•Capitulo 2•

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—Joder, Discúlpame—dice un chico muy atractivo, agachándose y ayudándome a recoger mis libros.

Lo pude observar mejor y pues, era alto, moreno, tenía el cabello marrón oscuro y rizado, sus rizos caían por su frente, de ojos verdes, buen cuerpo y una gran sonrisa, que era muy contagiosa. Llevaba unas Bermudas negras, una camiseta blanca y unos zapatos deportivos.

Pude ver, que tenía un arete de imán y un piercing en su ceja.

¡Joder! ¡¿Acaso aquí en Italia solo hay chicos lindos?!.

Tenía un balón de básquet a su lado, así que con eso me golpeó.

Terminamos de recoger todo y me acompaño hasta mi casillero.

—Gracias—murmuré cerrando la puerta de mi casillero.

El chico me sonrió.

—Nada que agradecer, disculpa por lo del balón.

Asentí y comencé a caminar. Pero el me tomó de la muñeca, impidiéndome que siguiera avanzando. Lo miré un poco confundida.

—Soy Jordan—dice soltando mi mano.

—Yo soy Samy.

—Me pareces conocida, Samy—dijo Jordan enarcando una ceja.

—Soy nueva, apenas me mudé hoy—le expliqué.

—En serio me pareces conocida—insistió—¿Ya te vas a tu casa?

—Si, pues ya me iba.

—¿Puedo acompañarte?—preguntó.

Lo dude por un momento, pero al final terminé aceptado.

—Claro, vamos.

Salimos del instituto y no es por ser paranoica, pero sentí demasiadas miradas sobre mi. Por otro lado Jordan estaba normal, como si no les importará que lo miraran tanto.

Si es guapo, que le va a estar importando.

Cierto.

Caminamos más o menos media hora, hasta que por fin quedamos al frente de mi casa. Por suerte no me perdí. Tenía la sensación de que me perdería, pero por suerte no paso.

Jordan miró el nombre del buzón y luego sus ojos verdes me miraron, en sus labios se formó una pequeña sonrisa pícara. Lo cual me puso algo nerviosa.

—Así que—empezó—Samy Watson.

—Si, ya sabes mi apellido—bromee—Solo, no revises mi Instagram.

—Ahora, ten por seguro que lo haré—dijo entré risas—Ya se porqué me pareces conocida.

Enarqué una ceja—¿Porqué?.

—Eres mi vecina—confesó señalando la casa que tenía al lado.

—Ya se que haré cuando esté aburrida—dije y el enarcó una ceja divertido—Te iré a fastidiar.

—Eres bienvenida, me caes bien.

—Bueno, debo entrar.

—Si necesitas algo vecina, sabes dónde vivo.

—Igualmente vecino.

Al entrar, como supuse, papá no había llegado.

Así que fui a la cocina saque unas bolsas de papas fritas y me metí en mi habitación de relajación. Me senté en el sillón y tome la laptop, la coloque en mis piernas. Coloque las papas fritas en la mesa. Me metí en Instagram y pude ver que tenía dos mensajes y cinco notificaciones.

El Día En El Que Me Enamoré (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora