Capítulo 31

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Dudas

Muchas veces hemos escuchado la frase "la sangre llama" o algo como "el llamado de la sangre". Esto hace referencia a los lazos emocionales con familiares, que son conexiones profundas y poderosas que trascienden con la distancia y el tiempo.

Estas conexiones las sentía Hugo. Desde que conoció a la que ahora dice ser su madrastra, sintió algo muy especial con ella, como si la conociera de toda la vida. La sentía tan familiar, su voz, sus ojos... había algo en ella que desde que la vio por primera vez supo que marcaría un antes y un después en su vida.

Después del atentado que sufrió Marisa, algo se activó en él; comenzó a maquilar miles de teorías con las posibilidades del por qué alguien quiso hacerle daño a su madrastra.

¿Tendrá que ver con su pasado? ¿Será algún tipo de venganza? Eran algunas cosas que se cuestionaba.

No estaba nada lejos de la realidad, al contrario; lo único que le impedía tenerla en sus manos, era que no tenía los datos completos, pero pronto se encargaría de averiguarlo.

- ¿Qué te tiene tan pensativo? – pregunta entrando a la oficina.

- Estaba pensando en lo ocurrido esta mañana. – responde recargándose en el respaldo de su silla.

- Por cierto, ¿cómo está la señora Marisa?

- Bien, ya en unas horas le dan el alta. Lucía y yo iremos a recogerlos. – informa.

- ¿Tú y Lucía? – lo mira con asombro - ¿Qué no la odiaban?

- Odiarla como tal, no; simplemente pues estábamos molestos, o sea, nunca habíamos visto a mi papá con nadie, y en mi caso particularmente, se me hacía... se me hace extraño que su matrimonio con mi papá haya sido así tan repentino, que nunca nos dijeran nada y bueno. – suspira.

- A ti te preocupa algo más, ¿no es así? – indaga.

- Siento que alguien quiere hacerle daño a Marisa. – confiesa – Quizás alguien de su pasado. Sabemos que estuvo en la cárcel, ¿por qué? no sé y no me interesa, pero, ¿y si lo de su atentado tiene que ver con eso?

- ¿Y por qué no buscamos información de ella en la base de datos? – sugiere – podemos comenzar con los registros de los presidiarios de las cárceles de ¿España?

- Sí, España. – responde procesando.

- Yo tengo contactos allá, si quieres puedo pedirles ayuda. – ofrece

- Sí, solo que no tengo sus datos completos. – voltea a ver su celular que había vibrado.

- No te apures, seguro con su nombre se puede encontrar algo. – comienza a buscar el contacto.

- Omar, me voy. Lucía ya está llegando para ir por ellos. – se levanta – Hermano, muchas gracias, neta te voy a deber una.

- No hay de que, me saludas a Marisa y Esteban.

Definitivamente que Hugo y Omar comenzaran a indagar sobre el pasado de Marisa Jones, no sería nada bueno para Marcia, porque no solo se trataba de su hijo, sino también el hijo de Nicolás, su supuesta víctima.

[...]

Las palabras no eran necesarias para saber que las cosas no estaban bien entre Marcia y Esteban, la tensión se encontraba palpable en aquella habitación de hospital. Mientras ella se cambiaba la bata de hospital por su ropa, él la esperaba pacientemente sentado, cuando sus hijos llegaron.

- ¡Hola! – asoma la cabeza - ¿y la señora Marisa? – pregunta entrando

- Se está cambiando. – se acerca a ella y le da un beso en la mejilla.

- Oye pa, Hugo se quedó esperando a estacionar el coche cerca de la entrada y cuando venía para acá me encontré con el doctor de tu esposa, me pidió que te dijeras que tenías que pasar a recepción a firmar el alta y otras cositas. – le informa.

- Esta bien, voy y vuelvo. Cuida a Marisa. - pide.

- Sí papá – ríe. Le daba un poco de ternura ver a su papá tan al pendiente de su esposa, se le notaba el amor que sentía por ella, lo que hacía preguntarse si habrá sido así con su madre.

- Tú papá siempre de exagerado. – dice saliendo del baño, sacando de sus pensamientos a la castaña.

- ¿Cómo está? ¿cómo se siente? – pregunta acercándose a ella.

- Ya como si nada, solo la raspada de las rodillas y manos, pero nada que una buena pomada no alivie pronto. – sonríe.

- Me da gusto, la verdad si me asusté mucho. – la mira con los ojos aguados.

- Mi niña... - se acerca para abrazarla – Estoy bien, lamento haberte hecho pasar por esto. – acaricia su cabello mientras la enrolla entre sus brazos.

Su corazón se emocionaba y daba vuelcos de alegría al sentir así de cerca a su hija; aquella joven que se mostraba reacia ante su presencia, ahora se permitía demostrar la noble y sensible personalidad que poseía.

- He estado bajo mucho estrés – continua – así que supongo que eso tuvo que ver. – le sonríe cuando ella se endereza.

- Bueno, pero tiene que bajarle el ritmo. – advierte – Puede delegar tareas y trabajar desde casa, además, me ofrezco para ayudarle, tengo tiempo libre en las tardes. – mueve las cejas de arriba abajo, gesto que le roba una risa a la abogada.

- Bueno, solo porque tú me lo pides. – le acaricia la mejilla.

- ¿Lista? – pregunta entrando.

- Sí Estaban, vámonos. – responde seria, algo que no pasó desapercibido por Lucía.

Durante el trayecto a casa, ninguno mencionó palabra, todos estaba inmersos en sus pensamientos y en ese sentimiento de duda; ese sentimiento tan natural de la experiencia humana que nos hace cuestionar y examinar las cosas más a fondo, y no solo eso, también genera confusión, ansiedad, inseguridad e indecisión.

Llegando a la mansión Lombardo, Esteban, Hugo y Lucía, se encargaron que la abogada se pusiera cómoda en su recamara para que descansara lo que restaba del día. Una vez se aseguraron que así fuera, dejaron a la pareja de esposos solos.

- ¿Quieres que te traiga algo de comer? no comiste mucho en el hospital. – ofrece.

- Gracias, no tengo hambre.

- Marcia... - se anima a tomarle la mano – lamento que todo esto esté pasando, no imaginaba cuán grande era la magnitud de todo esto y lo peligroso que podía ser, pero lo que más lamento es ser yo el culpable. – baja la mirada.

- Esteban, tú no tienes la culpa de lo que está pasando. Los únicos responsables son ellos. – respira profundo. Inevitablemente no pudo evitar desconfiar de él, las palabras del español aun resonaban en su cabeza.

¿Y si él es el que está detrás de todo esto?

Realmente nunca lo creyó capaz de cometer algún delito, mucho menos un asesinato, pero después de saberlo capaz de abandonarla y de mentir descaradamente durante veinte años a sus propios hijos, no le sorprendería que su querido marido fuera capaz de sobrepasar los límites de la cordura.

La duda no la dejaba en paz, y como si de vomito se tratara, las escupió.

- ¿Dónde estuviste en la mañana? – pregunta.

Esteban sintió la desconfianza en sus palabras, y fue como recibir una daga directo al corazón. Ahí se dio cuenta que Marcia jamás podría confiar de nuevo en él, y dudó realmente en si valía la pena continuar intentando recuperarla si ella no estaba a dispuesta mínimo a permitirle que le demostrara su amor.

La MadrastraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora