setenta y siete

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Se sentía pequeño, indefenso y frágil.

Primero fue todo oscuro, luego fue comenzando a escuchar más y más ruidos a su alrededor, que lo envolvían, que comenzaron a ahogarlo.

Si ese era el mundo, no le gustaba, era muy ruidoso.

Una gran bocanada de aire lo hizo despertarse, comenzó a llorar como el bebé que era, y escuchó más risas y aplausos, pero no entendía nada de esa situación.

Se vió en los brazos de su madre, ella era joven, hermosa, con una sonrisa tan bonita, unos brazos tan cálidos y unas manos tan suaves.

—Eres un niño fuerte, Wonie. — escuchó, su voz cariñosa, tan tierna.

Estrepitosamente, imágenes de su lejana infancia comenzaron a transcurrir con rapidez, sus primeros pasos, los juegos con su madre, su primer helado y su primera visita al parque.

Se vió tan feliz y contenido entre los brazos de su madre.

—Y... ¿Todavía no habla?

—Nop.

—¿No tendrá algún problema?

—Sólo se está tomando su tiempo.

—Está bien, pero... ¿Y si tiene algún retraso?

Apenas entendía esa conversación, era muy pequeño para ver el rostro de la señora con la que su madre estaba hablando.

—Wonie es muy inteligente.

Más recuerdos.

Llegó hasta un salón, con otros niños, que hablaban a gritos con sus vocecitas chillonas.

Jungwon quería saludarlos, quería ser su amigo, quería llevarse bien con todos ellos.

Pero al abrir la boca las palabras se quedaban en su cerebro, sentía su lengua torpe y no podía ni decir un "Hola" decente.

Todos los chicos con los que intentaba hablar, terminaban llenos de saliva porque sin querer les escupía en su intento de hablar.

—Mi mamá dice que tienes problemas.

—¿Es que eres tonto?

—¡Iugh! ¡Maestra! ¡El rarito me escupió!

—Mi papá me contó que te caíste de pequeño, ¿es cierto?

—Mi primo va a un jardín especial, se parece a ti, ¿por qué no estás allí?

Jungwon no se contenía en llorar, estaba completamente rendido.

Se preguntaba por qué, por qué no podía decir todas esas palabras que en su cabeza sonaban perfectamente.

Llegó a golpearse a sí mismo, frustrado, sufriendo.

Estaba solo contra todos esos chicos, ellos eran crueles, él no tenía la culpa.

Su madre le enseñó a leer a temprana edad, apenas había cumplido cinco.

Cuando pudo comprender esas letras y esas palabras, no le resultó difícil escribirlas, e intentó hacer amigos con su nueva forma de decir algo.

Nada mejoró. Esos chicos no sabían leer, por más que sus maestras estaban impresionadas que pudiera escribir y leer, eso no sirvió para hacer amigos.

Cuando fue con chicos más grandes a otra escuela, nada cambió.

Esos eran peores.

—¡Muévete, mudito!

—¿No sabes pedir permiso? Yo estaba primero... ¿Por qué niegas con tu estúpida cabecita? ¿Dices que me colé? Oh, cierto.

—¿Llenas tu boca de comida porque no puedes hacerlo con palabras?

Loud [Heewon] ²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora