27.

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¿Recuerdan la primera noche que tomaron alcohol?
No, no esa primera cerveza que tomaron con su familia. Esa noche de descontrol con sus amigos, la primera vez que vomitaron por el alcohol, entumecidos por el mareo y esa resaca del día siguiente que dolía hasta el alma.

Leonardo, aunque era un mutante y su sistema inmune era mejor que cualquier humano, estaba pasando por los mismos síntomas.

Sus ojos cerrados con fuerza, su bandana sobre ellos, aflojada, parecía tener el corazón en la cabeza por lo mucho que palpitaba haciéndole tensar la quijada; su mano estaba sobre su frente intentando aliviar un poco el malestar que sentía dando masajes a su sien, seguramente se iría en pocas horas si bebía agua gracias a su gran recuperación, pero en ese momento parecía no querer separarse de él.

Los recuerdos de la noche anterior estaban borrosos, lagunas mentales atormentaban su mente junto al dolor de cabeza, no podía ni hacer el esfuerzo de recordar que es lo que había hecho. Sentía una curiosa sensación en sus labios, un leve cosquilleo presente sobre los mismos cada vez que pasaba su lengua para remojarlos.

Lentamente y quejándose en todo el camino se recostó en su costado para así sentarse lentamente sobre su cama, su bandana cayó con suavidad al rededor de su cuello al detenerse para poder acostumbrarse al horrible pulso de su cabeza. Sus ojos tardaron en enfocar con la poca luz que se colaba y cerca de su cama pudo ver una caja de pastillas y una botella de agua, agradecía en silencio a quien fuese que le dejó aquel pequeño regalo.

Tomó la caja y sacó una pastilla con manos temblorosas, la colocó sobre su lengua y bebió la botella de agua por completo, sintiendo su paladar limpiarse de aquel sabor amargo que sentía en su boca, aún después de haber bebido toda la botella sentía su lengua seca, necesitaba más.

Suspiró, y al jalar aire nuevamente por la nariz un aroma delicioso cosquilleó su labio inferior, era picante y condimentado, suficiente como para hacer su boca salivar y abrir su apetito olvidando por algunos segundos su dolor de cabeza. Con cuidado se levantó de su cama arreglando su bandana sobre sus ojos y salió de su habitación sin más.

Conforme sus pasos cansados caminaban a la cocina el olor se hacía más fuerte y el sonido de las ollas burbujear y el agua hervir llegaba a sus oídos. La escena lo dejó sorprendido.
Amelia usaba un camisón grande que cubría hasta la mitad de sus muslos, su cabello estaba atado con un broche de flores de cempasúchil, uno que recordaba habérselo visto junto a su vestido tradicional, estaba revolviendo algo en una olla, parecía un tipo de sopa rojiza con carne y algunas verduras entre eso.

La mujer levantó su cabeza y al verlo ahí parado sonrió apretando un poco la comisura de sus labios como si aguantara reírse.

— Buenos días, ¿cómo estás? — dijo ella para después volver la vista a la olla.

— Siento que están martillando mi cabeza con un pico. — respondió el líder recargándose en la pared.

La mujer rió suavemente y tomó la taza del líder para servirle un poco de té Oolong.

— Toma, lo caliente ayuda a quitar la resaca, y también lo picante. — la mujer se acercó a Leonardo pasándole cuidadosamente la taza en sus manos.

Estando cerca, Leo pudo notar los restos de maquillaje negro que tenía la mujer al rededor de sus ojos, no se veía mal, simplemente parecía que tenía ojeras y un delineado al rededor de los ojos, sus labios aún estaban algo rojos por el labial que había usado la noche anterior.

— Prepare algo de comida mexicana, es la mejor cura para la cruda, incluso mejor que la medicina. — dijo Amelia probando el caldo del pozole. — Tuve que salir para conseguir un par de cosas, no sabes lo difícil que fue encontrar la salida.

𝑨𝒛𝒖𝒍 𝒅𝒆 𝑴𝒆𝒅𝒊𝒂 𝑵𝒐𝒄𝒉𝒆 ┤ʟᴇᴏɴᴀʀᴅᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora