Capitulo 30

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El trayecto 

El cielo ya comenzaba a mostrar sus destellos de luna, aún muy débiles pero con certeza eran luminosos, grandes, capaz de perderme viéndolos todo el trayecto. 

Este lo realizaba todos los días para ir de regreso a casa. 

Eran destellos tan hermosos que sin duda era lo único que llamaba mi atención mientras se apoderaba de mi el sueño producto del cansancio y aburrimiento de mi jornada laboral. 

El camión en el que me transportaba hacia un ruido chillón que no me dejaba conciliar completamente el descanso, era muy agudo y al estar recargado entre el respaldo del asiento y la ventana lograba escucharlo detenidamente. 

Las voces de los demás pasajeros eran casi nulas, quizá mi mente no quería escucharlas o que todos querían dormir al igual que yo.

Había pocos pasajeros aunque casi todos los lugares estaban ocupados, sólo uno permanecía vacío y era el que yo tenía a un lado. 

Sin ningún compañero junto a mi fue posible ocupar espacio de ambos asientos para lograr una posición más cómoda. El mirar por la ventana era mi distracción para no quedarme dormido, pero al pasar unos minutos al fin cedí. 

Mis ojos se abrían en pequeños lapsos de tiempo y miraba pequeñas luces azules por la ventana, como si envolvieran a todo el vehículo ferozmente. Pero nuevamente no tomaba importancia y volvía a cerrar los ojos para dormir, claramente con la preocupación siniestra de no pasarme de mi parada.

—¡No puede ser!—Un grito logró despertarme.—¡Estamos condenados!

Desperté de golpe y de inmediato me incorporé de mi gran poción cómoda e intenté descubrir quién daba el grito y el motivo de este.

—¡Debemos detenerlo!—Seguían los gritos de desesperación.—¡Esta es una desgracia! 

Ahora lograba percatarme que el grito venía de la parte delantera del vehículo y que todas las personas se habían levantado para ir ahí. No lograba entender el motivo de la angustia de los pasajeros pero la gran mayoría corrían desesperados al asiento del chófer. Al ver esto, también fui a ver qué pasaba.

—¡Es inútil, no se detiene!—Se unía la voz de hombre quien a la distancia parecía que intentaba mover el volante y el freno.—¡Intentemos salir por las ventanas!—Gran parte de la multitud se alejó del volante para dirigirse a las ventanas lo que me permitió acercarme y observar el terror que consumía a todos: El chófer no estaba y con mayor asombro contemplé que el camión seguía moviéndose solo y a gran velocidad. 

Miré a las ventanas impactado pero no veía nada, el brillo azúl que había visto mientras intentaba dormir era verdadero y cubría toda la unidad impidiendonos ver lo que ocurría afuera. Algunas personas intentaban romper las ventanas pero no lograban conseguirlo. Por lo que mis ojos contemplaron, los vidrios se volvieron demasiado resistentes y no se podían romper. Ese brillo azúl era el causante de toda esa fortaleza. 

Al observar esto intenté descifrar que había pasado y me acerqué a la mujer que me había despertado con sus gritos.

—Señora ¿Qué sucedió?, ¿Usted pudo ver algo?—Le pregunté mientras me colocaba enfrente de ella.—¿A dónde fue el chófer?

—¡Nos ha invadido la mala fortuna!—Tocaba intensamente su cabello.—¡Vamos a morir!

Intenté calmarla un poco pero debo aceptar que su manera de expresarse logró contagiarme la desesperación y me uní a ella gritando.

—¡Esto es una locura!, ¿Alguien sabe que pasa aquí?

—Este es el camión maldito.—Se dirigía a mi la misma señora.

—¿Qué?—Pregunté desorientado por su respuesta.—¡Señora no diga tonterías!

Le respondí mientras entendía que lo mejor sería detener el transporte y que las preguntas las tenía que dejar para después. 

—Debemos frenarlo como sea antes que nos estampemos.—Me dirigí a las personas cercanas.—¿Alguien sabe manejar estos vehículos? 

—No hace falta intentar eso señor.—Me tomaba del brazo la mujer escandalosa.—Este camión no se detendrá hasta llegar a su destino.—Me miró fijamente.—Tampoco se preocupe de chocar que eso no pasará.—Se acercó aún más a mi.—¡Este camión lo maneja el mismísimo demonio!

Me alejé de la señora en señal de rechazo por lo que me contaba y fuí a la parte trasera para intentar abrir aquella puerta. 

En el pequeño trayecto reflexioné sobre lo que la señora me contaba y empecé a unir las piezas como el hecho del brillo azul, la falta del chófer y que todas las demás personas comenzaban a resignarse sin luchar o hacer algo productivo, como si ellos también creyeran que la historia era verdadera. 

Los esfuerzos para abrir la puerta fueron en vano, parecía como si alguien sumamente fuerte la empujara desde afuera. Nada parecía funcionar, las cosas que aventaba a la ventana lograban estrellar ligeramente el cristal pero de inmediato se regeneraba. 

No quería creerlo pero todo parecía apuntar a que lo dicho por la señora era verdad. Resignado y sin conocer el posible futuro que nos deparaba al estar en esa situación, saqué el celular de la bolsa de mi pantalón y busqué el número de mi esposa para llamarle, contarle lo que pasaba y dado el caso, despedirme de ella.

—No tiene caso.—Me dijo un hombre de mediana estatura que estaba a lado mío observándome.—No hay señal aquí y es imposible comunicarse con el exterior.—Me tomó del hombro para seguir hablando.—Amigo la mala fortuna nos ha alcanzado, estamos atrapados y condenados a ir al infierno. 

—¿Usted cree esa historia del camión maldito?—Pregunté aún con esperanza que alguien me dijera que eso no era verdad.

—Amigo mío usted mismo lo está viendo.—Se sentó a mi derecha.—Había escuchado las historias pero nunca creí que fuera verdad.

—¿En serio es tan conocida esta historia?

—Si mi amigo.—Me confirmaba con un rostro frío.—Casi todos hemos escuchado hablar del camión maldito. Todos los días sale del paradero taxqueña por la noche y desaparecen de forma misteriosa todos los que lo abordaban. Nadie sabe cómo reconocerlo, solo que sale de la base y pertenece a esta ruta. Se ve tan normal como todos pero este es el que maneja el propio demonio.

—Y ¿Ahora qué pasará con nosotros? —Pregunté completamente resignado.

—La señora de ahí adelante, esa que no para de gritar nos contó lo de las paradas. 

—¿Cómo que las paradas?—La incertidumbre me consumía cada instante más. 

—Este camión hace seis paradas antes de llegar a su destino. Pero solo las personas que él elija irán bajando en cada una de ellas.—Se mostraba triste.—Pero de igual manera desaparecen y no regresarán a sus casas. Dicen que solo es para experimentar un dolor y castigo diferente. Pero parece mejor, solo pocos llegarán a la parada del infierno a ser torturados por él en persona. 

—¿Cuáles son esas paradas?

—La primera es la desesperanza, luego viene la del dolor, después la de la soledad, el miedo y la incertidumbre. La penúltima parada es la de la oscuridad y luego viene esa a la que nadie quisiera llegar y la que todos temen: la parada en el infierno.

Mis oídos se deslumbraron y así lo hizo ver mi rostro que aumentó su temor cuando alguien gritó.

—¡Llegamos a la primer parada, todos tómense de las manos!

El camión se detuvo y de inmediato se empezó a sentir un inmenso frío en el lugar que nos impedía movernos con libertad. Caminamos un poco curioseando por la ventana para intentar ver algo. 

Acercándonos un poco logramos contemplar entre el brillo azúl un letrero que decía "La desesperanza es como el frío, te quita las ganas de hacer las cosas y te deja inmóvil" 

De pronto y sin esperarlo, el camión empezó a avanzar de nuevo. 

Todos nos miramos unos a otros para intentar ver si alguien faltaba pero nadie se había quedado en esa parada de la desesperanza. Nos hizo ver que el castigo de todos sería mucho peor…

Contando con el diablo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora