"el hilo rojo bordado, entrelaza almas perdidas para hallar su destino anhelado."
¿Qué harías si sientes que falta algo, pero no sabes qué es? Mi cuerpo experimentaba la famosa sensación del vacío, aquella que te hace débil. Pero, ¿Por qué? Desde que salí del hospital no he dejado de creer que me quitaron un pedazo del corazón. Cada latido parecía menos vigoroso, como si una parte vital de mí hubiera sido arrancada sin piedad. Era como si mi esencia se hubiera desvanecido entre las paredes frías y blancas de la sala de operaciones, dejando un vacío palpable en mi interior.
Mis mañanas poco a poco se tornaban más oscuras. Los médicos habían sido claros y concisos al explicar el después de mi salida de ahí, pero nunca me prepararon para el torbellino de emociones que experimentaría después. La recuperación física avanzaba, pero algo en mi alma seguía roto, resistiéndose a sanar por completo. A veces me preguntaba si mi accidente se llevó consigo no solo una parte de mi corazón, sino también la sensación de vitalidad.
Era un nuevo día, cansado y sin sentido alguno. Llevaba aproximadamente 35 semanas sin poner un pie dentro de la universidad. Mi habitación se había convertido en mi hogar más cálido y reconfortante. Los lienzos se regaban alrededor de esta, la pintura se había vuelto un abrazo constante para mi alma.
El mundo exterior parecía desdibujado, como si hubiera creado un pequeño refugio donde las preocupaciones y el caos quedaban fuera de la puerta cerrada. Cada pincelada sobre el lienzo era una liberación, una forma de expresar lo que mi corazón no podía poner en palabras. Los colores se mezclaban con mis emociones, formando paisajes y retratos que hablaban más de lo que mis labios podían pronunciar.
Mientras el sol se colaba tímidamente por la ventana, iluminando los destellos de pintura que salpicaban mi ropa y mis manos, sentía una extraña paz en medio de la incertidumbre. Aunque mi vida había dado un giro inesperado, encontré un refugio en mi arte, una forma de perderme en el proceso creativo y encontrar un atisbo de esperanza.—¿Saldrás hoy? — Mi puerta se abrió suavemente. Era mi madre, quien había sido la única persona con la que había tenido contacto continuo después de mi accidente.
—No lo creo— Respondí, dejando lo pinceles a un lado.
Mi madre se acercó a los lienzos, admirando cada obra de manera genuina. —Deberías tomar un respiro.
—¿Lo crees? Llevo meses así y apenas lo notas.
—Pense qué se te pasaría. —Contestó.
Mire los 58 lienzos regados en el suelo, para luego, observar detenidamente su rostro. Nunca antes la había visto preocuparse tanto por mí, lo cual odiaba. Desde que tengo memoria habia sido abandonada, ya no hay reparo.
Tampoco había manera de que mi madre me dejara estar en casa.
Ahora me encontraba en un ascensor, con ropa deportiva y cara de muerta, esperando a bajar hasta la recepción, e irme. ¿A donde? no lo sé.
Mientras el ascensor descendía lentamente, mi mente divagaba en todas las decisiones que me llevaron hasta ese punto. Sentía un nudo en el estómago y una sensación de liberación a la vez. Al llegar a la recepción, me despedí con una sonrisa forzada del conserje y caminé hacia la salida del edificio. El aire fresco de la mañana me abrazó y, por un momento, me detuve a contemplar las luces de la ciudad.
Sin un destino claro, dejé que mis pies me guiaran. Cada paso era como un pequeño acto de rebeldía contra la rutina que había abandonado.
Caminé durante horas, explorando calles desconocidas y perdiéndome en la magia de la misma. Encontré un pequeño café abierto las 24 horas y decidí entrar. El aroma del café recién hecho me envolvió y me sentí acogida. Me senté en una esquina, observando a la gente que entraba y salía, preguntándome qué historias vivirían.Sentía que debía estar aquí.
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Los Secretos de Borderland
Fanfiction"Nos amamos demasiado, tanto que una vida no fue suficiente para ambos" 70 años atrás, una pareja juro amor eterno, quien diría que la vida arrebataria la oportunidad de un final feliz para ambos. En la actualidad, Chishiya Shuntaro y Azumi Nakamu...