47. Estaremos Bien

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Los días se sentían cómo semanas hechas de Lunes eternos. Había tan poca luz en aquella pequeña y maltrecha celda, que le costaba mucho distinguir el día de la noche, y a pesar de que pronto se cumplirían 2 meses allí, aún no lograba acostumbrarse al repugnante olor que infestaba el lugar, su ropa, e incluso los reclusos con los que se veía obligado a compartir en la hora de almuerzo.

La comida era repulsiva, sin embargo la poca hambre que sentía durante el día lo ayudaban bastante a tolerar aquello, y podía resistir fácilmente con la fruta que le entregaban cómo postre; tristemente, para su apariencia no era de gran ayuda.

Con varias libras de menos, con unas marcadas ojeras, y con el alma rota, Emilio pasaba sus días uno a uno, esperando en silencio por alguna noticia, por alguna visita de Nikolás que le devolviera un poco de las esperanzas que había perdido en los últimos días.

Ni sus abogados, ni Nikolás le habían dado noticias que pudieran considerarse negativas hasta el momento, pero sabía que la investigación estaba llevando demasiado tiempo, y era lógico suponer que aquello no era muy alentador.

Le consolaba la idea de imaginar a Óscar y a Joaquín lejos, seguros, e intentando ser felices en una hermosa casa lejos de allí. Sentía que en aquella imagen mental era en lo único que podría conseguir algo de paz, ya que mientras el tiempo transcurría lento y sofocante, Emilio comenzaba a sentir que su permanencia en aquel lugar era bien merecida.

Él lo supo desde siempre, enamorarse de Joaquín no era una buena idea. Lo sintió desde el comienzo, desde que se cautivó con aquella hermosa sonrisa; nada bueno podría salir de una relación entre 2 personas tan diferentes. Joaquín era luz y vida, mientras que él se había dejado consumir por la oscuridad que lo rodeaba.

Una persona cómo Joaquín sólo podía salir lastimada de una relación así; Emilio siempre lo intuyó, y aun así no logró evitarlo. Y probablemente no sería capaz de perdonarse por ello.

Porque Emilio se sentía cada día un poco más descompuesto, más roto, y no podía evitar preguntarse, si un día salía de aquel lugar, si tenía la suerte de hacerlo, ¿Podría volver a sentirse suficiente para regresar junto a Joaquín?.

Quizás lo mejor era dejar que el tiempo y la enorme distancia que ahora los separaba, hiciera lo suyo, y ayudara a que Joaquín lo olvidara, y pudiera recomenzar una nueva, feliz, tranquila vida, sin él.

- Osorio, visita...- Una voz gruesa y que parecía molesta, junto con un fuerte golpe a los barrotes metalicos, sacó a Emilio de sus tortuosos pensamientos.

Se levantó de la pequeña e incómoda cama en la que se encontraba tendido, mientras su compañero de celda aprovechaba su tiempo de descanso en el patio de la prisión.

- Hoy no es día de visitas, señor...- Emilio respondió con gesto confuso.

Era miércoles, y debía ser pasado el mediodía según los cálculos del oji-café. Las visitas para él, así cómo también para el resto de los reclusos de su sección era los lunes y jueves de cada semana, durante la mañana.

- ¿Y crees que no lo sé? - El guardia respondió con molestia. - Sólo mueve tu bonito trasero y sígueme...-

Emilio asintió sin entender mucho de lo que ocurría. Sin embargo, una luz de esperanza se encendió al imaginar que podían ser sus abogados para darle alguna novedad, la que rogaba fuera positiva.

Siguió al guardia por los pasillos cerrados y oscuros, hasta salir al patio. Algunos alaridos y silbidos se dejaron oír por parte de otros reclusos al verlo, y Emilio tragó saliva en seco.

¿Cómo Conquistar A Un Virgen En La Primera Cita? // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora