de llegar temprano es eso. No hay presiones.

—Buenos días, señor Pasquarelli —la recepcionista se pone de pie de inmediato apenas me ve.

—Buen días, Amanda —le saludo—. ¿El señor Agustín ya ha llegado?

—Oh, no. En realidad dijo que llegaría algunos minutos tarde. Pidió que lo disculpara por ello.

Genial. Voy a matarlo.

¡Yo también pude haber llegado tarde!

—¿Y Ezra? ¿Tampoco ha llegado?

—Él ya está en camino. Llegará en menos de diez minutos.

Suspiro.

—Bien, estaré en la oficina revisando algunos detalles de los contratos con los inversionistas. Si alguno de ellos llega o el nuevo inversionista lo hace antes me avisas de inmediato y preparan la sala de juntas, ¿está claro?

DIOSA 3 | El hechizo final.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora