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—¿Qué? ¿A caso no piensas abrazarme?—Preguntó el pelinegro fingiendo indignación.

El adolescente se aferró a su cuerpo aún desconcertado por verlo ahí.

—¿C-cómo es que t...-

—Si me invitas a pasar, te cuento—El mayor irrumpió sus titubeos con gracia, y Dome se hizo a un lado dejándolo pasar.

Caminaron hacia el comedor, mientras el pelinegro decía y preguntaba algunas cosas, y el menor trataba todavía de recuperarse.

La reacción de Win pareció ser la misma que la de su hijo, con la única diferencia de que este había sabido recuperar la compostura un poco antes, para correr a abrazarlo.

—¿Qué haces aquí?—Soltó, tan conmocionado como sorprendido.

El más alto rompió el abrazo, que hasta ahora habían mantenido, y sonriendo, dijo:

—Pensé que lo mejor era pasar la noche en un hotel y venir hasta mañana, pero por suerte cambié de opinión. ¿Todavía estoy a tiempo para probar la gloriosa lasaña de Win?—Preguntó, saboreando la comida a su alrededor con los ojos.

—¡Por supuesto que sí!—respondió un Win emocionado—Ve a lavarte las manos. Yo te sirvo.

El hombre sonrío más que satisfecho, y, técnicamente corrió al lavamanos más cercano.

Al regresar a la mesa, no pudo evitar reír, pues a pesar de que Dome y Win ahora sonreían, todavía parecían muy sorprendidos.

—Mmghm—murmuró gustoso cerrando los ojos a penas el primer bocado de lasaña cayó en su paladar—¡Dios mío, Win. Todo te queda tan delicioso!

Padre e hijo rieron ante su forma de alabar la comida... Y es que, para nadie era un secreto que Nani pensaba igual que Dome con respecto a la comida que Win preparaba. Era sin duda, como tener un pedacito de cielo en la boca.

—Tío... Aún no nos has contado—Dijo el menor cuando las risas y las adulaciones acabaron.—¿Cómo es que llegaste? ¿Por qué no nos avisaste para ir a recogerte al aeropuerto?

—Es que quería darles una sorpresa... Pero indudablemente, el sorprendido fui yo—El pelinegro sonrío con evidencia, alagando una vez más la comida—Por cierto... Que alto estás, ¡Dios mío! Creo que la ropa que te traje no va a quedarte.

El menor rió permitiendo que su corazón se llenara de felicidad, como cada vez que su tio estaba presente.

No eran familia de sangre, pero eso nunca había sido un impedimento para que se trataran como tal. Nani había estado en los momentos más difíciles para Win y su hijo, al cual consideraba como suyo también. Era inevitable que Dome no se sintiera rebosado de amor al tenerlo cerca, porque eso era lo que había recibido de su parte desde que era un niño, pero sobre todo, porque hacía sonreír a su padre, y porque las cargas parecían ser más ligeras cuando él estaba.

—Cuando te fuiste tenía trece años, tío. Ahora tengo dieciséis—Dijo, como si fuera obvio.

Y es que, así era el pelinegro. Nunca había permanecido más de un año en un solo lugar, pues según él, era "Un alma libre".

—Tienes razón. Ya eres todo un hombre. Ahora eres tú quien cuida de Win.

Dome sonrío, afirmando lo que dijo, y Win carraspeó indignado por no formar parte de la alianza que Dome y Nani parecían estar haciendo con la mirada.

—¡Ey! ¿Y yo estoy pintado en la silla, o algo así?—Refunfuñó, frunciendo los labios y cruzando los brazos sobre su pecho.

—¿Alguien habló? ¿Tú escuchaste algo?—Bromeó mirando a su sobrino.

Papá, ¿Qué es Brightwin? - Brightwin ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora