Capítulo 14

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La boda

El regreso de Marcia a México tenía un objetivo en específico y lo había dejado bastante claro: sus hijos. Sin embargo, ahí estaba a punto de volver a convertirse de convertirse en la señora Lombardo, una vez más.

9:00 am

- Marcia, tía ¿estás bien? – pregunta recargada al umbral de la puerta observando a la pelirroja.

- Sí Alba. Ya voy. – dijo mientras se observaba al espejo, quedando de nuevo sola en su habitación.

Alba había llego a la Ciudad un día antes del casamiento. Iñaki logró conseguir su libertad, por lo que la pelinegra decidió mudarse con Marcia quien a este punto ya se había cambiado a un departamento, todo con la intención de ayudarle con la investigación, además de que todo el tiempo que compartieron juntas en la cárcel, se tomaron mucho apreció. La joven también ex presidiaria veía a la ojiverde como la madre que siempre deseo y su mejor amiga.

Mientras seguía observándose al espejo, una rabia la invadía. Después de que Esteban la abandonó en prisión, juró que nunca más derramaría una sola lagrima por él, sin embargo, eso era lo que llevaba haciendo desde que regresó, y no solo eso, sino que estaba a horas de convertirse de nuevo en su esposa ante la sociedad, porque ante dios seguían casados, pero para ella eso ya no tenía valor, él rompió su promesa el día que desconfió de su amor. Sin darse cuenta ya estaba derramando lágrimas, así que las secó bruscamente, suspiró pesado, tomó su bolso y se dispuso a salir de la habitación para emprender camino al registro civil.

- Marcia ¿estas segura? – preguntó Iñaki que había llegado de España junto a Alba.

- ¿Podrían ya dejar de preguntarme si estoy bien o si estoy segura? – respondió molesta – Si no fuera así no lo estuviera haciendo.

- Lo siento Marcia, pero creo que hay otras formas de conseguir estar cerca de tus hijos. – expresó el hombre.

- ¿Ah sí? ¿Cómo cuáles? – le dirigió una mirada firme al español. – No estoy dispuesta a compartir con ellos unos cuantos minutos de tiempo y a saber cada cuánto porque te recuerdo que aún sin saber la verdad, no soy santa de su devoción.

- Bueno ya, no hay que discutir y ya vámonos que se nos puede hacer tarde ¿no? – interviene Alba tomando de los hombros a Marcia – Vale, que yo no sé cómo se manejan los tiempos aquí.

Durante el trayecto al registro, Marcia se encontraba pensativa viendo el camino por la ventana. Si el día de su primer matrimonio con Esteban le hubieran dicho que veintiocho años después se encontraría en la misma posición no lo hubiera creído, pues ese día se encontraba llena de emoción, estaba ilusionada y enamorada, y ahora se encontraba ¿triste? ¿enojada? sí y ¿enamorada?... se cuestionaba su sentir cuando le entra un mensaje del moreno:

- Ya estoy aquí.

- Muy bien, en un momento llego. ¿Tienes tu testigo?

- No, me pediste que no dijera nada a nadie.

- Pues busca a alguien ahí en el registro. Sin testigo no se puede llevar a cabo el trámite, Esteban.

- Sería lo mejor...

- Imbécil. – respondió para ella misma.

- ¿Todo bien? – pregunto el abogado pues había escuchado lo que la ojiverde dijo.

- Sí, todo bien. – le dio una sonrisa rápida.

[...]

- Ya estoy aquí. – dijo llegando al registro.

Esteban se encontraba de espaldas, cuando volteó quedó atónito al ver a la abogada, la elegancia y sensualidad predominaban en su estilo de vestimenta.

- Hola. – saludó

- ¿Conseguiste testigo? – preguntó – Ay perdón, no los he presentado. – se percató de que Iñaki y Alba estaban detrás de ella. – Esteban, ella es Alba, mi amiga y ex compañera de celda – los presentó.

- Mucho gusto, Esteban Lombardo. – le ofrece su mano.

- Hola, mucho gusto. – la estrecha.

- Y él es Iñaki, mi abogado, mano derecha y mejor amigo. – dijo mirando al español con una sonrisa que no pasó desapercibida por Esteban.

- Hola. – saludó Esteban haciendo un gesto con la mano, a lo que Iñaki solo opto por hacer el mismo gesto de la mano sin pronunciar palabra.

- Entonces... ¿conseguiste? – le vuelve a preguntar.

- No tuve a quien llamar. – encoge los hombros.

- A ver... - observa a su alrededor – Iñaki... - ve al abogado.

- ¿En serio, Marcia? - pregunta y la abogada encoje los hombros – Ni lo pienses, yo no me puedo prestar a esta farsa. - Marcia suspiró y el empresario solo se dedicó a observar con el ceño fruncido al abogado, rápidamente captó que él no solo quería ser amigo de su prometida.

Una vez que Marcia consiguió un testigo para Esteban, bastaron unos minutos para que el juez les llamara. Marcia, Alba, Esteban y el hasta hace unos momentos el desconocido Aarón, pasaron al cubículo para llevar a cabo el trámite.

- Ciudadano Esteban Lombardo Fuentes ¿acepta a usted a la ciudadana Marcia Cisneros Díaz como su esposa? – pregunta el juez.

- Sí, acepto. – respondió mientras miraba a la ojiverde y ella mantenía la mirada en un punto fijo.

- Ciudadana Marcia Cisneros Díaz ¿acepta a usted al ciudadano Esteban Lombardo Fuentes como su esposo? – le pregunta.

Marcia voltea a ver al Juez, luego a Alba y por último a Esteban a quien le mantiene la mirada por unos escasos segundos - Es por mis hijos- pensó, para luego responder: - Sí, acepto. – dice soltando todo el aire que estuvo conteniendo sin darse cuenta.

Luego de la pregunta pasaron a firmar el acta correspondiente, colocarse los anillos para dar finalizado el trámite.

- Por el poder que me conceden las leyes de México, los declaro marido y mujer. Señor Lombardo, puede besar a su esposa.

Ahí estaban una vez más, convertidos en marido y mujer. Una vez que el juez pronunció esa última oración, Esteban se giró sobre sus pies para quedar frente a frente a la pelirroja, Marcia sentía como si su corazón se fuera a salir del pecho, estaba nerviosa, a pesar de que ya había pasado por esto y conocía a Esteban, no podía evitar sentirse como una adolescente cuando tenía sus primeros acercamientos con el chico que le gusta; fue ahí donde comprendió todo. El amor que un día le tuvo a Esteban, que ella misma creía muerto, ahí seguía, quizás no tan latente como antes pues estaba lastimada y desilusionada por todo lo que el moreno había hecho, pero ahí estaba.

Sin pensarlo dos veces, Esteban puso sus manos en el cuello de la abogado para acercarla y le plantó un beso en los labios; desde aquel día en que la había besado en el despacho de su casa, se dio cuenta de lo mucho que necesitaba besarla, por lo que no perdería la oportunidad de hacerlo cada que se pudiera y menos ahora que era su esposa. Así es, se iba a aprovechar.

Ese beso tomó desprevenida a la abogada por lo que tardo en corresponder, pero una vez reacciono, siguió. Fue un beso tierno lleno de nostalgia, se podía percibir deseo, pero, sobre todo, amor...

La MadrastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora