Capítulo 17

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   Salieron por el túnel de aulagas. Celestino parecía nervioso y a cada minuto miraba a Estrella Arenosa; era obvio que le emocionaba estar patrullando con el líder.
   Pero Garra Sombría tenía la cabeza en otro sitio muy distinto. Sentía mucho dolor cada vez que pensaba en el gato que caminaba junto a ella, Manto Abrasado. El corazón le iba a mil por hora. Quería hablar con él, pero no sabía por dónde empezar. Solamente quería volver a ser su amiga... que las cosas fueran normales otra vez entre ellos.
   Avanzaron hasta llegar al Sendero Atronador que marcaba la frontera con el Clan de la Sombra. Comenzaron a renovar las marcas olorosas recelosamente y, al salir de dentro de su cabeza, Garra Sombría pudo notar la tensión de su aprendiz. Caminaba alerta y con las orejas pegadas al cráneo. Sintió una punzada de pena por él. Había perdido a su hermana en una batalla hacía no mucho tiempo, y siempre que se hablaba del Clan de la Sombra se mostraba triste y melancólico.
   Siguieron andando. Nada fuera de lo normal; solo un poco de tensión extra en la frontera. Al olfatear, Estrella Arenosa habló:
   —Las marcas olorosas son muy fuertes y recientes. Creo que las han estado marcando más de lo habitual.
   —¿Qué podría ocurrir?—preguntó Celestino.
   —Nada. O mucho—gruñó el líder.
   —No saquemos conclusiones—se apresuró a decir Garra Sombría—no sabemos si planean algo.
   —Cierto—concedió Manto Abrasado.
   —Tienen razón. Pero será mejor mantenerse al tanto—maulló el gato melado, dándole fin a la conversación.
   Avanzaron un poco más, dejando más marcas en la frontera. Manto Abrasado propuso ir hacia la frontera que daba al pueblo de Dos Patas por los perros, y todos—incluída Garra Sombría—, accedieron. Atravesaron el bosque a paso tranquilo, olfateando todo a su alrededor por si notaban el olor de los canes. La guerrera creyó que jamás hallarían nada, antes de levantar las orejas alarmada tras oler las raíces de un árbol. Volvió a olfatear. El olor no venía de allí, y parecía ser reciente. Se giró mientras escuchaba el aullido de Manto Abrasado. El guerrero tenía los músculos tensos, y por delante de él aparecieron cinco grandes perros. Tres de ellos eran más pequeños, mientras que los otros dos eran mucho más musculosos y voluminosos.
   El gato anaranjado bufó de rabia y abatimiento; no podrían contra ellos. Estrella Arenosa dió la señal y los cuatro gatos se lanzaron a la carrera por el sotobosque, cada vez más tupido. El líder señaló unos árboles en el camino y, lo más rápido que pudo, Garra Sombría lo trepó y se agazapó en una rama baja con el pelo erizado y resollando para recuperar el aliento. Agitó la cola, nerviosa, pero se relajó al escuchar el maullido de Manto Abrasado:
   —Chist—siseó el gato desde el árbol de al lado—aquí estamos.
   Junto a él, Celestino temblaba con las pupilas dilatadas por el miedo. La gata se giró y, soltando un suspiro de alivio, vislumbró el pelaje de Estrella Arenosa entre las ramas de otro de los árboles. ¡Todos estaban bien!
   Esperaron. Luego de unos minutos que parecieron una eternidad, en los que los ladridos inundaban el aire, pudieron bajar. Los cuatro de la patrulla se reunieron y el líder habló:
   —Deberíamos volver al campamento. Hay que informarle de todo esto al clan para que no se acerquen a la zona.
   Los otros tres asintieron y juntos emprendieron la vuelta al campamento. Entraron por el túnel de aulagas, y Garra Sombría notó que continuaba con el pelaje alborotado. Se dió un lametón incómodo en el pecho mientras más y más gatos se amontonaban en el claro para recibir las noticias. Le lanzó una mirada fugaz a Estrella Arenosa, que asintió y aulló para pedir silencio. Al segundo, todos estaban mudos, y el líder subió a la Peña Alta de un salto. Comenzó a contar la situación detalle a detalle, y los gatos del claro lanzaron chillidos de miedo y alarma.
   <<Y eso aún no han visto a los perros—pensó la guerrera—.>>
   —¿Eran muy grandes?—preguntó Zarpa Polvorosa.
   —Casi tan grandes como un gato—respondió Estrella Arenosa.
   —¡Pues yo voy a matarlos a todos!—exclamó Zarpa de Pino con entusiasmo.
   —Dices eso porque no los has visto—dijo Celestino con voz quebrada.
   —Ja. Acabaría con ellos en segundos—se regodeó el aprendiz.
   —¡Callen!—aulló Estrella Arenosa. Casi al instante, el aprendiz atigrado se encontraba de nuevo sentado con las uñas envainadas— Zarpa de Pino, Celestino tiene razón. Aquí nadie va a luchar contra los perros por su cuenta—gruñó.
   El aprendiz bajó la cabeza, avergonzado. Casi al instante, su mentor, Leónido, le dedicó un guiño comprensivo.
   —Bien. Organizaremos patrullas extra hacia allí—. Hizo una pausa antes de continuar—Y sin aprendices. No queremos que jóvenes poco experimentados se acerquen a una zona así de peligrosa—gruñó mirando especialmente a Zarpa de Pino. Luego bajó deq la eoca de una salfo, dando por finalizada la reunión.
   Garra Sombría sintió una punzada de pena por el aprendiz. Estrella Arenosa estaba siendo excesivamente duro con él, y la guerrera se preguntó si era por ser hijo de Garra de Pino. Al mismo tiempo, una duda surgió en su mente. Se preguntó cuál sería el nombre de guerrero del pequeño, y se imaginó a el líder otorgándole el mismo nombre que su padre. Se acercó a él mientras la multitud se dispersaba.
   —Hola—maulló colocándose junto al aprendiz atigrado.
   —Hola—respondió él con voz apagada.
   —¿Ocurre algo?
   —Pues...— El gato la miró unos segundos antes de continuar—siento que el clan no confía en mí. No sé cual es la razón, pero sólo me siento a gusto con los demás aprendices. Desde que mi padre se fue, las cosas han sido tan terribles...
   —¿Qué recuerdas de tu padre?—preguntó la gata negra, intrigada por el comentario del pequeño.
   —Creo que era muy parecido a mí—maulló el pequeño con nostalgia—y era siempre muy amable, y jugaba conmigo y mis hermanas. Luego ocurrió lo del monstruo y jamás lo volví a ver.
   Garra Sombría sintió un gran peso en el corazón. Quería saber exactamente qué le había contado Flor Trigüeña a sus hijos. Por lo visto, trataba sobre algún monstruo de Dos Patas. Otra oleada de pena la recorrió. El aprendiz tenía derecho a saber la verdad, pero ella no se sentía autorizada a decírselo. Creyó que eso debía contárselo su madre u otro miembro del clan, pero no debía decir nada sin antes consultar a alguien.
   Sintió la mirada de Flor Trigüeña, que la abrasaba desde el otro lado del claro. La guerrera no pudo descifrar su mirada; una niebla negra cubría cualquier pensamiento detectable.
   —¿Sabes, Garra Sombría?— Estaba claro que el aprendiz quería cambiar de tema—la perra que matamos... su olor a leche parecía rancio, ahora que lo pienso. Supongo que por eso los perros que mencionas eran tan grandes.
   —Sí, debió ser eso—maulló la guerrera.
   —Bueno, ya es tarde—. El gato tenía razón. Las estrellas relucían desde el firmamento—tengo hambre—. Sacudió su pelaje marrón y se despidió, para luego alejarse hacia el montón de carne fresca.
   Garra Sombría no tenía hambre. Los pensamientos revoloteaban en su cabeza. ¿Qué les había dicho Flor Trigüeña a sus cachorros? Mientras se acercaba a la guarida de los guerreros, la gata sintió que la mirada de la madre le quemaba el lomo.
   Se hizo un ovillo en su lecho y se cubrió la cabeza con las patas. Sus pensamientos rondaban el tema sin parar, y no logró dormirse sino hasta la medianoche.

 Sus pensamientos rondaban el tema sin parar, y no logró dormirse sino hasta la medianoche

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   En la foto de arriba, Celestino (debería ser más balanceado, pero de ese tono de gris).

Días Sombríos #2 / Compañeros / Los Gatos GuerrerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora