Capítulo 22

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Habían pasado cinco días desde la batalla con los perros. Garra Sombría se levantó dando un largo bostezo y salió de la guarida de los guerreros, trastabillando del cansancio. Iba a salir con la patrulla de la mañana.
   En cuanto se le aclaró la vista, pudo ver el cuerpo de Celestino, que la esperaba sentado junto al túnel de aulagas. A su lado, Flor Trigüeña y Nube Blanca charlaban. Ya era hora de salir.
   La patrulla avanzó entre la vegetación del bosque. Seguirían hasta las Rocas Soleadas, y luego se adentrarían más en el bosque para pasar junto al Árbol de la Lechuza, luego los Cuatro Árboles y, finalmente, el sendero atronador que marcaba la frontera con el Clan de la Sombra.
   Pasaron por la Hondonada Arenosa. La arena parecía blanca, mezclada como se encontraba con la fría nieve. El sol brillaba más arriba, iluminando las copas de los árboles. Celestino saltó y atrapó un copo de nieve con las zarpas delanteras; al parecer se encontraba más despierto que su mentora.
   —Vamos, Celestino, o te quedarás atrás—maulló ella. El aprendiz se giró en su dirección y avanzó torpemente, cubriendo sus patitas de nieve a cada paso que daba.
   Luego pasaron por las Rocas Soleadas, y, al llegar a los Cuatro Árboles, decidieron pararse a cazar un poco.
   Garra Sombría escuchó un crujido y vio a un gorrión que picoteaba el suelo cubierto de hojas escarchadas. Saltó en su dirección, pero pisó una ramita y, al ver que el animal salía volando, tropezó y cayó despatarrada en el suelo. Lanzó un bufido de frustración y continuó cazando.
   Luego tuvo mejor suerte: consiguió atrapar un ratón no muy rollizo, y la patrulla avanzó a través del bosque.
   Estaban por dejar atrás los Cuatro Árboles cuando un escalofrío recorrió a Garra Sombría desde las orejas hasta la punta de la cola. Algo no iba bien. Escuchó un crujido y, poco a poco, la patrulla se juntó, mirando a los costados y formando un círculo. Levantó la cabeza para olfatear el aire. No captó nada, y pensó que tal vez eran sólo las presas. Sin embargo, pronto captó un hedor que hacía días no sentía.
   El Clan de la Sombra estaba con ellos.
   Lanzó un aullido de alarma, echando su presa al suelo, y todos se pusieron en guardia, a la espera de que los guerreros salieran. Tocó a Celestino con la punta de la cola. El aprendiz temblaba de miedo y furia, pero más de la última; aún le guardaba rencor a aquellos gatos.
   El gato gris y blanco la miró unos segundos y se escabulló por detrás de unos helechos. Su mentora rezó por que no se topara con los invasores en ese momento, pero ellos no parecían haber notado su ausencia.
   El silencio colmaba el sitio, callado solo por el silbido del viento entre los árboles.
   De pronto se oyó un aullido de guerra, y una gran cantidad de gatos del Clan de la Sombra aparecieron a su alrededor, con el pelo erizado y las uñas desenvainadas. Garra Sombría mostró los colmillos en un profundo gruñido mientras pegaba las orejas a la cabeza. Ojalá Celestino volviera pronto con refuerzos; los invasores los superaban en número.
   La gata miró a sus compañeras. Todas, incluida ella, estaban flacas. Pero no más que los del clan enemigo.
   De pronto, Tormenta Azul salió de entre sus compañeros de clan y les lanzó una mirada desafiante a las tres gatas del Clan del Trueno.
   —Si quieren salir ilesas, les recomiendo que nos den esa carne fresca—gruñó.
   —No has venido hasta aquí sólo por eso, Tormenta Azul—. Flor Trigüeña se pusó al frente con el pelo erizado de rabia—¿qué quieres en realidad?
   —Parte de su territorio— respondió él, como si sus palabras no pesaran nada en absoluto.
   —¡Jamás!— bufó Nube Blanca.
   —Ustedes así lo quisieron— gruñó Estrella Parda, adelantándose—¡ahora!— rugió.
   Una gran ola de pelajes lisos y atigrados cayó encima de las guerreras. A Garra Sombría, el corazón le martilleaba en el oído. Dos grandes guerreros se echaron sobre ella, y a duras penas pudo esquivar sus mordiscos y arañazos.
   Se oyó un aullido, y Garra Sombría sintió una punzada de alivio mientras los pasos rápidos de sus compañeros de clan se acercaban. Escuchó los bufidos de desafío de los gatos del Clan de la Sombra.
   Flor Centelleante apareció a su lado y subió al lomo de uno de los guerreros que la atacaban. <<Eatamos a mano>> pensó la gata negra.
   Tras unos mordiscos y arañazos, el guerrero que peleaba con ella desapareció entre los combatientes. <<No ha huído>> pensó la gata.
   Se giró, buscando otro oponente contra el que pelear, y lanzó un bufido de ira al vislumbrar, inmovilizado contra el suelo, un pelaje anaranjado. ¡Manto Abrasado! El guerrero estaba atrapado, y una gran hembra le apuntaba con los colmillos, directo hacia el cuello.
   Sabía lo que debía hacer. Saltó al lomo de la gata y le clavó los colmillos en la base del cuello. Ella aulló de dolor y saltó, en lo que Manto Abrasado se soltó y la encaró. Garra Sombría bajó del lomo de la gata y le clavó los colmillos en la pata trasera, mientras él le lanzaba un certero zarpazo en la nariz. La invasora bufó y salió huyendo hacia los árboles.
   Garra Sombría le dirigió una mirada a Manto Abrasado, que hizo lo mismo. La guerrera se dió cuenta de lo cerca que había estado de perderlo para siempre, y entendió que no habría podido vivir sin él a su lado. No había nada que explicar. Las miradas lo decían todo y, en medio del fragor de la batalla, lo mejor era mantenerse en guardia.
   La gata levantó la nariz y olfateó, buscando un enemigo. Pero encontró algo muy distinto, que le pusomlos pelos de punta. Perro.
   Corrió, con el corazón desbocado, entre los combatientes. Pasando por alto los ruidos de la batalla, siguió el rastro que indicaba que había un can cerca.
   Cuando estaba en medio de la batalla, el olor era muy débil, pero, adentrándose más en el bosque, ¡parecía ser de hacía unos segundos!
   La guerrera se mantuvo en guardia, con los músculos tensionados y las garras desenvainadas. Se dio cuenta de que el olor del perro se mezclaba con otro... ¡la guerrera que había luchado contra Manto Abrasado! Se le erizó el pelaje del cuello al imaginar lo que podría pasar si un perro la pillara desprevenida....
   Se adentró aún más en el bosque. A unas siete colas de distancia del lugar donde se efectuaba la batalla, pudo escuchar un profundo gruñido. Se asustó al sentir los colmillos del animal en el lomo y ahogó un grito de dolor. Logró arañarle el hocico y el can la soltó, en lo que ella le mordió la pata trasera y le dejó un profundo tajo en la barriga, de donde brotò sangre a borbotones. El perro se alejó cojeando, y la guerrera supuso que moriría desangrado.
   Olfateó, buscando a la hembra del Clan de la Sombra. A un par de colas de distancia, su olor se mezclaba con el de la sangre. La del Can del Trueno se acercó corriendo y comprobó que, efectivamente, la pobre gata estaba muerto. Se giró, pensando en volver a la batalla. Mas tarde contaría lo que había ocurrido.
   —¡Garra Sombría!— exclamó una voz conocida entre los arbustos—¿que haces aquí?— La guerrera del Clan del Trueno pudo ver como su amiga, Hoja Seca, salía al pequeño claro boscoso donde ella se encontraba.
   —Nada... sentí un olor raro, eso es todo.
   —Aquí el olor a sangre es muy fuerte...— a la gata se le salieron los ojos de las órbitas al ver el cuerpo de su compañera de clan desmadejado en el suelo. —¡Madre!— gritó, desesperada.
   Luego se giró hacia Garra Sombría con los ojos repletos de rabia, desesperación e incredulidad— ¡¿Qué le has echo?!

   Luego se giró hacia Garra Sombría con los ojos repletos de rabia, desesperación e incredulidad— ¡¿Qué le has echo?!

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Arriba, Zarpa de Pino. (Ya sé que es casi idéntico a Garra de Pino, pero es que me estoy quedando sin personajes para poner en las imágenes).

Días Sombríos #2 / Compañeros / Los Gatos GuerrerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora