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La señora Kim llamó a la mamá de Hanbin en la mañana. Las clases de piano iban a adelantarse una hora, pues necesitaba llevar a uno de sus hijos a su cita con el dentista.

El pelinegro estuvo estresado toda la mañana. Su rutina estaba siendo modificada, y odiaba eso.

Chasqueó los dedos durante todo el día, no durmió luego de desayunar y no pudo disfrutar de su almuerzo. Se cambió la ropa tres veces (Algo no muy típico en Hanbin), hasta que se decidió por unos pantalones cafés claros, un cinturón y su camiseta en color blanco favorita con unas palabras escritas en negro y cuando llegó el turno de los zapatos, eligió un par de tenis blancos.

Colocarlos era fácil para Hanbin, pero atarlos...

Podía hacerlo, en verdad podía, pero sus manos no eran muy útiles para atar agujetas y solía tardar al menos cinco minutos con cada zapato. Su psicólogo decía que era a causa del Asperger, pero Hanbin debía de admitir que podría atarse los zapatos mucho mejor si su madre no lo hiciera por él todo el tiempo.

Cansado de depender de aquella mujer, Hanbin comenzó a atarlos. El proceso fue lento, pero finalmente logró hacerlo. El chico sonrío cuando notó haberlo logrado.

Entonces, dándose cuenta de que aun faltaban varios minutos para que Irene llegara a buscarlo, Hanbin caminó hacia la ventana, apoyó su mano derecha en ella y miró hacia la habitación del chico de la ventana. Aun estaba allí el papel que había visto en la mañana, ese que le deseaba unos buenos días. Desgraciadamente el chico de la ventana aun no estaba en su habitación.

<<Por supuesto que no lo está, idiota. Él aun debe estar en la escuela>>

Segundos pasaron cuando recordó que no podría hablar con el chico hasta la noche, por lo cual decidió tomar de nuevo la cinta, una hoja y un marcador.

Hablamos en la noche escribió, y luego con torpeza pegó el papel sobre el vidrio. Pero no se sintió del todo conforme, así que tomó otra hoja y escribió algo más. Espero que hayas tenido un buen día

Sonrío por imaginar al chico reír al leer lo que había escrito. Sin razón, y en pocos días, el chico de la ventana ya era importante en la rutina de Hanbin...

<< Por favor. Solo has hablado con él un día. No pudo haberse vuelto importante tan rápido >>

Sus pensamientos fueron interrumpidos por su madre al entrar a su habitación sin golpear (Como siempre).

Hanbin se alejó lo más posible de la ventana, sabiendo que si su madre descubría sus conversaciones secretas no le permitiría volver a hablar con él. Su madre era muy controladora con respecto a sus amistades, y las personas que se conocen a través de ventanas y hojas de papel no estaban en el mejor puesto de la lista Amigos que quiero para mi hijo.

"¿Listo, Hanbin?"

"Sí" respondió levantándose de su cama.

"¿Y tus agujetas?" Su madre bajó la mirada hacia sus zapatos y notó que ya los había atado.

Atado mal.

"Yo... bueno, yo las até " Dijo orgulloso, señalando sus zapatos con una pequeña sonrisa en sus labios. Ella solo negó con la cabeza. Frunció el ceño, se agachó y comenzó a desatarlas. "¡¿Qué haces?!" Preguntó alterado. Había estado más de diez minutos intentando atarlas y ella había destrido todo su esfuerzo en menos de uno.

"Voy a atarlas bien, Hanbin. No quiero que te caigas."

Y así era su madre, Sung Sun-mi.

Sobreprotectora, controladora y perfeccionista. Sunmi solo sabía ver las cosas negativas en Hanbin. En las mañanas, ella no veía a su hijo sobreviviendo a otra noche. Sunmi veía una cama que tender. En las tardes, no veía lo mucho que Hanbin comía, sino lo poco que dejaba. Cuándo reía, no veía la felicidad de su hijo. Claro, solo escuchaba un sonido demasiado alto. Y cuándo ataba solo sus zapatos, Sunmi no veía este logro. Ella veía un trabajo mal hecho.

The window boy - HAOBINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora