Capítulo 20

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Garra Sombría despertó y emitió un largo bostezo. Se levantó del lecho y estiro las patas, para luego salir al claro, bizqueando y entornando los ojos ante la fría luz del sol naciente.
   Vió que, desde un extremo del claro, Celestino se le acercaba a pasos rápidos pero relajados; de seguro estaba teniendo un buen día, por el brillo que reflejaba su mirada.
   —¡Garra Sombría!—maulló una voz detrás de ella. La guerrera se giró para encontrarse con Leónido—¿podrías darle entrenamiento de combate a Zarpa de Pino? Yo saldré en la patrulla de la mañana y me gustaría que no se quedara tirado en el lecho—. Gruñó al pronunciar esas últimas palabras, pero Garra Sombría adivinó un matiz risueño en su voz.
   —¡Claro!—exclamó ella—no habrá ningún problema. De todas formas, pensaba darle entrenamiento de combate a Celestino hoy—. Con el rabillo del ojo, vió la mirada emocionada de su aprendiz—estoy segura de que le agradará la idea— añadió.
   —Muchas gracias. Iré más tarde, en cuanto acabe de patrullar—dijo el lugarteniente.
   Garra Sombría asintió y movió la cola a modo de despedida. Se volteó hacia su aprendiz y le dedicó un guiño, mientras él daba vueltas con las patas temblorosas por la emoción y la felicidad. La guerrera pensó que hacía mucho no lo veía tan feliz, no desde lo de Zarpa Albina... le alegraba que ya estuviera recuperándose de aquella etapa.
   Agitó las orejas al sentir cercano el olor de Patas Blancas y su aprendiza, Zarpa Espinosa, además de sus pasos tranquilos dirigiéndose hacia ella. La guerrera reprimió un suspiro y se dió vuelta para encararse a ambas gatas.
   —Buen día, Garra Sombría—saludó Patas Blancas con su habitual tono afable—no pude evitar oír tu conversación con Leónido. Necesito un compañero de entrenamiento para Zarpa Espinosa, ¿nosotras también podríamos sumarnos?
   —Por supuesto—accedió ella—cuantos más, mejor.
   —¿Salimos ahora mismo?—preguntó la aprendiza marrón claro.
   —Claro. Solo debo buscar a Zarpa de Pino—afirmó la guerrera—¿dónde podrá estar?
   —¡Aquí mismo!—exclamó el aprendiz, agitado, que acababa de llegar corriendo—acabo de terminar de renovar los lechos de los veteranos.
   —Podrías haberme pedido que te ayudara—lo reprendió Celestino—he estado sin hacer nada en toda la mañana.
   —No podía...—masculló el atigrado casi para sus adentros, y en tono melancólico. Parecía que aún seguía teniendo inquietudes sobre su desempeño en el clan, y Garra Sombría comprendió que todo eso había sido porque el aprendiz creía que, si pedía ayuda, se vería menos trabajador y más débil, y eso haría que no lo aceptaran.
   —Tranquilo—le susurró la guerrera al oído—no pasa nada. Saldremos a entrenar con tu hermana y contigo—. Al oír eso, al aprendiz se le iluminó la mirada.
   —Vamos—maulló Patas Blancas.
   Salieron por el túnel de aulagas y avanzaron por el sendero que discurría entre la tupida vegetación del sotobosque hacia la Hondonada Arenosa. Al llegar, Patas Blancas y Garra Sombría tuvieron una breve charla sobre el entrenamiento, mientras los pequeños charlaban y jugaban del otro lado. Finalmente, la guerrera negra se levantó para percatarse de que se había ensuciado con arena. Avanzó hacia donde estaban los aprendices.
   —Bien. Celestino y Zarpa Espinosa, me gustaría que se enfrentaran. En cuanto a Zarpa de Pino, esperarás hasta que acaben y combatirás con el ganador—explicó. Al acabar de pronunciar aquellas palabras, el aprendiz de ojos azules y la de ojos amarillos se encararon el uno al otro, con los ojos centelleantes de emoción.
   A Garra Sombría le habría encantado observar la batalla completa, pero no pudo evitar notar al aprendiz atigrado que se encontraba recostado del otro lado de la hondonada, con la mirada baja y la cabeza apoyada entre las patas. Solamente llegó a ver que Zarpa Espinosa se abalanzaba hacia Celestino, y luego corrió a reunirse con Zarpa de Pino. El aprendiz levantó la vista. Tenía las orejas gachas y había frustración reflejada en sus ojos color verde.
   —¿Ya acabó la batalla?—preguntó en voz tan baja que la guerrera casi no pudo escucharlo.
   —No. Pero he venido a verte porque creo que no estás bien—explicó.
   —Soy un inútil—se lamentó—o al menos eso creen los demás.
   —No es así—replicó Garra Sombría—no eres un inútil. Eres un gato leal y con potencial para convertirse en un gran guerrero. Y además...—añadió en voz más baja—puedo entender cómo te sientes....
   —¿Cómo podrías saberlo?—preguntó él.
   —Pues yo nací siendo solitaria. Cuando llegué al clan, nadie confiaba en mí verdaderamente.
   —Sé que fue así... pero a ti te pasó por tu proscedencia. Esto es un problema mío, no por el lugar de donde vine—. El aprendiz suspiró.
   —No entiendes. La verdad... mis padres nacieron en dos clanes diferentes y los abandonaron—. Garra Sombría comprendió lo que le estaba revelando al atigrado marrón—muy pocos en el clan lo saben.
   —Pero sigue sin tener que ver conmigo—replicó el arendiz, desconcertado.
   —De echo...—empezó la guerrera, pero sus palabras quedaron ahogadas por el maullido de triunfo de Celestino, que tenía a Zarpa Espinosa inmovilizada contra el suelo.
   —Perdona—se disculpó Zarpa de Pino con toda sinceridad—pero debo luchar ahora.
   —Por supuesto—masculló ella, levantándose—vamos.
   El aprendiz avanzó por la hondonada hacia donde estaban los otros tres gatos, seguido de cerca por Garra Sombría. Se encontró cara a cara con Celestino, y la guerrera no pudo evitar pensar que tal vez hubiera sido mejor si hubiera visto la batalla, pero no le dió importancia a aquel sentimiento. Ahora podía ver aquella otra.
   Zarpa de Pino saltó sobre el lomo de Celestino y le dió un manotazo con las uñas envainadas, para luego saltar otra veza y caer a un costado, antes de que el oponente pudiera reaccionar. El aprendiz gris y blanco gruñó y rodeó a el atigrado, para darle un suave pero rápido mordisco en el omóplato. Luego saltó y lo empujó. El de ojos verdes se tambaleó y cayó al suelo, y entonces el otro se le lanzó encima y lo inmovilizó contra el suelo. Lo aporreó con las patas traseras y lanzó un aullido victorioso.
   Garra Sombría sabía que Zarpa de Pino habría podido dar más, pero no parecía que fuera a ser posible. El pequeño se encontraba demasiado frustrado y, en cuanto su compañero lo soltó, se levantó perezosamente y avanzó hasta colocarse junto a la guerrera de ojos verde esmeralda. Ella lo rodeó con la cola para reconfortarlo.
   —¡Oigan!—aulló una voz en la distancia. Los cinco gatos se sobresaltaron—¡Son los perros!¡Están cerca del poblado de Dos Patas!¡Necesitamos ayuda!— Quien gritaba era Zarpa Polvorosa, agitando la cola y con las pupilas dilatadas—¡rápido!

 Los cinco gatos se sobresaltaron—¡Son los perros!¡Están cerca del poblado de Dos Patas!¡Necesitamos ayuda!— Quien gritaba era Zarpa Polvorosa, agitando la cola y con las pupilas dilatadas—¡rápido!

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En la imagen de arriba, Zarpa Espinosa.

Días Sombríos #2 / Compañeros / Los Gatos GuerrerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora