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—Appa... Quiero preguntarte dos cosas—Pidió dócilmente el menor, jugueteando con las manos de su padre.

Después de que él mismo había vendado correctamente la mano de Win, ambos se echaron en la cama entre pláticas, bromas y preguntas.

Win semi-sentado en la cama, con su bebé (ya no tan bebé) abrazado a su pecho.

Una posición verdaderamente cómoda para los dos, tanto así, que Win había olvidado por unos instantes que su hijo estaba castigado, sin derecho a abrazos ni besos.

Entonces, expulsó un sonido en confirmación que hizo vibrar su pecho, y el menor prosiguió.

—¿Dónde está mi papá?

Por lo relajado que se encontraba y por el semblante de la conversación, Win no captó las verdaderas intenciones de su hijo, y se inclinó por lo cómico de antes.

—Pues aquí, frente a ti. ¿No me ves?

—¡No, papá!—Resopló el menor—Quiero decir... Para que tú me tuvieras, alguien tuvo que pr...-

—¡Está bien! ¡Está bien! Ya entiendí.—Interrumpió sus palabras antes de que llegara a ser muy descriptivo.

Win se tranquilizó, dispuesto a decirle lo de siempre.

—Ya te lo he dicho antes, tuvo que irse del país por una propuesta de trabajo.

Y no era una mentira, más no era toda la verdad.

—¡Eso ya lo sé!—Reprochó soltando el agarre en sus manos—A lo que me refiero es... ¿Dónde está? ¿Por qué no ha venido en todos estos años? ¿Has tenido contacto con él? ¿A caso nos abandonó y por eso no quieres que sepa de él?

—¡No!—El tono en su voz subió considerablemente como parte del nerviosismo en su reacción, asiendo que su hijo temblara ligeramente sobre su pecho.

—Perdóname—Pidió afligido en cuanto se dió cuenta—Sabes que no me gusta hablar de estas cosas. Lo siento.

Su hijo se mantuvo en silencio por unos segundos, y finalmente contestó algo que alivió la inquietud en su interior.

—Esta bien. No voy a preguntarte más por ello pero, quiero saber, al menos, ¿Qué sentiste cuando te dijeron que yo venía en camino? ¿Estabas arrepentido? ¿Hubieses preferido que yo n...-

—¡No!—Volvió a decir, incluso más exaltado que antes—Yo te amaba, te amo y te amaré siempre. No voy a negarte que tuve miedo, ¡muchísimo! después de todo, yo era tan joven como tú, y no tenía a nadie más que a Mew, quien trabajaba muy duro por sacarnos adelante a los dos. Por suerte, él actuó como todo un hermano mayor y me apoyó, aunque también se enojó mucho conmigo. A lo que voy es que, por muy difícil que haya sido, volvería a vivirlo mil y un veces para tenerte conmigo.

Win no mentía. Cada gota de lágrima había merecido la pena, porque a pesar de ser posible, él no imagina una vida sin su hijo en ella.

—Aunque hubiese sido diferente, ten por seguro que yo no te habría juzgado, papá. Es normal que en tu lugar dudaras sobre si continuar o no con el embarazo, incluso si no lo hubieras hecho, yo no tendría derecho a juzgarte.

—Lo sé, amor. Pero afortunadamente no fue mi caso. Yo te amé desde entonces, porque surgiste de lo más bonito que me pasó en la vida, y te sigo amando igual que antes. Ten por seguro que no me arrepiento de la decisión que tomé, sino al contrario, pienso que es la mejor decisión que he tomado en mi vida.

Dome abrazó a su padre con efusividad, acallando los pensamientos que desde hace poco comenzaban a atormentarlo. Hace unos días comenzó a sentirse culpable, porque de alguna forma cree que su llegada se llevó consigo muchos planes y sueños que su padre tenía por cumplir... y aunque su padre aún era un hombre joven, hermoso y económicamente favorecido, sentía que se privaba de muchas cosas por él. Se dedicaba únicamente a su trabajo y a la labor de ser padre. Dome empieza a querer que Win haga cosas más allá de eso, que llenen su corazón, porque está seguro de que las hay, (a excepción de una pareja, eso sí que tendría que pensarlo, puesto que Dome solía ser muy meticuloso cuando se trataba de aceptar a un hombre en la vida de su padre)

Win pareció leer sus pensamientos y saber perfectamente cómo solucionarlo. Siempre sabía qué decir, siempre sabía exactamente qué hacer para hacerlo sentir mejor.

—Pero a pesar de todo el miedo y la incertidumbre... Cuando me dijeron que esperaba un bebé, supe que sería un niño fuerte y guapote que me daría las fuerzas que necesitaba para afrontarlo todo, porque tenía de donde... Y no me equivoqué. Lo único que no predije, es que ese bebé hermoso y grandote, le haría bromas a la maestra Day años más tarde.

Win se permitió bromear con su hijo, fingiendo resignación con la voz.

—¡Appa, es un momento serio!—regañó.

—Lo tuyo también es algo serio, jovencito. No creas que he olvidado lo que hiciste. No estuvo bien, y quiero que sepas que estoy enojado contigo.

—Perdóname—volvió a decir, igual de afligido y arrepentido que antes.

—No.—refutó el mayor—Las disculpas no son para mí, son para la maestra Day. Esperemos que las acepte mañana. Por ahora, tú y yo tenemos que bajar a cenar, o se enfriará la lasaña.

El menor saltó de la cama al escuchar lo último, como si nunca hubiese sido regañado, pero es que... Su padre era un angel en la cocina, y, tan solo imaginar aquel plato de lasaña, lo hizo babear.

Bajó de tres en tres los prolijos escalones, mientras los gritos de su padre pidiéndole que tuviera cuidado lo seguían por detrás.

Ya sentados en la mesa, procedieron a cenar entre risas y comentarios, disfrutando como siempre de este momento del día... Momento que se vio interrumpido por el sonido del timbre de la puerta principal.

Dome le pidió a su padre que continuara comiendo mientras él atendía a la puerta, y así lo hizo. Lo que menos esperó, fue ver a aquella persona de pie frente a él.








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Papá, ¿Qué es Brightwin? - Brightwin ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora