Garra Sombría ha sido nombrada guerrera hace muy poco tiempo. La soledad que siente tras la pérdida de su mentora pronto desaparece al encontrar algo más:
Amor.
Sin embargo, eso no es lo único que verá en su aventura. El Clan de la Sombra se h...
Garra Sombría despertó. Desde hacía cinco días que se veía con Zarpa de Cedro en los Cuatro Árboles. Se estaban volviendo buenos amigos, e incluso en uno de sus encuentros había participado Hoja Seca, que, había descubierto, era la hermana mayor del aprendiz. Aquel día salió de la guarida de los guerreros y emitió un largo bostezo, para luego sacudir la cabeza y estirar las patas. Leónido preparaba las patrullas, y la gata vió salir a Patas Blancas, Nube Blanca y Zarpa Espinosa. Se imaginó lo interesante que iba a ser aquella patrulla con las dos mentoras presentes. Unos segundos después, Manto Abrasado salió a cazar. Garra Sombría se llevó a Celestino a entrenar unos minutos luego, y se encaminaron a la Hondonada Arenosa, donde empezaron a practicar los movimientos de lucha. El aprendiz ya parecía haber superado la pesadumbre, y tenía todo el corazón en el entrenamiento. Su mentora había aprendido algunas cosas de su personalidad. Era un gato ágil, y muy paciente para su edad. Tenía la virtud de siempre querer saber más, y era muy curioso. Un potencial guerrero, pensaba ella. A veces, y aunque sabía que era tonto, trataba de imaginarse cuál sería su nombre guerrero. ¿Celeste? Un poco extraño, pero posible ¿Garra Celestina? No sonaba muy bien ¿Corazón Celestino? Pues tampoco era muy bonito que digamos, aunque mejor que los otros, seguro. En fin, era un gran aprendiz. El entrenamiento terminó cuando el sol pasaba su cénit. Lograron cazar algo a la vuelta y, al llegar al campamento, ambos comieron. Al terminar con eso, Celestino se fue a cazar con Zarpa de Pino, y Garra Sombría salió un rato después. Emprendió el camino hacia los Cuatro Árboles, y durante el viaje se percató de que no había visto que Manto Abrasado hubiera regresado de cazar. Se preguntó si el guerrero habría vuelto y si debería volver al campamento para asegurarse. Sin embargo, sabía que él era muy capaz y listo, así que no prestó mucha atención a ello. Llegó a los Cuatro Árboles, donde Zarpa de Cedro la esperaba. El aprendiz se acercó, ronroneando. —Hola, Garra Sombría— saludó. —Hola—dijo ella en respuesta. —¿Qué has echo hoy?—preguntó el más joven de los dos. —Pues... Salí a entrenar con Celestino, y practicamos los movimientos de lucha.— Le contó. A la gata le pareció ver que el otro hacía una mueca, pero pensó que estaba viendo cosas y continuó hablando de su día. Contó con detalle lo ocurrido, y finalmente acabó—: y luego vine aquí— dijo para finalizar. De la nada, vió que al gato se le ponían los ojos como platos. Parecía asustado. ¿Era por algo que ella había dicho? —Garra Sombría...—tartamudeó el del Clan de la Sombra—¿Quién es ese? La guerrera se giró, y se encontró con Manto Abrasado a unas tres colas de distancia. Ronroneó al verlo y se acercó, pero se frenó al ver la expresión enojada del guerrero anaranjado. —Manto Abrasado, ¿Ocurre algo? —¿Quién es él?—preguntó con desprecio. —Oh, él. Su nombre es Zarpa de Cedro, y es del Clan de la Sombra.— Al ver que el gato seguía enojado, añadió—: Entiendo que te incomode estar con un gato del clan enemigo, pero es un buen amigo. Digamos que me pasé de violenta en la batalla y acabé ayudándolo, y desde entonces nos vemos aquí—explicó. Garra Sombría no entendía la furia del guerrero de su clan. Simplemente tenía un amigo del Clan de la Sombra, y sí, sabía que estaban en guerra pero, ¿Qué podía importar si se hacían buenos amigos? Igualmente ella siempre sería leal a su clan. —Así que él es un buen amigo...—gruñó el atigrado casi para sus adentros. Se giró y avanzó de vuelta hacia los árboles. Parecía abatido. Garra Sombría quería ir a hablar con él y consolarlo por lo que sea que hubiera pasado, pero Zarpa de Cedro se lo impidió, ya que comenzó a hacer preguntas sobre la vida de la guerrera. Ella lanzó una última mirada fugaz hacia los arbustos, pero él ya había desaparecido.
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Un rato después, Garra Sombría regresó al campamento, pensativa. No entendía la razón del enojo de su amigo. Jamás había tenido problemas así con él. Se habían distanciado mucho durante algunos momentos, pero esto era casi ridículo. Sabía que Zarpa de Cedro era de otro clan y, además, estaban en guerra. Pero aún así no comprendía por qué lo había despreciado tanto. Se acercó al montón de carne fresca y escogió un ratón. Con la pieza colgando por la cola, se acercó a Manto Abrasado, que comía una urraca. Al verla, el guerrero tomó su alimento y se alejó, gruñendo, aunque parecía triste. La gata se quedó mirándolo unos segundos, ya que no podía responder con la presa en la boca. Y no sabía si, aunque eso no ubiera estado allí, hubiera podido decir algo ante el rechazo del atigrado. Abatida, devoró su presa, aunque ya no tenía tanto hambre. —¿Qué ocurre?— Garra Sombría se sobresaltó y dió la vuelta, pero alisó el pelaje del cuello al ver a Luciérnaga. —Nada—. Se apresuró a responder ella. Aunque en el fondo, sabía que no podía ocultarle nada a su mejor amiga. —¿Nada o nada de nada?— preguntó la gata, aunque no esperó respuesta, y en vez de eso continuó con otra pregunta—: ¿Por qué se ha enfadado contigo? —Pues... me he echo un amigo del Clan de la Sombra—explicó ella con voz entrecortada por la angustia —es un gran amigo, y nos hemos estado viendo en los Cuatro Árboles. Pero hoy, Manto Abrasado nos descubrió y... ¡No sé que le pasa! Se enojó conmigo y con él. Traté de explicarle que no importaba si era de nuestro clan o no, ¡Pero igual se enfadó!— Al terminar de explicar, su amiga la miró con los ojos rebosantes de compasión. —¿Y no has pensado...—dijo la curandera mientras le tocaba el hombro con la cola tranquilizadoramente—que quizás tiene miedo de que quieras más a Zarpa de Cedro que a él? A Garra Sombría se le hizo un nudo en el estómago. ¿Podría eso ser cierto? ¿Manto Abrasado estaba enojado por... celos? —Pues no lo había pensado de esa forma....—maulló con voz quebrada. Pero, en el fondo de su mente, se sentía aliviada. No sabía por qué, pero el alegraba que su amigo no se enojara por ser ingenuo y desconfiado. Sin embargo, los miedos de Manto Abrasado le parecían estúpidos. Ella no sería capaz siquiera de pasar más tiempo con un gato de otro clan que con uno que conocía de toda la vida. Al pensar en eso, algo le dolió. La verdad era que hacía mucho no pasaba tiempo con Manto Abrasado, y pronto cayó en la realidad; su amigo temía que ella lo hubiera dejado atrás para pasar tiempo con Zarpa de Cedro. La voz de Luciérnaga la regresó al campamento: —¿En qué piensas? —No, en nada. Solo que debería ir a la guarida, ya se está haciendo tarde—se apresuró a responder. —Comprendo. Buenas noches—. Y, dicho eso, la curandera se metió de vuelta a su guarida, no sin antes dedicarle un guiño alentador. Mientras la guerrera se giraba y se disponía a acercarse a la guarida de los guerreros, recordó su sueño de hacía unos días. Se preguntó si debía de contárselo a Luciérnaga, pero al girarse, la gata de ojos azules había desaparecido. Se encaminó entonces a la guarida. Fue a acostarse a su lecho, y le costó mucho quedarse dormida. Se sorprendió a sí misma mirando con pesadumbre el pelaje de Manto Abrasado un par de veces; y en ambas sintió que el guerrero pensaba en ella. Finalmente, cuando la luna pasaba su cénit, durmió.
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