12.

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— Esto es inaudito.

El hombre con piercings en sus labios y cejas caminaba de lado a lado sin ir a ningún lugar, únicamente gastando la suela de sus zapatos.

— Sam, ya.

— Pero, ¿cómo es posible que la policía te descuide así? ¿¡cómo es posible que la policía deje que ese maldito escape!?

— Sam...

— Voy a hablar con ese tal policía Jones, haré que te escolten todos los días al bar y a tu casa y que un investigador privado te siga, es que de verdad...

— ¡Samuel Collins!

Finalmente silencio, las palabras del menor cesaron, su respiración agitada hacía que su pecho subiera y bajara intentando calmarse al ver los ojos marrones suaves que le brindaba su jefa y amiga, Samuel pasó una mano por su rostro intentando recuperar el sosiego perdido.

— Escúchame, ¿sí? No hables. — dijo calmada Amelia. — Estoy bien, fue únicamente un roce con la bala, le di su merecido al tipo y la policía finalmente los capturó. El oficial Jones llamó y dijo que mantendría una o dos patrullas rondando el bar a ciertas horas para evitar que más personas quisieran atentar algo contra mi o ustedes, ya me hice cargo de todo y sí, ya hablé con mis padres, ya me dieron su sermón.

— Pero... — fue interrumpido nuevamente.

— Pero nada. Samuel, tengo 26, se cómo cuidarme por mi misma, no tienes que preocuparte tanto, lo mismo va para ti, Marie. — grito la chica para que la francesa la escuchara.

Los tres estaban reunidos en el departamento de la chica, los había juntado para discutir el planeamiento del Bar y una de sus vendas se aflojó asomándose sin invitación por la camiseta manga larga que tenía, fue difícil evadir el tema así que optó por decir la verdad y contar la historia, evadiendo a sus cuatro amigos verdes.

— Sabemos que lo eres Amelia, pero somos tus amigos, nos preocupamos por ti. — la rubia salió de la cocina con tres tazas de té oolong dejándolos en la mesa para café de la sala. — Y si nosotros no nos preocupamos, ¿quién lo hará? Tampoco has dormido bien por estar en el bar.

Era cierto, desde hace varias noches había tenido problemas para dormir, no solo por el bar, si no por el pánico de estar sola; gracias a los acontecimientos pasados el estar sola la hacía sentir extremadamente vulnerable, pequeña, siempre buscaba cosas que hacer para aliviar sus pensamientos o simplemente se metía dentro de las cobijas hasta que se quedaba dormida hasta altas horas de la noche por la inseguridad carcomiendo su cuerpo y mente.

Había pensado en ir con un especialista en el tema, pero de nuevo su actitud de "estoy bien, no necesito ayuda" se metió en su camino de conseguir ayuda.

— Déjanos cuidar de ti cómo tú has cuidado de nosotros, es lo menos que podemos hacer. — dijo Samuel para sentarse al lado izquierdo de la chica acompañado de Marie en su lado derecho.

— Así es, ¿porque no el sábado te cubro yo? No tengo pedidos para esos días y Sam puede ayudarme. — Marie tomó una de las tazas paseándoselas a la dueña del bar.

Amelia sonrió para no llorar, no sabía lo que había hecho en esa o en otras vidas para haber tenido amigos tan maravillosos, la chica dio un sorbo a su té antes de dejarlo sobre la mesa y abrazar con fuerza a sus amigos con cada brazo.

— ¿Qué haría yo sin ustedes, niños? — rió la mujer restregando sus mejillas contra la cabeza de ambos.

— Lía, no eres tan mayor. — acompañó Marie mientras reía.

Los tres amigos compartieron una tarde agradable, riendo y conversando de temas fluctuantes divertidos para ellos hasta el ocaso, donde Marie y Samuel tuvieron que irse irremediablemente, dejándola a ella sola en su hogar.

𝑨𝒛𝒖𝒍 𝒅𝒆 𝑴𝒆𝒅𝒊𝒂 𝑵𝒐𝒄𝒉𝒆 ┤ʟᴇᴏɴᴀʀᴅᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora