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La oscuridad es un vacío, una imagen que no tiene principio ni fin dentro del universo, creada con un propósito desconocido pero necesario por más que cause conflicto. Omnipresente en todos los sentidos.

Que existe por el sueño del sol y el renacer de la luna, generando sensación de terror y soledad a quien abrace; pero para algunos, conforta, llena de solitud.

Eso era para Karai la oscuridad, un lugar donde puede moverse con libertad, asechando a su próxima presa para clavar sus dientes sobre su indefensa piel.

Y ya tenía su vista fijada en alguien.

Una luz solitaria se encendió de golpe mostrando a un hombre de bata blanca y gafas rotas amarrado en una silla, un moretón sobre su pómulo que enrojecía y parecía palpitar. Sus ojos parpadearon molestos por la presencia de la luz y no fue hasta que logró aclimatarse que procesó en donde estaba, parecía ser un viejo taller, olía a aceite y con la luz lograba ver siluetas de herramientas montadas sobre la pared, asustado empezó a intentar zafarse de las apretadas cuerdas, moviendo su cuerpo como serpiente.

— Si yo fuera tu me quedaría quieto, Christian Radcliff. — la voz gélida de la mujer hizo que todo movimiento cesara, escuchándose desde las sombras.

El pecho del hombre subía y bajaba, con miedo, aterrado de lo que fuese a hacer esa mujer desconocida.

— Qué vas a... ¿Qué es lo que quieres? — respondió el investigador, su voz temblorosa.

— Tu sabes perfectamente lo que quiero, Christian, información acerca de ciertos alienígenas. — entre sus dedos se podía divisar un pequeño destello plateado. — ¿Donde tienen el mutageno?

Christian se quedó en silencio. El hombre a sus 45 años era investigador para el área del pentágono y era el responsable de mandar actualizaciones de importancia hacia la Casa Blanca cuando era necesario, fue en una de esas expediciones que Karai lo secuestro.

Desde la invasión Kraang algunas naves que no alcanzaron a ser absorbidas a tiempo por el portal se quedaron varadas en la tierra por fallos en su mecanismo, gracias a Dios que únicamente las naves sobrevivieron al impacto, y fue entonces cuando al saquearlas en busca de piezas útiles el clan del pie encontró el primer vial de mutageno, desde entonces buscaron en las pocas naves que quedaban restos de aquel poderoso químico antes de que el gobierno las descubriera todas y tomara la tecnología alienígena como patrimonio material de que Nueva York sobrevivió al ataque de los aterradores aliens.

— No tengo idea. — dijo entre dientes.

— Mientes.

— No.

— Entonces no te importará que te quite uno o dos dientes. — las luces sobre ella se encendieron, entre sus manos sujetaba una pequeña daga decorada con una esmeralda en el centro del mango.

Estaba sentada sobre una silla, Christian tragó saliva, tan solo pensar en que aquella mujer sería capaz de mutilar su boca sus encías empezaron a doler.

— No miento, ¡lo juro! Yo... carajo, ¡no estoy mintiendo!. — tartamudeaba desesperado, su mirada fija en la mujer mientras se movía en un intento de aflojar las cuerdas.

La asiática se levantó de la silla sin esfuerzo y empezó a caminar, el sudaba al oír el repiqueteo de sus botas con cada paso.

Una sonrisa llena de seguridad y arrogancia curvaba sus labios rojos mirando satisfacción el miedo que ejercía sobre aquel pobre hombre.

— Odio a los mentirosos, pero, te daré una segunda oportunidad.

Radcliff temblaba y aguantaba su respiración, la daga acariciaba suavemente su mejilla derecha pasando desde su oreja, hasta su barbilla, terminando sobre su labio inferior haciendo que su boca se abra ligeramente por el miedo.

𝑨𝒛𝒖𝒍 𝒅𝒆 𝑴𝒆𝒅𝒊𝒂 𝑵𝒐𝒄𝒉𝒆 ┤ʟᴇᴏɴᴀʀᴅᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora