LUZ EN LA OSCURIDAD ┌Percy Jackson┐₁

Chapter Twenty Three

No existen los almuerzos gratis

˗ˏˋ☀️ˎˊ˗

Los semidioses se sentaron en el taxi como si realmente tuvieran dinero.

—A Los Angeles, por favor. —pidió Annabeth con tono de voz amable.

El taxista mordisqueó su puro y les dedicó una muy larga mirada, juzagandolos.
—Eso son quinientos kilómetros. Tienen que pagarme por adelantado.

—¿Acepta tarjetas de débito de los casinos? —preguntó Annabeth.

Se encogió de hombros.
—Algunas. Lo mismo que con las tarjetas de crédito. Primero tengo que comprobarlas.

Annabeth le tendió su tarjeta verde LotusCash. El taxista la miró con escepticismo.
—Pásela —le animó Annabeth.

Lo hizo.
El taxímetro se encendió y las luces parpadearon. Marcó el precio del viaje y, al final, junto al signo del dólar apareció el símbolo de infinito. Al hombre se le cayó el puro de la boca. Volvió a mirarlos, esta vez con los ojos como platos.
—¿A qué parte de Los Ángeles… esto, alteza?

—Al embarcadero de Santa Mónica. —Annabeth se irguió en el asiento—. Si nos lleva rápido, puede quedarse el cambio.

Creo que no debería haberle dicho aquello.
Pensó Kate mientras se aferraba al cinturón de seguridad como si su vida dependiera de ello pues el cuentakilómetros del coche no bajó en ningún momento de ciento cincuenta.

Percy les contó su último sueño.

—¿El Silencioso? —sugirió Annabeth—. ¿Plutón? Ambos son apodos para Hades.

—A lo mejor —dijo Percy, pero no parecía muy convencido.

—Ese salón del trono se asemeja al de Hades —intervino Grover—. Así suelen describirlo.

Percy nego con la cabeza.
—Aquí falla algo. El salón del trono no era la parte principal del sueño. Y la voz del foso… No sé. Es que no sonaba como la voz de un dios.

A Kate le recorrió un sentimiento horrible por el recuerdo de su propio sueño. Había demasiadas similitudes para ser casualidad.

Al parecer no había sido la única con un reacción de alarma pues a Annabeth se le habían ido los colores de la cara.

—¿Qué piensas? —le pregunto Percy.

—Eh… nada. Sólo que… No, tiene que ser Hades. Quizá envió al ladrón, esa persona invisible, por el rayo maestro y algo salió mal…

—¿Como qué?

—No… no lo sé —dijo—. Pero si robó el símbolo de poder de Zeus del Olimpo y los dioses estaban buscándolo… Me refiero a que pudieron salir mal muchas cosas. Así que el ladrón tuvo que esconder el rayo, o lo perdió. En cualquier caso, no consiguió llevárselo a Hades. Eso es lo que la voz dijo en tu sueño, ¿no? El tipo fracasó. Eso explicaría por qué las Furias lo estaban buscando en el autobús. Tal vez pensaron que nosotros lo habíamos recuperado. —Annabeth había aún más palidecido.

—Pero si ya hubieran recuperado el rayo
—contesto Kate, tratando de hallarle sentido a la situación—, ¿por qué habrían de enviar a percy al inframundo?

—Para amenazar a Hades —sugirió Grover—. Para hacerle chantaje o sobornarlo para que te devuelva a tu madre.

Percy lo miro fijamente, analizandolo.
—Menudos pensamientos malos tienes para ser una cabra.

—Vaya, gracias.

—Pero la cosa del foso dijo que esperaba dos objetos —repuso Percy

—Si el rayo maestro es uno, ¿cuál es el otro?—cuestiono Kate.