30 - Te amo y te odio II

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Definitivamente comprendió que aquel imponente y bello cuerpo masculino albergaba en su interior a dos seres diferentes, los cuales, a su parecer, eran difíciles de distinguir. Porque, si bien Keisuke solía ser tan frío como Edward, incluso antes de que ella se enterara del asunto de la magia y los hechiceros, la joven mortal sabía perfectamente que, en las ocasiones en las que ambos estaban a solas, Keisuke podía ser una persona divertida y cálida, que incluso reflejaba dicha calidez en su tierna sonrisa, si él se lo proponía. También lo notaba en su forma de seducirla cuando hacían el amor y en el brillo de sus ojos al mirarla a ella.

Pero en aquel momento la única señal que podía distinguir entre Keisuke y Edward era el color de sus ojos. En cambio, en ese momento, solo veía a un tipo indiferente con actitud analítica y una postura notoriamente erguida. Definitivamente, ese no era su Keisuke, y desesperadamente lo quería de vuelta.

No perdía la esperanza, desesperadamente quería encontrar a su novio, regresarlo a lo que era antes. Posó sus manos sobre las mejillas del avatar y acarició, con delicadeza, los colmillos por encima de la piel, como si al hacerlo pudiera desvanecerlos, intentando borrar el significado que tenían para él.

Edward cerró los ojos por unos segundos al sentir esas caricias. Era reconfortante para él sentir el tacto de esa chica contra su piel; por un instante, se sintió más humano, olvidando por un momento cuál era su verdadera intención en esa habitación. Sin embargo, al abrir los ojos y encontrarse con esa esmeralda mirada repleta de curiosidad y tristeza, deseó seguir sintiéndola, deseó que ella no se detuviera. No obstante, su objetivo era claro y conciso: no podía permitirse ninguna clase de distracción, y Chifuyu lo estaba distrayendo tanto que no lograba recordar por qué se había mostrado ante ella en primer lugar. De pronto, sintió que aquella cercanía era peligrosa en muchos sentidos. Podía sentir el calor emanando de ese cuerpo femenino, su fuerte y arrolladora energía, su alma pura y completa. Realmente la necesitaba, o se debilitaría. La distancia entre ambos cuerpos era casi inexistente; los labios de ella rozaban los del avatar, y su respiración se agitaba. Chifuyu, desesperada, haría lo que fuera necesario por recuperar a Keisuke, sin saber cuánto arriesgaría en el intento.

— ¿Qué haces, Chifuyu? —quiso saber él susurrándole, mientras miraba esos rojos y finos labios femeninos que moría por probar—. Sabes que no soy Keisuke —añadió.

— Lo sé —respondió ella en el mismo tono—, pero lo quiero de vuelta —añadió. Y, diciendo eso, la iniciativa se hizo presente, uniéndolos en un beso potencialmente nocivo. Chifuyu comenzó a besarlo lentamente, como si pidiera permiso; primero, un corto beso fugaz que complementaron con breves miradas cómplices. Luego, otro, esta vez más largo. Edward, al principio, no respondió a ningún estímulo físico ni emocional, debatiéndose internamente, pues sabía que podría dañarla si continuaba con eso. Sin embargo, no pudo aguantar más. Él debía reponerse urgentemente de esa debilidad física que lo tenía sediento y hambriento. Así que, sabiendo aprovechar la situación, muy pronto el avatar respondió a ese beso, convirtiéndolo en algo más profundo y lascivo, sabiendo que de esa forma podía absorberle la energía a Chifuyu sin que ella se diera cuenta. Ya había aprendido a controlar el dolor físico que tanto sus víctimas como él solían sentir al principio. La estrechó contra él, abrazándola con fuerza, y enseguida la alzó por las caderas. Al tomarla en brazos, ambos cayeron sobre la cama, ella quedando acostada de espaldas y él sobre Chifuyu, enjaulándola entre su cuerpo y el colchón. De ese modo, si Chifuyu se sentía agotada (e inevitablemente eso sí pasaría), no sabría que la razón de ello era que, en realidad, Edward le estaba robando energía.

— «¡Detente!» —intervino Keisuke.

— «¿Por qué? ¿Estás celoso?» —se burló Edward sin dejar de besarla, como si no hubiese un mañana.

— «¡No, la matarás, detente ya mismo!»

— «No puedo, su energía es adictiva» —respondió Edward, aun besando a Chifuyu y dejándola cada vez más débil.

— «¿Y así le demuestras amor? ¿Dañándola? No hagas que me arrepienta de haberte hecho hacer esa promesa.»

Edward se dirigió al cuello de la chica, rozando sus labios en él. Podía sentir la sangre bombeando en la yugular, pero no tenía intenciones de alimentarse así de ella. Sin embargo, esto desencadenó una lujuriosa frenesí en el avatar que no lograba controlar del todo.

Sus manos se ocuparon de acariciar su piel bajo la blusa. Chifuyu gemía suavemente al sentir el contacto de esas manos en sus sensibles pezones de futura madre. Edward se dirigió a su clavícula, besó su hombro, primero mordisqueándolo levemente, para luego finalizar depositando un último, corto pero intenso beso en sus labios. Ella tenía los ojos cerrados y apenas respiraba.

—Chifuyu —la llamó él, golpeando suavemente su mejilla con la palma. Ella entreabrió los ojos, sonrió apenas y, emitiendo un susurro, dijo:

—Tus ojos... ¿eres Keisuke ahora?

Tokyo WonderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora