•Capítulo 14•

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Primera cita

Asher Boston

Tenía todo planeado para que Samantha adorará está cita.

Normalmente no soy capaz de hacer este tipo de planes pero con Samantha todo es diferente, siento la necesidad de hacer algo especial para ambos.

No podía dejar de mirarla, siempre estaba hermosa y es que vamos sus hermosos ojos verdes son como dos esmeraldas, las cuales sus lindas pestañas rizadas cubrían, su cabello castaño lacio y tan largo, sus labios carnosos y no es por nada pero aquel rojo intenso qué se había colocado...pues, ufs solo moría por dañarlo en éste preciso momento.

Las pequeñas pecas que tenía regadas por sus mejillas, casi no se notaban pero para mí era imposible no darme cuenta de algún detalle sobre ella, su forma de reírse, cuando se enoja y sobre todo cuando se sonrojaba. Está mujer es perfecta y lo raro es que ella misma no se da cuenta de eso.

Siento que jamás diría algo tan cursi, pero es qué al verla bajar por esas escaleras directo hacia mí no podía dejar de pensar en las almas gemelas.

¿Seríamos Samantha y yo almas gemelas?.

Literalmente estábamos combinados y sin siquiera hablarlo, no pude evitar sonreír al verla.

¿Merecía a Samantha? Probablemente no, pero haría lo que fuera para ser digno de ella.

—Asher—su tierna voz me saca de mis pensamientos, dirigí la mirada hacia mí lado donde se encontraba Samantha sentada—¿Estás bien?.

—¿Quieres saber a dónde iremos?—pregunte ignorando su pregunta, estaba bien. Estaba más que bien.

Ella dudosa, cambio su expresión y con una pequeña sonrisa (la cual era mi favorita) asintió.

—Si, obviamente quiero saber—dijo sonando muy obvia.

—Lástima, deberás esperar hasta qué lleguemos—encendí el auto y lo puse en marcha.

Sentí un pequeño golpe en mi brazo, miré de reojo y pude ver a Samantha cruzada de brazos mirando por la ventanilla.

Se ve tan tierna cuando se molesta.

—No entiendo porque me preguntás, si ni siquiera me lo dirás—se queja sin despegar la vista de la ventanilla.

Casi y rió ante su reacción, siempre que se enojaba arrugaba su pequeña nariz y hundía sus cejas, se veía demasiado tierna. Más de lo que ya se veía.

—Si te lo digo, entonces perdería la sorpresa—dije en un intento de qué se relajará.

—Igualmente no debiste preguntar—masculló.

No pude más y comencé a reírme, inmediatamente me puso mala cara.

—¿Te estás riendo de mí?—preguntó achinando sus ojos verdes hacia mí.

Intenté contenerme y no volver a reírme en ese preciso momento.

—Discúlpame, es que eres demasiado tierna cuando te enojas—Confesé.

El Día En El Que Me Enamoré (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora