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Estaba llegando al lugar donde trabajaba. La cafetería de un amigo de mi padre. No me quejaba, era algo tranquilo —cuando no era día festivo —, era solo decirle a la gente: "Hola, ¿Cómo te va? ¿Qué vas a llevar el día de hoy?", "En un momento mi compañero te llamará, ten un buen día." mientras fingía una sonrisa. No era mucho por hacer. Escribir en vasos con un plumón permanente los nombres de las personas, y su pedido. No más que eso.
Ese día fue demasiado diferente. Nunca había sentido tanta curiosidad por alguien. Menos por clientes. A veces simplemente llegaban intentando desahogarse, lo cual, estaba bien, supongo. Todos necesitamos hacerlo, pero, ¿Con el cajero que finge una sonrisa y tener una vida normal? Para nada. La única vez que había sentido eso fue con la Señora Hanks. Ella era agradable, siempre me pedía lo mismo: Un café americano y un vaso de espuma para su perro, Nube.

Ella era cool, me agradaba. Con ella no tenía problemas en escucharla hablar sobre sus sentimientos y de su día. Algunas veces venía a verme a la hora de mi comida, venía a platicarme y a "no déjame solo", según ella. Aunque la verdad es que, yo disfrutaba mi soledad.

Escuché la campana y suspiré al saber que había alguien más por atender. Terminé de escribir el pedido y le sonreí a la señora vestida de oficina.

—Listo, en un momento mi compañero la llamará. Tenga un buen día. —Ella entrecerró los ojos acercándose a mi, arqueé una ceja y resoplé haciendo que algunos mechones de mi cabello se movieran, mire la etiqueta en mi delantal y asentí varias veces apoyando mis brazos en la barra. —Michael.

—Oh, si, si. Disculpa. Muchas gracias, Michael.

—Por nada.

Respondí para seguir atendiendo, miré que solo quedaba un vaso en la torre de estos, me agaché en busca de otros.

—Hummm, un momento, por favor.

—Uh-huh.

Respondió una chica, tomé los vasos y me levanté, puse los vasos sobre el último que quedaba y tomé uno y mi plumón, le quité la tapa para poder escribir, aún mirando el vaso.

—Buenos días. ¿Qué vas a llevar?

—Buenos días. Mmm... —Pensó un poco y levanté mi mirada. Jamás la había visto por aquí. Desvié mi mirada hacia donde ella estaba mirando — Si, será un café con dos cargas extra. Es decir, la que lleva, y dos más, por favor.

—¿Segura? Eso es demasiado café...

—¿Cuánto es?

—Dos dólares, por favor. —Sacó su billetera de su bolsillo trasero y sacó dos dólares, me los entregó y me dio una pequeña sonrisa para guardar de nuevo su cartera.

—¿Cuál es tu nombre?

—Sally.

Que lindo nombre. Jamás había escuchado ese nombre, más que en la película de Tim Burton, en El Cadaver de la Novia. Escribí su nombre y torcí los labios al darme cuenta de mi caligrafía tan descuidada. Hice una cara sonriente a un lado de su nombre y dejé el vaso en la barra.

—En la barra te entregará mi compañero. Ten un lindo día.

—De acuerdo. Gracias, igualmente.

Mire que era la última en la fila, desvié mi mirada hacia donde había caminado y me quedé unos segundos mirándola. Era muy linda, a decir verdad. Sus rizos con las puntas rojas, justo como el mío, aunque el mío estaba completamente de rojo vibrante, y el de ella era un rojo apagado. La escanee de pies a cabeza. Me gustaba demasiado su estilo, ¿Acaso era porque se parecía al mío fuera de este lugar? No lo sabia, pero la curiosidad que me emanaba era distinta a la de las otras personas. ¿Cuál era el significado de sus tatuajes?
Me gustaba demasiado su maquillaje, su forma de actuar, sus pulseras, anillos, collares e incluso aretes. Apoyé mi brazo en la máquina de café y recargué mi cabeza sobre este. Sentí el peso de un brazo en mi hombro y dejé de verla para mirar a Parker. El hijo del dueño.

—¿No era que no creías en el amor a primera vista?

—No es amor. Es curiosidad.

—A mi no me engañas, Clifford.

—Piensa lo que quieras, yo sé que es, y eso es lo que me importa.

—Uh-huh, si, si. Como sea.

—Es tu turno, iré a desayunar. Por cierto. ¿Donde está tu padre? Tengo que avisarle de unas cosas que haré por la tarde.

—Está afuera, se quedó hablando por teléfono. Ve a buscarlo.

—Genial, gracias, Park.

—De nada, Mike.

Me quité de ahí y lo miré resbalarse al ya no poderse recargar en mi hombro, reí en silencio y me di la vuelta para mirarlo mal.

—No me llames así.

Le di un último vistazo a la chica rizada, salí por la puerta trasera y fui en busca de mi jefe. Mientras caminaba no podía parar de pensar en porque su mirada se veía triste, como si le pesara existir.

Debía dejar de pensar en eso, necesitaba concentrarme en mi trabajo y necesidades, no en una chica de mirada misteriosa. Quizá debía solo dejarlo pasar.

O quizá no.

Esto es emocionante, siento bonito escribir, hace mucho no lo hacía. Pero bueno, hasta aquí queda skkdksk.

Sally C.

End Up Here || Michael CliffordDonde viven las historias. Descúbrelo ahora