002

828 116 17
                                    


Hanbin se definía a sí mismo como un chico raro, solitario y lleno de problemas.

Lo sabía porque mientras los demás en la sala de diálisis veían televisión, hablaban, leían un libro o revisaban sus notificaciones en Twitter, él terminaba el crucigrama que había estado haciendo antes de que el chico de la ventana lo interrumpiera.

No se quejaba. Su vida de por si la manejaba con una rutina simple, y le gustaba seguirla al pie de la letra:

Se levantaba a las cinco, sorprendido de que su corazón rechazado hubiese sobrevivido una noche más. Tomaba sus medicamentos para intentar que su estúpido cuerpo dejara de atacar al órgano vital que lo mantenía con vida, comía un desayuno ligero, hacía un crucigrama y luego volvía a dormir hasta que su madre lo despertaba para almorzar. Luego de esto subía a su habitación y miraba por la ventana. Miraba al chico que lloraba la mayoría de veces queriendo decirle algo, preguntarle por qué lo hacía, pero su Asperger no se lo permitía.

Luego de mirar suficiente tiempo por ahí, su madre iba a buscarlo a su cuarto e iban a sus citas diarias. Cuando no era la diálisis era el psicólogo, cuando no era el psicólogo era el cardiólogo, cuando no era el cardiólogo eran clases de piano con la señora Kim, a las cuales asistía junto con Irene, su única amiga.

Lo único que le gustaba de todas sus actividades era esta última: la música.

Tiempo atrás, el psicólogo les había dicho a sus padres que él estaba deprimido. Primero intentaron con grupos de apoyo, pero estos solo lo deprimieron más. Luego intentaron otras cosas, pero no funcionaron. Las clases de piano eran las únicas que parecían hacerle sentir un poquito no tan deprimido.

Finalmente llegaba a su casa, y luego de cenar, inyectarse su dosis diaria de insulina y tomar más medicinas (Entre ellas una droga para dormir) Hanbin se quedaba profundamente dormido hasta el día siguiente. A veces, cuándo no podía dormir ni con ayuda de las medicinas, pintaba durante la noche, pero esto se salía de su rutina, lo cual lo hacía abandonarlo casi de inmediato.

Pero ese día, por primera vez, Hanbin no se sintió mal al dejar su rutina. Se suponía que debía ver al chico, no hablar con él (de hecho, no escribirle) pero cuándo lo hizo se sintió tan bien que podría haberse salido de la rutina durante todo el día. Esto jamás había sucedido con la señora Lee, su antigua vecina. La anciana solo lo saludaba de vez en cuando pero jamás le hablaba, y esto estaba bien para él.

Una voz interrumpió los pensamientos de Hanbin.

"Buenas tardes, Sung" Lo saludó una voz que conocía bastante bien.

"Señorita Bae Joohyun, acabas de interrumpir mi crucigrama."

Irene rió "Lo siento. Solo quería hacerte compañía. Puedo irme si quieres"

Hanbin sacudió la cabeza casi de inmediato. Le encantaban los crucigramas, pero su madre sobre protectora solo le permitía ver a Irene durante las diálisis y cuándo asistían a clases de piano... y en estas últimas hablar era imposible con la estricta señora Kim como profesora.

"Quédate, por favor."

"Sabía que me necesitarías"

Hanbin sonrió y luego hizo espacio para que su amiga se sentara a su lado. En cuanto lo hizo, ambos se quedaron en silencio, escuchando el sonido de la máquina de diálisis. Entonces, Hanbin rodeó a Irene por la cintura con su brazo libre y apoyó su mentón en la cabeza de la chica.

Era un abrazo.

Torpe, pero lo era.

La de baja estatura respondió al abrazo de inmediato. Eran pocas las veces en las que Hanbin daba un abrazo espontaneo, su psicólogo decía que era a causa del Asperger pero Irene creía que en realidad la personalidad del pelinegro era así.

The window boy - HAOBINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora