Capítulo 13

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Contexto II. Razones.

Mientras Marcia se dedicaba a encontrar pruebas de su inocencia, en la casa de la familia Lombardo, todo era un caos. Miles de emociones invadían a los integrantes de la familia después del regreso de la pelirroja, y más del repentino compromiso de ella con Esteban.

Una noche, el patriarca de la familia se encontraba en su despacho cuando Hugo entró para charlar con él.

- Papá ¿podemos hablar? – pregunta entrando.

- Toma asiento. – señala la silla enfrente de su escritorio.

- ¿Cuál es el verdadero motivo por el qué te casas con Marisa? – soltó.

Esteban conocía a su hijo, sabía que cuando algo se le metía a la cabeza, no había poder humano que le quitara esa idea, y el hecho de que él estuviera indagando mucho sobre el tema, es porque sus razones tenía.

- ¿A qué se debe la desconfianza? – responde con otra pregunta entornando los ojos.

- Es que papá, se me hace extraño todo esto, muy repentino y... - hace una pausa pues duda si contarle sus verdaderas razones.

- ¿Y? – lo incita a hablar. Hugo decide no hacerlo y evadir ese punto.

- Mira pa, me rendí respecto a que no te cases con alguien más, ya sea Paula, Marisa, quien se te dé la gana. Solo te pido que, por favor, no permitas que ella pretenda ocupar el lugar de mi mamá en esta casa, respeta y haz que respete su lugar. Mamá es mamá y sé que, aunque no esté físicamente aquí, ella significa mucho en esta casa. – dijo con lágrimas en los ojos. – De mi parte no le daré ningún problema a la señora Marisa, pero tampoco esperes que me lleve increíble con ella y seamos amigos o algo por el estilo porque aun siento que las cosas entre ustedes son turbias, y bueno... - encogió los hombros

- Agradezco tu comprensión, hijo. Me alegra ver que eres un hombre maduro capaz de escuchar y comprender a los demás, pero ¿hay algo más? – el empresario notó que había algo que le hacía ruido a su hijo, no al grado de quitarle el sueño, pero si estaba guardándose algo.

- No pa, es todo. – respondió.

- Ojalá tu hermana fuera capaz de hablar así conmigo. Desde la vez que Marisa y yo anunciamos nuestro compromiso ella no me habla, está encaprichada en que no me case y cuando me acerco a hablar con ella siempre terminamos discutiendo y... - suspira y Hugo sonríe.

- Te entiendo, a veces mi hermana es algo reacia y necia, pero pa... habla con ella, primero va a gritar, soltar quejas, echar cosas en cara, pero escúchala, en algún momento se va a calmar. Pregúntale cómo se siente, que piensa, no esperes que ella te lo diga así nada más porque seamos sinceros, no eres muy cercano con ella... - le dijo para levantarse y salir del despacho.

"No eres muy cercano a ella..." esas palabras quedaron rondando en su cabeza. Era verdad, desde que tenía la duda de que Lucía no era su hija, se apartó de ella, en sí lo hizo de sus dos hijos, pero de Lucía más. Le daba miedo que, si resultaba cierto que esa pequeña de ojos grandes, vivaz y capaz de hacer con él lo que vinera en gana, no resultaba suya, le partiría el alma y pensaba que no sabría cómo actuar ni tratarla.

Esa misma noche que platicó con Hugo, Esteban lo hizo con Lucía. Iba saliendo del despacho dispuesto a ir a su recamara para dormir, cuando de reojo observa a su hija sentada en el sofá viendo el retrato de su supuesta madre llorando, por lo que decide que era tiempo de hablar con ella, ya que, si esperaba a que se "diera el momento", nunca iba a pasar.

Tranquilo y sin prisa se acercó a su hija tomando asiento a su lado sin decir nada. Lucía había notado que venía hacia ella y bajó la mirada a sus manos, no tenía intenciones de discutir, por lo que solo iba a dejar que él hablara, pero sorprendió a que solo se sentara junto a ella guardando silencio, así que ella fue la primera en pronunciar palabra.

- No voy a permitir que nadie tome el lugar de mi mamá. – dijo en un tono neutro aun con la mirada baja.

- Esta bien. – respondió el moreno.

Lucía frunció el ceño, su papá normalmente hubiera respondido grotesco o dándole la contra. - ¿Es todo lo que vas a decir? – volteó a verlo.

- Sí. Hija... yo entiendo tu posición, el amor que le tienes a tu madre, créeme que no es mi intención suplantar su lugar, tampoco lo es de Marisa. – respondió viéndola a los ojos.

- Pero ¿cuál es la necesidad papá? O sea... ¿tanto la amas? – preguntó desilusionada. El problema de Lucia se encontraba en qué tal vez su padre no amó tanto a su mamá, que posiblemente aún estando con ella quería a Marisa.

- Sí... - respondió dudoso pues es algo que se preguntaba él mismo.

- Es que... no sé qué siento, me da como rabia pensar que tu amor por ella se ha mantenido todos estos años porque, no puedes decir que te enamoraste de ella en el poco tiempo que lleva aquí a menos que... ¿la frecuentabas antes?

- No. No, no, no... - responde.

- Entonces... la amabas aun estando con mamá – dijo con un tono de desilusión.

- No Lucía... suspira colocando un brazo detrás de ella para traerla a su pecho. – yo amé mucho a tu madre y te consta. Esto es distinto, que ni yo sé cómo explicarlo. Solo sé que el regreso de Marisa movió mi mundo y que quiero estar todo el tiempo con ella. – explicó mientras envolvía a la castaña con sus dos brazos.

- Entiendo. – se separa de su abrazo – Papá, solo te pido que le exijas respeto por la memoria de mi mamá ¿sí?, tampoco esperes que yo la trate super bien, sea servicial y así, porque eso no va conmigo, no soy hipócrita. – dijo secándose las lágrimas.

- Te lo agradezco, y perdóname, te juro que no es mi intención lastimarlos, aunque eso es lo único que he hecho estos últimos años. – sonríe nostálgico con lágrimas en los ojos.

- No te preocupes pa. Yo sé que tienes tus razones y aunque no las conozco, las entiendo. – le regala una sonrisa sincera.

- Eres maravillosa, Lucía; de verdad, perdón. – deja escapar las lágrimas para después fundirse en un abrazo con su hija.

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