Necesitaba un respiro, descansar mi mente, quería que mi cerebro dejara de funcionar un tiempo, descansar. Pero llego él, y me hizo olvidarme de mis preocupaciones. Era lo opuesto a mí, y de hecho hacía que lo odiase por su personalidad, pero cada v...
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╰►BIEN esta noche, no debo pasarme de copas. No debo. Por qué se me puede escapar el enorme secreto. Y eso no debe pasar. Me tomaré una copa, y ya. No pasa nada. Todo va a ir bien.
Me miro en el espejo. Voy vestida con un vestido de color negro que deja mi espalda al aire y unas botas del mismo color. Agarro mi abrigo blanco y me lo pongo.
—La el pelo suelto y la coleta te queda muy bien, no le por qué jamás te haces ese peinado. —dice mi hermano tumbado en mi cama.
—Eren, te dije que no comas en la cama, que la ensucias.
—Yo no, —se calló al ver como un trozo de chocolate caía en la cama.
—Eren, yo te mato.
—¡No, no, no! —agarra un papel y coge el trozo, por suerte, no quedo mancha. — Ves falsa alarma. —dice sentándose ahora en mi escritorio.
Armin entra a mi cuarto y se me queda viendo con las mejillas rojas. —Estás muy guapa.
—Gracias Armin. —me acerco y beso su frente.
Es como si fuese un crío pequeño dentro del cuerpo de un hombre. Ignoro el gruñido de mi hermano y salgo de mi cuarto.
—¿Va a venir a buscarte aquel hombre que nos llevó a casa? —pregunta el moreno acercándose a despedirse.
—¿Qué hombre? —los tres saltamos asustados.
Mi tía aparece de repente en el pasillo. Muy cotilla, como siempre.
—El amigo de Hange. —esta abre la boca comprendiendo. —¿Levi? —asiento.
—Pero no vendrá a buscarme solo, sino con su esposa. —miro a Eren. Este asiente más tranquilo. — Y Erd. —ahora parece un toro muy enfadado.
—¿¡Ese cabrón!? ¡El que se atrevió a dejarte por videochat por otra chica! —va corriendo a ponerse los zapatos.
—¡Eren, cálmate! Seguro ya lo hablaron como personas maduras. —Armin trata de pararlo.
—Eren, somos amigos, tranquilo. —mi hermano se queda cruzado de brazos.
—No me hace ninguna gracia. —le doy un beso en la frente y me despido de todos.
—No llegaré tarde. —digo antes de cerrar la puerta detrás de mí.
Bajo a la calle y veo el coche frente a mí.
Erd y Petra están detrás, compartiendo saliva de vez en cuando. Le doy al botón de la radio, pero no reproducen música. Los locutores están conversando o entrevistando algún famoso. Así que lo único que escuchamos el desagradable sonido de mi expareja y su esposa falsa besándose y metiéndose mano como si no hubiera un mañana.
