Capítulo 24- Confusión.

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Pobre Hina, cada vez más se sentía culpable e incompetente. Primero envenenaron a Chifuyu frente a sus ojos y no fue capaz de detenerlo; después, simplemente fue incapaz de detenerla cuando la mortalmente embarazada se despertó por los gritos y ruidos que provenían de la sala.

La joven hechicera había estado pegada a la puerta, escuchando el interrogatorio mientras vigilaba a Chifuyu. De vez en cuando, le lanzaba miradas nerviosas para asegurarse de que ella siguiera dormida. Por dentro, la joven hechicera rogaba para que pararan de discutir y gritar. Deseaba saber algún hechizo que aislara el sonido, así evitaría que ella misma pudiera escuchar todo lo que estaba pasando afuera y, de paso, evitaría que Chifuyu pudiera despertar en cualquier instante. Pero desafortunadamente para Hina, no fue así. Chifuyu despertó de golpe, abriendo los ojos de par en par apenas se escuchó el estruendoso ruido que se produjo cuando Takechi salió disparado, cayendo sentado en el butacón.

— ¿Qué está pasando? — preguntó Chifuyu en un tono exaltado mientras se enderezaba sobre la cama. Sus ojos estaban desorbitados.

— Nada — mintió Hina, volteando hacia ella rápidamente pero sin despegarse de la puerta.

— ¿Cómo nada? ¿Qué son esos ruidos?

— Es el televisor.

— Hina, tu hermano sólo tiene televisor en su dormitorio.

— ¡Sí!

— Y estamos en su dormitorio — dijo Chifuyu en un tono impaciente. Enseguida, señaló el aparato frente a la cama y dijo, subiendo un poco la voz — y el televisor está apagado.

— Compró uno nuevo para la sala — dijo Hina con una sonrisa nerviosa que mostraba todos los dientes.

Obviamente, Chifuyu no le creyó y poniendo los ojos en blanco, suspiró. Enseguida, se levantó de la cama con algo de dificultad y se acercó a Hina, quien en ese momento tenía la espalda apoyada en la puerta.

— Déjame salir — le exigió ella a Hina.

— No, lo siento, Keisuke me pidió que te cuidara.

— Oh, qué lindo de tu parte — respondió Chifuyu en un tono sarcástico — ya estoy bien y puedo salir de aquí si quiero. Déjame salir, necesito el baño.

— Mentirosa, si quisieras ir al baño usarías el de Keisuke — replicó Hina. Chifuyu gruñó.

— Es porque prefiero usar el otro — respondió Chifuyu — ahora sal de mi camino o me haré pipí aquí mismo — empujó a Hina ligeramente a un lado y abrió la puerta.

— Chifuyu, espera, no te vayas — llamó Hina, saliendo tras de ella. Debía evitar que Chifuyu viera el espectáculo horrible que Keisuke había montado en la sala.

Pero Chifuyu hizo oídos sordos a los llamados de la joven hechicera y se dirigió en puntillas pero decididamente a la sala donde estaban los tres hermanos Mitsuya y Keisuke. Los dos menores sentados en los butacones pequeños; Takechi sin poder moverse, Mana llorando y tapándose los ojos, y Keisuke acorralando a Luna en el sofá.

Chifuyu vio todo desde el pasillo. Hina apareció después y Chifuyu, al verla, le hizo una señal de silencio llevando su índice a los labios. Hina obediente se movió, parándose en la pared opuesta del pasillo. Ambas contemplaron toda esa escena desde la oscuridad de aquel corredor.

Hina se resignó a lo inevitable. Después de todo, ¿qué más podía hacer? Chifuyu era testaruda y era obvio que no podría hacerla regresar a la habitación.

Con horror, notó el horrible cambio del rostro en su novio. Sus ojos azules eran fieros. Chifuyu no reconocía esa mirada en él y las notorias venas que surcaban el contorno de éstos eran algo que a ella de pronto le causó escalofríos y le estremecía terriblemente.

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