Capítulo 26 Kazutora.

22 2 6
                                    


Al día siguiente, muy temprano, Keisuke y Hina fueron al bosque de Santuario Meji. El viaje fue bastante largo y extenso, pues no solo tuvieron que lidiar con el hecho de tener que levantarse temprano, también se enfrentaron a una lluvia con tormenta eléctrica que los acompañó durante todo el camino.

Si bien era de madrugada, antes de partir, Hina y Edward durmieron un par de horas. En cuanto a Keisuke, al ser solo un espíritu que poseía un cuerpo, no tenía la necesidad de dormir. Sin embargo, la desventaja era notoria, pues el cuerpo que poseía era un cuerpo vivo y el organismo se cansaba, y ese cansancio repercutía en Keisuke, siendo incapaz de mantenerse despierto y controlarlo.

— «La cantidad de sangre que me limitas no es suficiente», le reprochó el Avatar en su mente. «Si quieres que me sienta bien y más despierto, debiste dejarme acabar con esa chica del baño en el club anoche».

— Sabes que no te dejaré asesinar a nadie — murmuró Keisuke en voz alta. Hina dormía en el asiento del copiloto, y a Keisuke no le importaba hablar "solo" en voz alta estando ella presente, ya sea dormida o despierta. Hasta hace unas horas, ella era la única que sabía sobre Keisuke y Edward.

— «Debería al menos beber de veinte personas sin terminar con sus vidas para poder sentir la satisfacción que me da un solo cuerpo. Me sentiré realmente satisfecho con una persona cuando pueda beber toda la sangre que corra por sus venas y lo sabes».

— ¿Seguro que no es una excusa para que te permita cazar y asesinar a diestra y siniestra? Digo... aún no controlas tu instinto asesino y sanguinario.

— «No necesito excusas para dejarte claro que es mi naturaleza. Si realmente quieres mantener despierto este cuerpo y llegar vivo a tu destino, debo cazar de inmediato».

— Qué Kazutoso — dijo Keisuke en un tono sarcástico, orillándose a un lado del camino, el cual estaba bordeado por un frondoso bosque que se agitaba de un lado a otro como marionetas.

Enseguida apagó el motor del coche y se quedó un momento ahí, mirando por el parabrisas cómo las gotas de agua se estrellaban contra el vidrio y se deslizaban sobre este fusionándose unas con otras.

— «Lo siento, parásito, se me olvida que tú ya estás muerto» — se burló Edward.

— Sí, y todo gracias a "tu naturaleza" — respondió Keisuke rebuscando en la guantera del auto hasta que encontró una linterna. Comprobó si la linterna funcionaba y enseguida cerró la guantera con un poco de dificultad, pues esta se trababa un poco con tantos papeles y cosas que llevaba adentro — ahora cállate — le ordenó al avatar entre dientes.

De pronto un relámpago cayó sobre la rama de un árbol al mismo tiempo que un ensordecedor trueno sacudía estrepitosamente todo el lugar, haciendo que la joven hechicera se despertara sobresaltada.

— ¿Ah?... ¿Ya llegamos?

— No, aún no — respondió Keisuke mientras se quitaba el cinturón — Hina, sigue durmiendo. Yo regreso enseguida, ¿sí?

— De acuerdo — dijo la chica, volviendo a acurrucarse en el asiento.

— Y por favor, no salgas del auto — añadió él antes de cerrar la puerta desde afuera.

— Ahá — dijo ella sin prestar verdadera atención.

Keisuke se adentró en el bosque con la linterna en la mano, se colocó la capucha de su chaqueta en la cabeza para evitar que su cabello se mojara y comenzó a caminar a grandes pasos, buscando de un lado a otro, pero no había nada, solo animales que recién despertaban o se refugiaban de la lluvia, pues ya eran las 6:00 de la mañana.

Tokyo WonderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora