Capitulo 22

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Al día siguiente Óscar despertó despues de una de sus constantes pesadillas donde su hijo permanecía como una sombra fría, obscura y triste en un lugar muy rocoso de tono rojizo y negro. Su espíritu o al menos él lo consideraba asi, permanecía en ese lugar, caminando como un zombie. Óscar se acercaba lentamente para decirle.

—¡Martín! ¡Hijo! Mírame por favor. La figura del pequeño no reaccionaba a su voz, seguía parado con la mirada perdida. 

Óscar intentaba acercarse para tomarlo pero el trayecto se volvía muy lento y una lluvia de piedras se le dejaban ir encima mientras las montañas se movían como laberintos. Él caía mientras perdía de vista a su hijo. La caída era eterna a su percepción, caía y caía en un paisaje interminable de rocas y colores rojos que parecían un río. Hasta que se trataba de resistir lograba caer, justo en el lugar donde su hijo se encontraba pero esta vez él se percató de su presencia y se le abalanzaba mordiendo su rodilla y después sus ojos. Óscar no podía detener tal agresión, su cuerpo quedaba paralizado y por más que intentaba hablar no podía, solo veía el rostro, los ojos de su hijo que se regozijaba al morderlo.

En un intento más por liberarse, gritaba con su último aliento para así despertar en la cama del hotel. Se calmaba como en los sueños anteriores que desde hacía meses eran diarios. Tomó conciencia, se instaló en el aqui y ahora y con un susurro dijo "Te sacaré de ahí, es momento de empezar.

Con la mente lista y sus pensamientos claros para proceder con su plan decidió levantarse para iniciar el día. 

Tomar la decisión había sido lo más difícil según él y el definir cómo empezar su plan era lo segundo. Ahora ambas cosas ya las tenía. 

Se lavó la cara en el baño del hotel para despejarse de esa dura noche. Y mientras se secaba la cara con una toalla observó por la ventana una pequeña riña entre vagabundos en la calle. Peleaban por comida, espacio, algún insulto o quizá todo eso junto, no podía entender bien la situación. 

Con horror contempló como uno de estos vagabundos le dió un navajazo en el rostro a otro. Seguido de unas palabras ofensivas mientras la víctima se retorcía del dolor en el piso aún sangrando.

Después de unos minutos y con una patada final, el vagabundo agresor dió la vuelta muy calmado y se fue como si no sintiera remordimiento por sus acciones. 

Óscar solo pudo mover la cabeza en señal de no aprobación, no solo por la agresión si no por los demás vagabundos que no hacían nada por su compañero, lo dejaron ahí y también se fueron.

Este símbolo de deshumanidad era lo que más dolía en la mente de Óscar, la violencia era una reacción de salvajismo hasta cierto punto entendible. Pero la humanidad era eso que nos caracterizaba y presumían los seres intelectuales diferentes a los animales, era un retroceso en la evolución el no tenerla. 

Al terminar de presenciar este evento salió a la recámara para vestirse. Camisa azul, pantalón gris y el mismo abrigo café a pesar de parecer una mañana cálida. 

Pasó por el mostrador y escuchó a una mujer quejarse.

—¡Señor yo no hice esos pedidos, exijo que los descuenten!

—Señora por favor cálmese, ya le expliqué que su tarjeta quedó en garantía y su esposo es el que pidió todo eso.—Trató de ser lo más amable y educado posible.—Le pido que lo revise con él, yo no puedo retirar el cobro porque es algo que efectivamente consumieron.

—¿Y con qué autorización aprueban gastos a mi tarjeta? ¡Yo lo debo autorizar y nadie más!

—Pues sí pero su esposo bajó y como los vimos juntos al llegar, de hecho se presentaron como señor y señora Herrera.—Dijo ya un poco más nervioso.—El bajaba y pedía a nombre suyo diciendo que usted estaba descansado.

—¿Cómo voy a pedir esas bebidas, esas películas, noche de placer en el bar y todo eso que están cobrando? ¡Piensen por favor!

—Señora, esos cobros los hizo mi compañero en el bar yo solo cobré la comida y eso si es algo que usted debió consumir. 

—Quiero hablar con el gerente. 

—Señora él no está y el procedimiento es el mismo. Por favor le pido que se relaje y hable con su esposo.

—¡Que ineficientes son!, ¡Servicio de porquería!, ¡Digale al gerente que salga y no se esconda!

Óscar solo escuchaba desde atrás sin hacer ruido, incluso imperceptible hasta que la señora volteó y lo miró. 

—¿Usted puede creer en este servicio? Tenga cuidado… aquí roban.

—¿Qué sucede señora? Trate de calmarse. 

La señora lo miró más concentrada, se acercó a él para desahogarse.

—Dejé mi tarjeta en garantía y ellos hicieron unos cobros extremadamente caros argumentando que mi esposo los solicitó, ¿Quién puede creerles? 

Óscar la analizó detenidamente, era una mujer muy guapa, llevaba un vestido corto blanco y un suéter ámbar, unas sandalias con un poco de tacón, cabello rubio suelto aunque lucía algo enredado. 

—¿Ya lo verificó con su esposo? Quizá si realizó esos gastos.

—Parece que nadie escucha aquí, ¡¿Cómo mi esposo iría a un bar a beber y pedir placeres con otras mujeres, beber tanto e incluso pedir programas para adultos?!—Preguntó más exaltada.—¡Yo me hubiera dado cuenta!

—Tranquila señora, fue una sugerencia.—Se acercaba a la recepción.—Si su esposo no lo hizo se encontrará alguna solución. 

—Creo que tendré que hablarle para que él mismo se los diga.

Sacó su teléfono y realizó la llamada pero nadie respondió. Lo intentó un par de veces más pero igual sin éxito. 

—Iré a la habitación por él entonces, debe estar ocupado.—Comentaba mientras se alejaba para subir al elevador.

—Yo diría que se durmió después de la fiesta que se aventó anoche.—Susurró el mesero a Óscar mientras le daba codazos de confianza.—Yo lo vi pasarla muy bien y no en compañía de su esposa.

Óscar no respondió nada al comentario pero se mostró más interesado en el tema.

—¿En qué habitación se está quedando ese matrimonio?

—El 202 mi amigo.—Volvía a su trabajo.—Mi turno está por terminar pero si usted escucha el chisme me lo cuenta cuando lo vuelva a ver.

Óscar nuevamente ignoró el comentario y subió por la escaleras al segundo piso para intentar seguir a la guapa mujer.

Ya en el pasillo caminaba lentamente para encontrar la habitación. Lo hizo no tanto por la numeración si no por los gritos que emitía la pareja. 

—¿Cómo te atreviste a hacer eso y con mi dinero?

—¡Cállate! Es dinero de los dos.

—Si tú trabajaras y aportaras algo así sería, pero este viaje lo quise pagar yo para distraernos de tantos problemas.—Comenzó a perderse en el llanto.—¡Qué tonta soy!

—No me estés hablando así, si tenemos tantos problemas es precisamente por tu forma de ser.

—¿Y por eso vas y te acuestas con otras gastando y pagándoles todo mientras yo duermo? ¡Eres un poco hombre!

Ahora los gritos se transformaron en golpes perfectamente identificables. Gritos de ella pidiendo que se calmara, azotes en la pared y reprendas de él lo hacían más evidente. 

Óscar no intervino para llamar a alguien, se acercó más a la puerta y tocó. 

Nadie salió, pero los golpes y gritos terminaron. Esperó afuera por cinco minutos en completo silencio, hasta que la señora abrió la puerta, con la cara en llanto y un poco roja. Llevaba una toalla que la cubría de los senos hasta la cintura. No le dijo nada solo lo miró y caminó sin rumbo fijo.

—No regrese antes de una hora.—Pidió Óscar muy calmado.—Todo estará bien entonces. 

Contando con el diablo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora