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(Capítulo narrado por Samuel)

Eran las tres de la tarde y el calor dentro de mi auto lentamente se apaciguaba al manejar, revisaba los espejos viendo a los auto que me rodeaban, viviendo en Nueva York con este tráfico de locos uno tiene que estar al pendiente de todo cómo si tuviera otro par de ojos, en especial cuando la mayoría de personas parecía que manejaba con los pies.
Revisaba los mensajes de vista desde mi teléfono sin preocuparme por responder, Marie a veces se preocupaba demasiado por la puntualidad hasta el punto de llegar mucho antes de la hora acordada o terminar proyectos mucho antes de su fecha límite, me encantaría tener esa habilidad, pero a veces me gustaría que no se preocupara tanto. Su rostro se ve más bonito cuando está sonriendo.

Al llegar a su local suspire y baje de mi auto para entrar, una campanilla me dio la bienvenida al abrir la puerta y de inmediato la voz de Marie alcanzo mis oídos.

— ¡Bienvenido a Chocolat Blanc! En que le puedo... ¡ah!, Sam, eres tu, llegaste muy rápido. — Marie alegre bajó las escaleras cargando un par de cajas sobre sus brazos, lucían livianas. — Solo son estas cajas de tejidos que tengo que enviar por correo, eso de abrir una pagina web para mi negocio y hacer envíos nacionales me sirvió bastante, las ventas nunca han estado mejor.

— ¿Te lo dije o no te lo dije? Luego que quieras expandirte de manera internacional me dices y te ayudo con las adecuaciones y el diseño, tal vez Amelia nos ayude para abrirlo a países hispanohablantes.

Seguimos conversando acerca de su negocio mientras le ayudaba a cargar las cajas de pedidos a mi auto, bromeando con ella acerca de lo fuerte que era al cargar dos cajas de tejidos. Las acomodamos en el auto y nos dispusimos a ir a la oficina de correos.

Durante el camino puse una de las playlist que hice para Marie, un gusto que tengo hacía mis amigos, hacerles playlist porque aunque compartamos una neurona entre los tres tenemos gustos bastante diferentes, R&B, Hip-Hop y Reggaeton.

La conversación iba lenta, como el embotellamiento diario de la ciudad de Nueva York.

— ¿Ya sabes a quien vas a invitar a la fiesta de Halloween? Ya se acerca. — Hablé mirando de reojo a la rubia, la cual negó con la cabeza en respuesta.

— Tal vez solo me quede en la sala de descanso y haga tejidos. — respondió subiendo sus hombros sin más remedio.

Rodé mis ojos con un suspiro al escuchar sus palabras, así era siempre con las fiestas del bar, Marie encerrada en la sala de descanso a menos que la necesitemos como ayudante, pisé el acelerador ligeramente avanzando en el tráfico.

— Deberías animarte a, no se, sacar a alguien a bailar o mínimo hablarle. — con la mano derecha empujé ligeramente su hombro.

— Mira quien lo dice, Don Juan, ¿y porque tú no invitas a nadie? — respondió ella devolviendo mi acción.

Sonreí, claro que lo intentaba, pero la persona que quiero no va a la fiesta y prefiere quedarse trabajando, además de que para ser de Francia, la supuesta ciudad del amor, está ciega ante mis intentos de coqueteo.

— Tal vez lo haga, si vas tú, me animo yo. — la sonrisa que escapó de sus labios fue tan pegajosa que me hizo reír a mi.

— Lo pensaré.

Nos quedamos en silencio un par de minutos, Marie se veía algo intranquila, jugando con sus dedos y entreabriendo la boca como si quisiese decir algo importante que le carcomiera el pensamiento, iba a preguntar que era lo que le pasaba por la cabeza, pero ella fue mas rápida en hablar.

— ¿Crees que Lía invite a Leonardo? — dijo emocionada la francesa.

— ¿El de seguridad? Nah, escuchaste lo que dijo, solo es algo profesional, si lo invita fue porque contrató sus servicios. — subí mis hombros girando el volante.

𝑨𝒛𝒖𝒍 𝒅𝒆 𝑴𝒆𝒅𝒊𝒂 𝑵𝒐𝒄𝒉𝒆 ┤ʟᴇᴏɴᴀʀᴅᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora