Capítulo 31

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Los ángeles tienen una aureola tan brillante capaz de opacar a la oscuridad, seres perfectos de pureza y libres de todo mal.

Lea.

Despierto gracias al ruido de mi alarma, empiezo a alistar todas mis cosas porque tenía que ir a la escuela y Nat tenía que pasar por mí. Desde mi cuarto escucho la voz de mi madre quien parece estar renegando, yo no hice nada. ¿deje un plato sucio?, ¿tenía que limpiar algo?

Siempre me cuestiono cada vez que la escucho renegar, por miedo a que peleemos.

Ya lista bajo los escalones encontrándome con mi perfecta madre en la sala, quien se encuentra limpiando y maldiciendo a su alrededor.

Omito todo lo que dice de mí y de mi padre. Es más fácil que escuchar y dejar que me lastime.

Me asusto cuando me mira y solo siento como mi respiración cambia y los latidos de mi corazón empiezan a latir más rápido con más fuerza. Tengo miedo de lo que salga de su boca, de que empiece a reñirme, pero decido tranquilizarme y saludarla.

—Buen día mamá, ¿no tenías trabajo hoy? —pregunto y así desviar su atención en mí.

—Tenía hasta que el imbécil de tu padre decidió sacarme de un gran caso, pero que ni crea que se lo pondré fácil. —advierte y usas ese tono de vos que me asusta.

—Que mal, —es lo único que logro decir— tengo que irme Nat ya llego por mi nos vemos.

—Bien.

Cuando mi madre se pelea con mi padre todo se pone complicado, es como tener de madre a la reina malvada, es la época donde todo lo que hago está mal y dura el tiempo en que arregle el problema con mi papá. A veces pienso que ellos se comportan como un par de adolescentes, pero al final no entiendo el matrimonio y los divorcios.

Salgo y veo que Nat me espera en su auto, se está viendo en el espejo y poniendo brillo labial, su cabello castaño esta suelto haciendo que se vea aún más linda.

—¿Te besaras con algún chico?, que zorra. —me reí molestándola.

—Como siempre es mi naturaleza. —me guiña un ojo.

Me subo al auto y me miro en el espejo del auto, lo primero que noto es que estoy hecha un desastre.

—No puede ser parezco un zombi. Estoy hecha un desastre.

—Tranquila tengo un peine en mi bolso, ¿Por qué estas como loca?

Por primera vez en toda nuestra amistad no tenía ganas de decirle lo que me estaba pasando, simplemente quería olvidarlo. Cerrarlo en un cofre con candado.

—Quiero irme de fiesta este finde semana. —me excuso.

Sus ojos se abren al escuchar tal sorpresa, pero luego se ríe y una sonrisa adorna su rostro.

—Me gusta esa idea y la verdad yo también quiero.

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Cuando llegamos a la escuela no me emociono ya que no quiero estar aquí, no quiero hacer nada todo mi buen ánimo se va a la basura cuando mi madre se pone de esa forma. A parte de que nos tocaba la peor materia geometría, simplemente no la entiendo y no quiero entenderla.

Al llegar al curso solo noto cada uno de sus caras de estas personas que están aquí y que solo falta poco para que no las vuelva a ver, pues sé muy bien que cuando vayamos a la universidad todos nos separemos cada uno se ira por su lado y solo tendremos los recuerdos.

Cielo (En Proceso)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora