Capitulo 1

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-¡No, no me lleves por favor!-Pedía una voz aterrada. -¡Esto es tan repentino...déjame en paz!
-¡Súplicas! Es algo típico en los humanos antes de partir.-Le respondió una voz tan intensa que provocaba sumirse en ella al escucharla.-Siempre encuentro las mismas reacciones en los que me llevo; miedo, negación, arrepentimiento, incredulidad, sorpresa, mal agradecimiento, inconformidad.-Se acercó más a ella dejando ver unos ojos penetrantes y una mirada aterradora. -Pero tú pareces tenerlos todos juntos en tu mirada.-Analizó burlándose de ella no solo con su tono de voz, si no con sus manos al señalarla.-El camino es muy largo, ya te acostumbrarás a la idea de tu nuevo destino.
El lugar fue absorbido por un ambiente muy pesado, una energía incomprensible, un olor demasiado fuerte y unos destellos que se apoderaban de los sentidos.
De pronto, apareció una inmensa oscuridad arriba que se adueñaba de la poca luz en aquel bar, era perceptible apenas para los más cercanos. Todo provocado por el ser que recién había llegado.
Sandra, la chica aterrada por su aparición, intentando luchar contra el nerviosismo y por la sofocación, hablaba con esfuerzo.
-Ha pasado muy poco tiempo, no hubo muchos cambios desde entonces, sigo vacía y sin sentido-Respondió Sandra mientras retrocedía de la barra golpeando su vaso y provocando que se derramara la bebida.-¡Esto no puede ser parte del pacto!
El diablo se alejó un poco de ella permitiéndole un poco de alivio. Se sentó en una silla vacía junto a ella y miró hacia arriba como si estuviera cansado o aburrido.
-Yo cumplí mi parte, si con lo obtenido no fuiste capaz de lograr la felicidad, no es asunto mío.
Relajó su mirada para contemplar el lugar. Las personas bailaban, reían, bebían, se besaban, todo para distraerse y entretenerse.
Observaba mientras recordaba que él en algún momento recurrió a eso para pasar el rato en su eterna vida.
Sandra comenzaba a sentir como el aire le faltaba, como si su ser o la vida misma estuvieran siendo arrancadas del propio cuerpo.
-¡Por favor...no lo hagas!
Intentaba suplicar, no era fácil mostrarse firme ante la presencia de un ser así y más por la situación que enfrentaba.
La sudoración por el susto se hizo presente y aunque intentaba mantenerse de pie, sus piernas temblaban constantemente.
-Dame más tiempo, no ha sido suficiente. Tengo que solucionar muchas cosas...ser feliz.
Las personas en aquel bar se distraían de sus actividades divertidas para mirar a una chica que aparentemente hablaba sola en la esquina de la barra, pero no solo eso, parecía exaltarse cada vez más. Mostrando incluso pánico en sus acciones.
Tanto hombres y mujeres habían alabado su hermosura y su porte. Una mujer como de 1.65 metros de altura, cabello castaño, ojos grandes color miel, nariz afilada, boca pequeña y delgada, tez blanca, con unas expresiones tiernas pero de autoridad que resaltaban claramente. Su rostro, con rasgos finos por completo, era muy hermoso. Su cuerpo lo conformaba una cintura completamente formada y pequeña, senos y glúteos atractivos, delgada y con porte, un cuerpo muy bien desarrollado. Su fina y lujosa ropa se componía de un vestido de noche color plateado muy bonito, con unas flores de estampado y un brillo notorio, era muy ajustado lo cual hacia cumplir el cometido de resaltar partes sensuales de ella. Tenía un corte en la espalda que te invitaba a seguir mirando aunque lo vieras de reojo. En los hombros, un pequeño abrigo obscuro que los cubría. Los zapatos eran el complemento perfecto para aquella combinación, tenía tacones de 10 centímetros, muy coquetos. Tenía un peinado moderno con crepé, se hacía tratamientos 2 veces por semana que lo hacían lucir fuerte y brillante con ese hermoso tono castaño.
Parecía una chica inalcanzable, de esas que son muy exitosas en la vida, que lo han logrado todo, con muchos pretendientes y que la lista aumentaba a donde quiera que fuera.
Ni el más atrevido, ni siquiera un don Juan, se había atrevido a hablarle esa noche por estas razones.
Una mujer que incluso parecía de pocos amigos ya que mostraba liderato en su esencia. Esto hacia referencia al verla sola el tiempo que había pasado aquella noche en ese bar ubicado en la Ciudad de México.
Pero ahora la perspectiva cambiaba por completo, las personas empezaban a creer que estaba loca o drogada. Lo segundo no era poco común verlo en aquellos lugares.
Incluso las personas en mesas no tan cercanas empezaban a darse cuenta debido a que los gritos traspasaban la fuerte música.
La idea de una mujer gritando como si alguien le estuviera haciendo algo, despertaba el morbo de todos. Daba la impresión que alguien le estaba dañando o haciendo algo malo.
-¡Déjame en paz!-Seguía gritando ahora con mayor intensidad.-¡Largo de aquí, no me iré contigo!
-Lo repetiré una vez más.-Respondió esa voz penetrante mientras bebía un trago. Lo hizo sentándose ahora en el aire, como si levitara o como si la gravedad no le afectara.-Tu tiempo ha terminado en este mundo y vengo a reclamar lo prometido en el pacto.
-Ese pacto debe ser inválido.-El nivel de fuerza en sus respuestas no bajaba.-Mi vida sigue siendo igual de miserable que aquel día.
-Haré un resumen de ese pacto mientras disfruto de este trago antes de llevarte.
El imponente ser sacó una hoja de color rojo con un brillo plateado muy deslumbrante, lo sacó de su elegante saco negro. La tomó con ambas manos mientras lo desdoblaba calmadamente y al hacerlo se dispuso a dar lectura.
"Contrato del pacto con el diablo:
El día 3 de enero del 2021 Sandra Esquivel Herrera solicita una audiencia con el diablo invocándolo a través del ritual "Factoría" Prestando su habitación para el encuentro dado a las 3 a.m.
En la reunión pide ayuda para convertirse en una mujer reconocida por sus talentos y obtener mucho dinero de ello, ofreciendo en garantía su alma.
Dicho acuerdo constituye que, al momento de morir, pasará su alma a ser totalmente propiedad del ser que se lo consedió...(osea yo).-Hizo una pausa para señalar la hoja en una sección específica.-Y aquí tenemos tu firma hecha con sangre, lo cual lo hace totalmente legal.
El abominable ser disfrutaba con el sufrimiento que provocaba al leer los contratos y como engañaba a las personas para que los firmaran.
-Cabe mencionar que yo no interfiero en la vida ni me meto con el destino de la muerte. Yo solo espero el día y voy a reclamar lo mío.-Disfrutaba realmente de su bebida, le causaba placer pasarla por su garganta.-Puedo curar enfermedades, dar dinero, hacer parejas, cambios de identidad, dar información, elevar su nivel de humanos, darles control de muchas cosas en este mundo, aunque casi siempre piden las primeras 3. Son tan predecibles los humanos.-Hizo otra pausa para disfrutar de su trago mientras se movía en el aire, un grado más aún de lo visto la primera vez.-Yo no puedo dar más días de vida ni meterme en ese proceso, es tu hora de partir y yo soy el único que debe venir por ti ya que abandonaste toda opción que otro espíritu lo hiciera y te lleve al lugar de descanso, todo por haber firmado este contrato.
-¡Espera!-Dijo razonando un poco más.-Si, tengo dinero y fama. Eso es verdad, pero no como yo lo esperaba.-Juntó sus manos para tomar valor y enfrentar al ser.-¡Eso es trampa!
-Las palabras son poderosas herramientas, una escritora como tú debería comprenderlo, ¿No?
El diablo seguía mofándose de ella mientras terminaba su trago. Al parecer solo Sandra podía verlo y oírlo. A él no le importaba pasearse y disfrutar del plano de los vivos a su antojo.
-El contrato nunca especificó fechas y detalles de lo que harías con tu dinero o fama. Seis meses después ha llegado tu muerte y vengo a llevarte conmigo para usar tu alma. No es mi culpa que con dinero siguiera tu vida triste y miserable como hace meses, yo cumplí mi parte.
-¡Pero eso debía entenderse!-Respondió gritando mientras jalaba su cabello.-Si alguien da su alma es para ser feliz en esta vida, no para tener una miserable como la mía. ¿Qué más infierno merezco que esto?
-No tienes idea del dolor en el infierno...-Contestó tan seriamente mientras mostraba una sonrisa macabra apenas visible de perfil.
Un aura de color negro se asomó de su cuerpo como anunciando la obscuridad del lugar donde venía.
Los gritos no cesaron durante varios momentos y el cantinero se acercó por fin a Sandra para ver que estuviera bien. Sus gritos y conversación ya era tan perturbadora que los demás clientes se estaban inquietando.
-Señorita, ¿Se siente bien?-Preguntó tomando sus precauciones de espacio pues no quería ser agredido.
Sandra escuchó al cantinero y se percató de las miradas de los demás y le hicieron reaccionar inmediatamente. Se calmó un poco creyendo que estaba imaginándose todo y que seguía en el bar al que había llegado horas antes para intentar distraerse.
-Si, todo bien gracias, solo estaba sacando el estrés en una llamada telefónica con mis manos libres. -Intentó mostrar una sonrisa para oirse creíble.-Pero como hay mucho ruido alcé la voz un poco.
-Entiendo señorita.-Aún seguía desconcertado.-¿Gusta cambiarse de lugar? Tenemos una zona especifica para las llamadas lejos del ruido, puede ir ahí.
-Estoy bien gracias, la llamada terminó hace un momento.-Sandra intentaba verse un poco más calmada e hizo una petición. -¿Puede servirme otro trago y seguir conversando conmigo?
El cantinero, ahora más desconcertado pero encantado por la invitación de tal mujer, no se pudo negar a la petición.
Descuidó un poco a los demás clientes para centrarse en la hermosa mujer.
Él lo estaba disfrutando demasiado aunque era evidente que no era alguien muy entretenido.
Aprovechó el tiempo para conversar del trabajo y cosas sin importancia. Aún con esos temas sin interés, Sandra no se alejó ni interrumpió en ningún momento, solo se concentraba en su voz para evitar pensar en el oscuro ser que estaba a un lado de ella.
Seguía escuchando la conversación deseando que al mirar nuevamente, el ser del infierno ya no estuviera ahí.
-Sigo aquí Sandra.-Volteó para la silla de a lado y corroboró que no se estaba imaginando nada...el escalofriante ser seguía ahí.-No me iré sin ti.
Al escucharlo, se llenó de temor nuevamente y sin importarle más el cantinero y su conversación, corrió hasta el otro extremo del bar para intentar no ver a ese ser.
Llegó a una sección donde personas bailaban. Se mezcló con los que ahí estaban, pensando que el grupo la escondería.
-Nadie puede escapar de mi vista, puedo ver a todo el mundo. Cada persona aquí. Sus sufrimientos y ambiciones, ese es mi pasatiempo.
Sin voltear, Sandra caminaba entre las personas que bailaban música electrónica. Se colocó en el centro mientras los demás seguían en lo suyo. No les importaba compartir la pista con ella, aunque desconocían que trataba de esconderse.
El diablo estaba atrás de ella siguiendo cada paso que daba.
Esta vez y con poca luz en esa zona, se veía más tenebroso que en la barra. Su rostro no eran tan visible, las luces de colores en pocos momentos atinaban a partes de este ser. La ropa negra que llevaba lo hacía imperceptible. Lo único reconocible era el cabello y el resto del cuerpo que no estaba cubierto con el traje. Su figura mostraba un brillo rojo momentáneo y unas escamas grises en algunas partes visibles que lo hacían ver muy extraño y escalofriante.
Se vestía con un traje negro como un humano bastante elegante, pero esas partes de su cuerpo mostraban lo que en verdad era.
-Por ejemplo, puedo ver a ese novio tuyo por el que hiciste todo esto.-Habló con una voz tan penetrante que opacaba a la misma música del lugar.-Quisiste ser rica y famosa para apoyarlo por esa mala situación económica y... ¿Cómo te lo pagó?... Dejándote por tu compañera sin dudarlo. Tu corazón fue traicionado y esa nobleza ¿De qué te sirvió?-Caminaba lentamente por el aire provocando una energía extraña mientras lo hacía.-Él seguirá vivo mucho tiempo, disfrutando con ella gracias a lo que hiciste. Mientras que tú hoy partirás sin llevarte nada y quedarás sumida en el olvido.
Sandra trataba de tapar sus oídos pues la intensa voz venía acompañada de recuerdos dolorosos que en ese momento le hacían sufrir demasiado.
Se movía constantemente por el grupo de personas que estaban ahí, lo cual empezaba a desconcertarlos ya que lejos de bailar solo se metía entre ellos cada vez con más desesperación.
El estrés que sentía era tanto y se acumulaba al grado que nuevamente no pudo más y gritó.
-¡Déjame en paz!
Corrió nuevamente al otro extremo del bar, sin comprender aún la obstinación de ese ser por adquirir lo prometido y la oscuridad a la que Sandra se había hecho acreedora por sus acciones.

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