Capitulo 33- Trasfusión mental

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—El N° 22 me ha confirmado definitivamente que, desde hace una semana, nadie la ha visto, señor —le dijo Luna a Kisaki. Ambos se encontraban en ese lúgubre laboratorio, solo iluminado por tenues luces frías. El hechicero científico iba de un lado a otro, sacando tubos de ensayo y vasos de peltre de los distintos anaqueles, para luego depositarlos sobre la superficie plateada de una brillante mesa de acero en una esquina de la habitación. Luna lo observaba apoyada en la pared, en una esquina opuesta a Kisaki, siguiéndolo con la mirada. Ella puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos; le fastidiaba enormemente que Kisaki no le encomendara labores más grandes. Últimamente, solo se encargaba de hablar con los avatares N° 22 y N° 26 para averiguar algunas informaciones relevantes para el hechicero. Aunque debía admitir que su última misión fue bastante emocionante, ya que consistía en atraer y cazar a las potenciales víctimas de Kisaki, lo negativo fue que solo fueron dos personas. Después de eso, su única tarea era quedarse en el laboratorio observando al hechicero científico crear sus extraños experimentos y ayudarle de vez en cuando.

A su lado izquierdo, Luna tenía la infaltable matriz, que cubría toda esa pared, llena de un líquido verdoso que irradiaba un fulgor atenuante. En su interior, el cuerpo de una mujer flotaba, acurrucada como un bebé dentro del vientre de su madre. La razón por la que Luna no le daba importancia era obvia: aún no conocía el procedimiento completo de la creación de un Avatar. Creía ciegamente que el cuerpo que flotaba en la matriz era el de la chica real a la que había secuestrado días antes.

El anciano seguía inmerso en sus asuntos y parecía no escucharla.

—¿Señor, me escuchó? Chifuyu ha desaparecido —repitió, fastidiada por la actitud desinteresada del hechicero, quien solo se concentraba en mezclar bayas, pedazos de animales y hierbas en una gran olla mientras murmuraba entre dientes para sí mismo.

—Esto será suficiente... también un poco de esto y...

—¿Señor? —insistió Luna, interrumpiendo el monólogo de Kisaki.

—Sí te escuché, querida —respondió tranquilamente mientras revolvía el contenido humeante de la olla con una gran cuchara de palo. La mezcla pronto se transformó en una sustancia viscosa y transparente. Junto al caldero, sobre la mesa, había una botella de trasfusión intravenosa vacía.

—Y dime una cosa, querida Luna, ¿N° 30 está con ella? —quiso saber el anciano.

—Así es, señor. N° 22 ha ido a la casa de Keisuke todos estos días, pero nadie responde. Sospecha que la desaparición de Chifuyu tiene que ver con él.

—Sí, yo también lo creo —murmuró Kisaki, sin dejar de hacer lo suyo—. ¿Me trajiste lo que pedí?

—Sí, la traje, pero, señor, dudo que su plan funcione... La chica no tiene un vínculo genético real, es adoptada —dijo con algo de incredulidad.

—Verás que sí funcionará —aseguró el hechicero con una sonrisa traviesa, que Luna correspondió con complicidad. De inmediato, se dirigió hacia la puerta y salió de la habitación. Caminó con pasos firmes por el pasillo principal de la mansión, sus tacones resonando como un eco en el lugar.

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