Capítulo 11

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   Garra Sombría despertó de su sueño y se estiró e su lecho. Salió de la guarida de los guerreros y emitió un largo y agudo bostezo. El frío sol de la estación sin hojas hacía brillar su precioso pelaje negro. Precioso, seguro. A ver, ¿si no por qué razón Manto Abrasado lo observaba tan atentamente con aquella... expresión? En cuanto la guerrera lo vió, el gato anaranjado desvió la mirada hacia la Peña Alta. Se notaba que aún seguía dolorido por lo ocurrido hacía ya tres días.
   La gata pegó un brinco cuando oyó pasos a sus espaldas y una suave pero deprimida voz:
   —¿Saldremos ahora?— Supo quién era apenas unas milésimas de segundo antes de reaccionar. Giró en redondo para encararse a Celestino. Su actitud no había cambiado durante aquellos tres días; al menos ya no iba con las orejas gachas, pensó.
   —Sí, sí, saldremos ya— balbuceó la mentora. Sintió un gran pesar viendo la cola del gatito arrastrarse por el suelo.
   Salieron a través del túnel de aulagas y tomaron el camino que llevaba hacia el Árbol De La Lechuza. Al llegar allí, ambos comenzaron a cazar. El aprendiz se mostró de mal humor y sin mucha convicción, pese a los intentos de Garra Sombría de que se concentrara y dejara de lamentarse. Aún así consiguieron cazar algo: el aprendiz llevaba un ratón y un gorrión, y la mentora dos musarañas.
   Durante el viaje de regreso al campamento, Celestino echó sus dos presas al piso y, sin previo aviso, se escabulló entre los arbustos. Garra Sombría esperó pacientemente a que el gatito de ojos azules volviera y, finalmente, así lo hizo. Traía otro gorrión, que, para ser de la estación sin hojas, estaba bastante rollizo. La guerrera no esperó para felicitarlo:
   —¡Muy bien! Si sigues así, de guerrero serás el mejor cazador de todo el Clan del Trueno— alabó. El aprendiz se ruborizó levemente y pareció estar de mejor humor durante el resto del camino. Llegaron trotando al campamento y la guerrera dejó sus piezas en el montón.
   El sol recién pasaba su punto más alto. Garra Sombría tomó un ratón no muy rollizo y lo acabó de unos rápidos y feroces bocados. Sintió una presencia a su lado, y al voltear la cabeza se encontró con Flor Trigüeña. La guerrera tenía la mirada de siempre. Afable y relajada, habló:
   —¿Te gustaría salir de patrulla conmigo y con Tormenta Gris? Puedes llevar a Celestino también—sugirió la gata rojiza oscuro. La guerrera de ojos verde esmeralda asintió y se acercó a la guarida de los aprendices, donde lo encontró charlando con Zarpa de Pino. En cuanto el aprendiz la vió, se despidió de su amigo y se le acercó.
   —¿Ocurre algo?—preguntó el gatito. Claramente se había puesto de mejor humor tras su charla.
   —Venía a preguntarte si querías salir a patrullar.
   —Claro, ¿quién más va?—preguntó.
   —Patas Blancas y Flor Trigüeña— anunció la guerrera.
   —Bien—maulló Celestino.

                                                      ●   ●   ●

   Unos minutos después, salieron por el túnel de aulagas. Pasaron cerca de la frontera con el Clan de la Sombra, y todos se pusieron ojo avisor. Nadie olvidaba el ataque de hacía unos días. Celestino caminaba con todos los sentidos alerta y el pelo erizado, advirtió su mentora. El aprendiz miraba con recelo al otro lado del Sendero Atronador, y Garra Sombría tuvo miedo de que decidiera cruzar corriendo y comenzar a atacar guerreros del clan enemigo, cosa que, en tal momento, sería inoportuna.
   Sin embargo, en los ojos del aprendiz había más que nada pena. La pérdida de su hermana lo había afectado muchísimo, y hasta el día anterior se había mostrado reacio a salir del campamento. Su humor había mejorado desde entonces, y la guerrera sabía que parte de eso había sido gracias a los demás aprendices, en especial Zarpa de Pino y Zarpa Polvorosa. El primero era, claramente, su mejor amigo. Y, en cuanto a la otra, su espíritu afable y cariñoso –que, por cierto, recordaba mucho al de Zarpa Albina– lograba calmarlo. En otros casos, la gata había visto a su aprendiz muy unido a Patas Blancas. Parecía ser que, cada vez que se sentía mal, acudía a la guerrera rojiza. En parte, eso ponía celosa a Garra Sombría.
   Pasaron por el sitio en el que se había efectuado la batalla. Pudieron comprobar que algunas de las raíces de los árboles estaban rotas, seguramente porque algún guerrero se les había caído encima. Sin embargo, no parecía que hubiera ningún daño lo suficientemente grande –estamos hablando de árboles, no de gatos– como para afectar el ecosistema.
   Celestino corrió la cabeza hacia la frontera muy bruscamente, y, aunque la gata no podía verle la cara, percibió la caída de una lágrima y la tristeza del joven. Se le acercó y le dió un suave toque con la punta de la cola, en la zona del lomo. El gatito se giró, y la guerrera pudo comprobar que tenía los ojos empañados, aunque no puedo examinarlos detenidamente, pues el aprendiz pegó el cuerpo al suyo en busca de consuelo y calidez. Las frías brisas azotaban el corto pelaje de Garra Sombría, que también se sintió reconfortada con el contacto.
   Un rato después, los cuatro emprendieron el viaje de regreso al campamento, y la gata pudo notar, durante el camino, la mirada de Celestino clavada en Patas Blancas. Se preguntó qué sentía el gatito con exactitud por la guerrera atigrada, y se acordó de Manto Abrasado. Pensó en el cálido pelaje del guerrero anaranjado, en sus brillantes ojos amarillos, y no pudo reprimir una punzada de pena. Él y ella se habían distanciado, y la gata no entendía por qué razón exacta. Y se dió cuenta de que, en realidad, ella tampoco sabía qué era lo que sentía por él.
   Finalmente, llegaron a destino. Garra Sombría fue directamente a la guarida de los guerreros, donde encontró a Manto Abrasado ya acostado. No pudo evitar dejar caer una lágrima cuando el guerrero se giró para darle la espalda, claramente con esa intención. Ella se acercó a su lecho musgoso y se durmió ahí... sola.

   En la imagen, Zarpa Plateada

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   En la imagen, Zarpa Plateada.

Días Sombríos #2 / Compañeros / Los Gatos GuerrerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora