Necesitaba un respiro, descansar mi mente, quería que mi cerebro dejara de funcionar un tiempo, descansar. Pero llego él, y me hizo olvidarme de mis preocupaciones. Era lo opuesto a mí, y de hecho hacía que lo odiase por su personalidad, pero cada v...
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╰►HACER yoga se me da fatal.
Veo a mi tía de reojo. Este está tan concentrada y relajada que hace sentirme fatal. ¿Por qué no logro hacer lo mismo?
—Ahora, haremos la bakasana. —antes de hacerlo, primero observo que postura es.
Me niego hacerlo, no lo haré.
Veo a mi tía con los ojos bien abiertos. Ella, que tiene más peso que yo, logra hacerlo. ¡¿Cómo puede...?! Mis pensamientos son interrumpidos por el profesor de Yoga.
En estas clases hay dos, un hombre, y una mujer.
—Venga querida, yo te ayudo, inténtalo.
—P-Pero, jamás he hecho eso, yo no creo...—miro a mi tía en busca de ayuda.
Pero está tan inmersa en su mundo con esa pose tan rara que parece un águila.
—Venga, va, no seas íntima. —este me hace un gesto con la mano para que me ponga en postura.
—Yo te agarraré, ¿está bien? —una mano está en mi frente, y otra en mis rodillas. Me ayuda a alzarme sin poner tanta fuerza.
Siento como la sangre me baja a la cabeza. Entonces lo que siento a continuación no sé si era real o producto de mi imaginación. Su mano va a mi trasero y lo deja estar unos minutos. Unos minutos en los que yo no sé qué hacer para que saque mi mano de ahí.
—Ya puedo sola.
—Espera, aún debes...
—Es qué, creo que puedo hacerlo sola, si no, no aprenderé. —digo con tanta velocidad qué no sé si logra entenderme.
—Está bien, voy a solt- —cuándo me inclino un poco para adelante para dejar de sentir su mano en mi culo, caigo de frente y ruedo chocando con la persona de enfrente.
Escucho un pequeño grito por parte de la señora.
—O por di—ignoro el dolor en mi frente y me acerco a la señora.
—¡Discúlpeme por favor! Yo, es mi primera vez haciendo yoga y—la señora alza el rostro, ilesa, y cuando me ve vuelve a gritar con una expresión de susto.
Yo tuerzo la cabeza como un perrito y esta señala mi frente. Siento unas manos agarrarme la cara, es mi tía.
—¡Un hospital! ¡Llamen a un hospital! —la profesora de yoga veo como coge el móvil alarmada.
—Pues si no me duele. — cuando toco mi frente, un montón de sangre empapa mi mano. —¿Alguien tiene papel? —pregunto con normalidad.
La señora con la que me choque me da un pack de pañuelos y junto a mi tía tapan la frente.
